Capítulo XIX

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"No hay limite en el cielo

Que yo no volaría por ti".*


Salimos del consultorio aun con las manos entrelazadas mientras pensaba en el momento y la manera adecuada de contarle las cosas a Julia. La verdad era que no sabía que reacción esperar de su parte, pero ya me parecía que la charla no iba a ser fácil.

Caminamos hacia la salida de la enorme casa de psicólogos mientras era testigo de las veces que Julia se detenía a observar las cosas que le rodeaban con curiosidad y asombro. Cuando llegamos hasta el auto, se detuvo antes de que nos subiéramos.

—¿Dónde estamos? —preguntó mirando hacia el vecindario que nos rodeaba—. Esto no parece Malibu.

—No. Estamos en Orange.

—¿Orange? —repitió enarcando una ceja con incógnita—. ¿Por qué estamos aquí y no en Malibu?

—Porque la doctora Wills vive y trabaja aquí.

—Entiendo —repuso vagando con la mirada hasta detenerse en el auto, sonrió y pasó una mano por encima de este, con un gesto intensamente familiar que me recordó la noche del accidente—. ¿Es tu auto?

—Sí, ¿te gusta? —Poniéndome a su lado le abrí la puerta para que subiera. Lo rodeé rápidamente, sin quitar mi mirada de sus gestos, para ocupar también mi asiento. Julia examinó el interior con detenimiento.

—Es bastante amplio, y se ve... —vaciló un segundo antes de seguir— cómodo. Está lindo —aseguro sonriéndome mientras se acomodaba el fleco—. ¿Qué pasó con el Rolls Royce?

—Bueno, se averió bastante con el accidente —dije, y reconocí que era la primera vez en mucho tiempo que pensaba en aquel auto—. Tenía seguro, pero después de que lo repararan no quise manejarlo más así que mi padre lo volvió a conducir. Creo que está en una de sus casas —expliqué con indiferencia. Ella me observaba con fijeza, lo que me hizo poner algo nervioso, pero luego desvió su mirada hacia el frente.

—Ese auto era una belleza —dijo con melancolía—, pero imagino que ahora se tratara de una antigüedad comparado con los autos nuevos —agregó.

—Todos son muy similares a esos y a estos, pero los clásicos siguen siendo muy bien valorados —repliqué señalándole los autos que estaban aparcados afuera de las casas—. En realidad, los autos no han cambiado mucho, no tanto como otras cosas —aseguré.

Asintió, comprensiva. —¿Cómo esas cosas planas que tenían las personas de la casa? —inquirió.

—¿Cosas planas? —repetí.

—Sí, esas cosas pequeñas y planas —dijo haciendo señas con las manos mientras explicaba. Dudé un momento mientras intentaba entenderla—. Como pantallitas...

—¡Ah! Los celulares. —Entendí segundos después.

—¿Esos eran celulares? —exclamó sorprendida. Asentí sonriendo mientras le mostraba el mío—. Sí, como estos —agregó reparándolo con la mirada—. Vaya, el ultimo que vi era el MicroTac*, y era la onda —murmuró girando una y otra vez el celular en su mano.

—Pues sí, ahora estos son la onda, pero —Hice una mueca divertido— no deberías de decir la onda, ya casi no se usa.

—¿En serio? —Aquel tono de estupor logró sacarme una risita—. Bueno, definitivamente tendrás que ponerme al día en todo —concluyó meneando la cabeza con diversión.

Después de tiWhere stories live. Discover now