Capítulo XXXVI

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La cabeza me palpitaba del dolor, y la sensación era como si se me hubiera abierto en dos y luego se hubiera unido de cualquier manera.

No quería exagerar, pero casi podía reconocer como cada gota de sangre corría por los vasos sanguíneos de manera apabullante, la oscuridad reinaba a mi alrededor y los parpados me pesaban. Intentaba mover mis brazos, pero casi que era imposible; las voces de unas mujeres y el ruido de cosas que no podía identificar me obligaron a abrir los ojos.

Las voces provenían de dos mujeres vestidas de blanco a unos metros de mí, que hablaban sin percatarse de que había despertado. Todo lo demás también era blanco, tan blanco que parecía tener luz propia. Intenté imaginar en donde estaba, pero no lograba recordar, entonces...

Oh no...

¡¿Estaba muerto?!

—¡No! —exclamé y salté en mi lugar al pensar en eso, sintiendo una punzada en un costado.

—Señor Hackley, que bien que ya se despertó, pero tenga cuidado —repuso una de las mujeres mientras que la otra salía con prisa.

—N-¿no estoy muerto? —pregunté. La mujer me sonrió.

—No. Tuvo un accidente, pero está estable. Se encuentra en un hospital.

—Gracias a Dios —Suspiré de alivio—, ¿qué pasó?

—Que tuvo un accidente de auto, señor Hackley —habló un hombre de aspecto ya canoso acercándose a la camilla—. Soy el doctor Adams. ¿Cómo se siente?

—Me duele mucho la cabeza, y el abdomen también —respondí al tiempo que él me revisaba el tórax con sus aparatos—. ¿Todo está bien?

—Sí. Tuvo suerte. Solo se rompió un poco la ceja derecha y el pómulo, tiene también una costilla fracturada, pero el resto está bien. No hay hemorragia interna —informó.

—Qué bueno. —Cerré los ojos un segundo y entonces recordé que venía discutiendo con Julia y que...

Julia... ¡Julia!

Abrí los ojos de golpe. —¡Julia! —exclamé—. ¿Dónde está Julia? —cuestioné con desesperación.

El hombre frunció el ceño. —¿Perdón?

—¡Julia! La mujer que venía conmigo —exclamé alterado.

—Oh, la señorita Paccara. Jane Paccara querrá decir —habló confuso.

—Claro, perdón, siempre confundo su nombre —mentí rápidamente.

—Bueno, ella venía conduciendo el auto al momento del accidente y...

—¡Thomas! —interrumpió Julia entrando a la habitación y acomodándose a su lado. Sus ojos grises me recorrieron rápidamente como asegurándose de que todo estaba bien—. ¿Cómo te sientes?

—Bien, solo un poco adolorido, pero ¿tu como estas? —pregunté mirándola rápidamente. No se veía mal.

—Los dejaremos solos —intervino el doctor—, en unos minutos una de las enfermeras les traerá el alta firmada por mí. Tengan más cuidado la próxima vez, en esta tuvieron suerte —se despidió antes de retirarse junto a las dos mujeres. Miré de nuevo a Julia.

—Qué bueno que estas bien, Tommy —aseguró mientras me acariciaba levemente la mejilla.

—¿Qué pasó Julia? —volví a preguntar—. Lo último que recuerdo es que intenté esquivar el camión, pero tú no me dejaste —rememoré.

Después de tiWhere stories live. Discover now