Capítulo XL

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Los ojos grises se abrieron de golpe y observaron con rapidez a su alrededor hasta posarse en mí, una gota de sudor resbaló desde mi nuca por la espalda y las manos también empezaron a humedecerse a la espera de su reacción. A la espera de saber si se trataba de Julia o de Jane.

Sus ojos centellaron con calidez, y una sonrisa que conocía perfectamente se posó en sus labios, entonces entendí que se trataba de Julia.

—¡Tommy! —exclamó poniéndose de pie de un salto y lanzándose hacia mí. La abracé con fuerza y sin querer una carcajada de alivio brotó de mi pecho.

—Julia, cariño, que bueno que eres tu —repuse sin dejar de abrazarla. Por encima de su hombro, la doctora Wills sonrió y caminó hasta sentarse en su escritorio. Julia se separó de mí y me miró confundida.

—¿Que bueno que soy yo? —repitió—. ¿Quién más sería?

—Julia —La voz de la doctora la hizo girar con sorpresa—, ven, siéntate.

—Doctora Wills, no la había visto. —Caminó hasta el escritorio y estrechó la mano de la doctora a modo de saludo. Se sentó, pero salto de inmediato al verse a sí misma—. ¿Y esta ropa? —cuestionó—. ¿Qué hago con esta ropa?

—De eso te queremos hablar —respondió la doctora con paciencia. Me senté al lado de Julia, con la mirada la tranquilicé y la hice sentar de nuevo.

Su rostro turbado nos miró alternativamente. —¿Me pueden explicar qué pasa?

—¿No te lo imaginas? —preguntó la psicóloga—. Te despiertas en mi consultorio, con una ropa que no sueles usar y Thomas te dice que se alegra de ver que seas tú. —Julia la miró con recelo—. ¿Qué es lo último que recuerdas, Julia?

Su mirada se desvió, enfocándose en la lisa madera del escritorio.

Eh... recuerdo que regresamos con Thomas de Malibu, después del accidente —empezó a decir—. Estaba lloviendo y Thomas me llevó hasta el edificio, hablamos y luego... —Sus mejillas se tornaron rojas al recordar lo que había pasado ese día y sonreí con ternura. Por supuesto también debería darme algo de vergüenza hablar con la doctora de sexo, pero por alguna razón no me importaba.

—Tranquila, Julia, no tienes que darme más detalles, creo que ya entendí —repuso guiñándole un ojo en complicidad—. En fin, si eso es lo último que recuerdas, y sucedió hace ya varios días, ¿qué crees que pasó?

Julia me miró de nuevo y pareció entender —¿Me fui? —preguntó. Asentí y esbocé una pequeña sonrisa.

—Así es. Jane estuvo unos días por aquí, pero ahora regresaste de nuevo —dijo la doctora.

—¡Vaya! —Silbó—. No pensé que eso sucedería de nuevo —aseguró.

—Pero sucedió —dije. Julia me sonrió y subiendo el brazo acarició mi mejilla, tomé su mano y le di un beso en la palma de esta.

—Siento haberte dejado de nuevo, prometí no hacerlo —murmuró con expresión compungida.

—No tienes que disculparte —apresuré a contradecir—. Desafortunadamente, eso no depende de ti.

—¿De verdad no hay nada que yo pueda hacer para permanecer aquí? —le preguntó a la doctora.

—No es algo fácil de asegurar, Julia —Chasqueó la lengua—, como bien saben, este caso de por si ya se trata de una situación inexplicable, aunque confieso que tengo varias hipótesis.

—¿Ah sí? —La voz de Julia denotaba curiosidad.

La doctora asintió y le contó la hipótesis de los antidepresivos, como me comentó después a solas, prefería que yo le hablara de lo que pasó con Jane. Según ella, era una situación que nos concernía más a los dos que a ella como profesional.

Julia estaba sorprendida con lo que la doctora Wills le había contado.

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