Capítulo XXXI

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1 SEMANA DESPUÉS

Berlín, Alemania.

—Fue maravilloso escucharte de nuevo. A ti y a los chicos —comentó Julia mientras caminábamos por la catedral de Berlín después de terminar las actividades planeadas.

Hacía ya tres días que habíamos llegado, y durante los cuales nos habíamos presentado dos veces con Massive Scream en diferentes eventos, pero el de aquel día en especial había sido el mas importante. Junto con la banda, fuimos parte del atractivo musical en un desfile de modas en el centro de la ciudad.

Julia había vuelto a ver a los chicos, que ya no eramos tan chicos, pero por cuestiones de obvia prudencia no los había saludado. La verdad, no me imaginaba como reaccionarían si les salía con que la Julia que ellos conocieron tantos años atrás hubiera regresado de la muerte. Aun a mi me parecía una locura.

Sonreí. —Me alegra que lo hayas disfrutado —respondí mientras llevaba nuestras manos entrelazadas hacia mi pecho para evitar que Julia chocara con las personas que caminaban a esa hora ante la imponente estructura.

—Me encanta Berlín —repuso ella con una amplia sonrisa que me contagió de la emoción que Julia había expresado desde que aterrizamos en el país europeo—. Es tan... moderno y diferente —Sus ojos me encontraron—, ¿a ti no te gusta?

—Sí, por supuesto. Es un país maravilloso —asentí—. ¿Regresamos al hotel? —pregunté, pero al instante creí que había dicho otra cosa totalmente diferente ya que abrió los ojos con sorpresa.

—¿Al hotel? —repitió.

—Sí. Al hotel.

—¡Pero si está muy temprano! —altercó.

—¿Y entonces? ¿A dónde quieres ir?

—No sé. Estamos en Alemania, Tommy, ¡podemos hacer lo que queramos! —exclamó emocionada—. Por lo que veo, no has tenido mucho problema con lo de los paparazzi y así, puedes pasar desapercibido. ¡Vamos! —animó.

Su emoción me cautivó. —Tienes razón, ¿qué quieres hacer? —dispuse con energía renovada.

—Pues ahora que lo pienso... hace mucho no bailo —respondió.

—¿Bailar? —pregunté visiblemente sorprendido.

—¡Sí, Tommy! —Asintió agarrándose de mi codo mientras me pegaba a ella—. ¿No extrañas que bailemos? —susurró en mi oído logrando que los vellitos de mi nuca se erizaran al contacto de su aliento en mi cuello y los recuerdos de viejos tiempos no tardaron en llegar.

A pesar de que lo dudé un par de segundos, la promesa de algo satisfactorio al final de la noche aclaró mi mente.

—Claro —repuse, su sonrisa se amplió—, pero siento que ya no estoy para eso de ir a los bares, o clubes, o cosas así —intenté excusarme.

—No. Tommy no me vas a salir con esas —advirtió—. Puede que justo ahora me dobles la edad, pero luces mucho más joven de lo que en realidad estas —aseguró.

—Julia, sabes que nunca te seguí el ritmo —insistí.

—¡Eso es mentira! —replicó riendo—. Siempre te adecuabas —recordó—. ¿Sabes qué? No más charla, vamos —decidió jalándome del brazo hacia quien sabía dónde.

—Por lo menos sabrás a donde iremos —murmuré.

Big Eden, Tommy —avisó—. Escuché de el en el hotel —añadió guiñándome un ojo mientras seguíamos caminando en búsqueda del auto para ir hacia el club.

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