Capítulo XVI

134 20 10
                                    


Por un momento, y luego de que un silencio pesado se asentara en el aire, temí haberme precipitado en lo que dije.

¿Acaso estaba acelerando las cosas?

Sabía que tenía que irme con cuidado con Jane, pero no podía soportar un día mas viviendo aquella locura. Entre mas claro tuviera todo, sería mucho mas fácil de manejar. O por lo menos eso esperaba.

—¿Qué? —El tono con el que esa silaba salió de los labios de Jane delató su confusión

«Ya lo dijiste, Thomas. Ya no hay vuelta atrás», me dije.

—Jane, tienes que conocer a alguien —repetí.

—Señor Thomas, yo conozco a muchas personas —repuso haciendo una mueca graciosa.

—Me refiero a alguien especial —expliqué sentándome allí en el suelo, justo en frente de ella que permanecía en el sofá.

Su expresión empezó a cubrirse de entendimiento. —Perdone, señor Thomas, pero ya he fracasado conociendo a personas especiales —dijo en un tono que, aunque parecía sonar divertido, ocultaba una evidente tristeza.

Me apresuré a negar. —No, quiero decir, ¿no te parece raro que te hayas desmayado ya dos veces de la nada y que no sepas el porqué?

—Oh —Asintió suavemente—, bueno sí es extraño, pero ¿no le parece aún más curioso que siempre me pase con usted? —preguntó mientras me miraba expectante. Tragué saliva, sorprendido y preocupado por su interés. Por fortuna pareció como si olvidara la pregunta—. ¿Se refiere a un doctor? —quiso saber.

—¡Sí! Bueno, no un doctor como tal, pero si un...

—Psicólogo —interrumpió poniéndose seria—. Señor Thomas, ya le expliqué que he tenido muchos psicólogos —soltó con gravedad.

—Sí, pero yo pensaba en uno especial —dije intentando suavizar la situación.

—Los que he tenido son especiales, señor Thomas, y costosos y todo eso. Mis padres gastaron bastante en ellos —repuso a la defensiva.

—No lo dudo, Jane, pero... estaba pensando en mi psicóloga —expliqué mientras exhalaba un suspiro.

Su rostro se frunció, asombrado. —¿S-su psicóloga? —preguntó poniéndose de repente curiosa.

—Sí.

—No sabía que tenía psicóloga —Sus ojos me recorrieron en un rápido movimiento—, no parece una persona que lo necesite —explicó.

—Bueno, te confieso que también tengo sueños un poco —Suspiré pensando en la palabra correcta— desubicados, desde hace unos años —aclaré.

La joven a la defensiva desapareció, y se inclinó unos centímetros hacia mi.

—¿Habla en serio? —cuestionó con duda.

—Sí, y te aseguro que mi psicóloga me ha ayudado mucho. Quizás por eso luzco normal, pero créeme, también tengo mis fantasmas.

Un rastro de indecisión cruzó su mirada. —No sé, no creo que sea necesario —murmuró.

—Por favor, Jane, así sea solo una vez —insistí—. La doctora Wills también es filósofa y además...

—Espere, ¿Wills? —interrumpió—. ¿La doctora Sarah Wills de Orange? —preguntó con interés renovado.

Enarqué una ceja, extrañado por su cambio de humor. —Sí, ¿la conoces?

Después de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora