Capítulo VII

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Entregar la carpeta de papeles que había sacado del Team nos tomó menos de quince minutos, entre el tiempo que la secretaria del banco se tardó para recibirlos y darme el comprobante de recibido.

Luego de eso, conducía por la avenida prácticamente a ciegas ya que no sabía a donde iríamos.

—¿Te gustaría algún lugar en particular? —pregunté rompiendo el denso silencio que permanecía en el auto.

—Pensé que usted escogería el lugar —respondió, la miré y sonreí agitando un poco la cabeza—. Bueno, entonces iremos a mi lugar favorito —decidió—. ¿Puedo? —agregó mientras señalaba el dispositivo GPS del auto, asentí y con facilidad oprimió una dirección en el aparato.

Seguí las indicaciones y en cuestión de minutos, llegamos a una zona residencial algo alejada de las avenidas y los grandes edificios. Jane me avisó de un callejón donde podía dejar el auto y nos bajamos.

—Y... ¿dónde estamos? —pregunté con curiosidad. No veía ningún tipo de cafetería, restaurante o lo que fuera en ese callejón.

—Si busca un valet para estacionar el coche, grandes avisos, o puertas doradas, está en el lugar equivocado —respondió risueña mientras señalaba una puerta—. Detrás de esa puerta está mi lugar favorito —agregó invitándome a seguirla.

El paisaje cambió totalmente una vez cruzamos la puerta externa. Un pasillo largo bien iluminado nos recibió, las paredes estaban cubiertas con un papel tapiz que tenía figuras musicales y frases célebres, y al final del largo zaguán había otra puerta. La seguí de cerca y al lado de la lamina de madera había un pequeño buzón similar al que usan en los hoteles donde la llave es una tarjeta. Efectivamente, Jane sacó de su billetera un pequeño rectángulo color crema y lo pasó por la ranura del aparato. Con un zumbido, la puerta se dejó empujar.

Si antes no me había sorprendido, cuando cruzamos aquella entrada no evité que mis ojos se abrieran aun mas con asombro. Aquel lugar, completamente escondido, era demasiado acogedor.

El piso en el que estábamos era amplio, iluminado y ventilado, con un estilo bohemio y música de fondo que relajaba al instante. Había varios estantes repartidos por el salón totalmente llenos de libros, estilo biblioteca; también había sillas y mesas de diferentes formas donde algunas personas estaban sentadas leyendo mientras otras paseaban entre las estanterías buscando libro.

—¿Y entonces? —preguntó Jane cuando detuve mi mirada en su cara expectante—. ¿Qué le parece?

—¡Vaya! Esta increíble —aseguré—. ¿Qué es esto?

—Esto es El Oasis —respondió sonriendo y acercándose un poco a mí para no hablar muy fuerte—. Es un lugar refrescante y revitalizador en medio de la nada —agregó mirándome fijamente, con un ligero centelleo en sus ojos que me hizo sonreír.

—¿Y cómo sabes de él? ¿Cómo saben estas personas de él? —pregunté sin dejar de impregnarme por el ambiente fascinante que desprendía el lugar.

—¿Le parece si compramos algo y le cuento? —propuso, asentí y nos dirigimos hacia un ascensor en la esquina del salón.

—¿Ascensor? ¿Cuántos pisos hay aquí?

—Cinco —respondió al tiempo que la cabina se cerraba y ella oprimía un botón—. La cafetería queda en el tercer piso. En el segundo hay más libros y un espacio de música, toda la música que pueda imaginar, parece una tienda. En el cuarto piso hay un espacio de arte y más estanterías —agregó mientras llegamos a la cafetería donde casi todas las mesas estaban ocupadas. Caminamos hacia una barra donde atendían las órdenes.

Después de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora