Capítulo IV

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04 DE JULIO DEL 2017

Los Ángeles, CA.

Los seres humanos estaban acostumbrados a muchas cosas, pero la perdida no era una de ellas.

El sentimiento de frustración e impotencia que significaba el perder a alguien era de ese tipo de cosas que no se evadían con facilidad, y que, si no eran bien tratadas, podían esconderse en lo más profundo de una persona convirtiéndose en un fantasma capaz de aparecer en cualquier momento para mortificar cualquier mínimo instante de aparente felicidad.

Aquellos sentimientos habían estado ocupando parte de mi vida durante los últimos veinticinco años.

¡Thomas!

—¿Thomas? ¡Thomas! —Escuché que llamaban, pero solo reaccioné cuando sentí que movían mi hombro con intensidad.

—¡Qué! ¿Qué pasó? —respondí sobresaltado y me encontré con la mirada preocupada de Samantha.

—Es que te quedaste de repente como si estuvieras en otro planeta, Thomas —respondió mientras reanudaba lo que estaba haciendo: dándole de comer a la pequeña Ava—. ¿Te sientes bien?

—Sí —respondí, sus ojos color marrón me miraron con recelo—. Bueno, no del todo —acepté—, es solo que anoche tuve de nuevo ese sueño —agregué.

—Dirás pesadilla —corrigió ella, asentí—. Así que otra vez soñaste con Julia.

Moví la cabeza en asentimiento y suspiré, frustrado. —La misma situación, la misma fecha. ¡Todo!

—Thomas, deberías hacerme caso —dijo poniendo suavemente una mano en mi mejilla—, no puedes dejar las cosas así.

—¡Pero es que hasta el momento ningún psicólogo me ha ayudado lo suficiente! —exclamé—. Todos me han dicho lo mismo, y cuando ya no pueden más me mandan pastillas, ¡y eso sí no lo voy a permitir! —aseguré—. ¿Cómo puede ser esta vez diferente?

—Bueno, deberías intentarlo antes de emitir cualquier juicio. Tiene muy buenas referencias y en realidad no pierdes mucho intentándolo —insistió.

—Pierdo tiempo, dinero, y paciencia —respondí rápidamente.

Sus hombros cayeron de manera imperceptible. —Por lo menos hazlo por ti —propuso—. Y si no por ti, por nosotros —agregó mirando a los niños y luego a mí con dulzura.

No podía negarme. No iba a negarme. Sabía que aun necesitaba ayuda.

Después de ella, de Julia, mi vida solo empeoró.

Seguí en las drogas y en el desenfreno, y la culpa no ayudó mucho. Todo lo que tenía alrededor me la recordaba, y la pesadilla de la noche del accidente la tenía grabada a fuego vivo en la cabeza.

Después de tiUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum