Capítulo XVII

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"Recé para que los días duraran,

se fueron tan rápido."*


—Es un placer, doctora Wills —repuso Jane estrechando su mano—. He leído sus investigaciones y son realmente buenas.

—El placer es todo mío, señorita Jane, y me da gusto que le interesen mis trabajos. Pasen, por favor —dijo mientras nos daba entrada al consultorio.

Jane y yo nos acomodamos en las sillas frente al escritorio de la doctora, mientras ella se sentaba en la suya. Temía que decidiera simplemente observarnos, con aquella expresión escudriñadora que le caracterizaba, pero para mi sorpresa, de inmediato entabló conversación.

—Señorita Jane, me contaba el señor Hackley que usted también manifiesta sueños no muy típicos —habló, mis ojos se ampliaron ante la inesperada confesión.

¿Cómo se le ocurría decirle que le había contado aquello?

El semblante indiferente de Jane me hizo pensar que no tenía ningún problema con el hecho de que le contara eso a la doctora.

—Así es, he hablado durante más de una década con diferentes personas acerca de eso —aseguró sonriendo con ironía—, y solo han sabido darme medicamentos.

—Entiendo. Señorita Jane, ¿tendría algún problema en contarme? Créame que no la pienso medicar —agregó sonriendo con amabilidad.

Creí que Jane se negaría, con eso de que estaba cansada de que la examinaran sin resultados, pero mi sorpresa se hizo evidente cuando aceptó encantada.

—Para mí sería un honor que usted me escuchara, doctora Wills —accedió mirándome con emoción.

Durante la media hora siguiente, Jane la puso al tanto de cada uno de los sueños y los psicólogos por los que pasó durante todos esos años. De paso, también yo tuve la oportunidad de rememorar muchos episodios de mi vida que no recordaba del todo. Fue como si regresara en el tiempo a medida que relataba cada sueño.

—Señorita Jane, todo lo que me cuenta es fascinante —afirmó la psicóloga con una chispa de emoción en su mirada—, pero tengo una duda, ¿en alguno de los tantos tratamientos llegaron a hacerle hipnosis?

—Sí. En realidad, fue el primer método que usaron para intentar hallar una respuesta, pero después de unas cuantas sesiones lo desecharon.

La expresión de la doctora se tornó misteriosa, y empecé a preguntarme qué tipo de pensamientos cruzaban su cabeza.

—Imagino —murmuró—. ¿Le gustaría someterse a una sesión justo ahora?

—¿Qué? —dije por fin después de haber estado casi todo el tiempo callado—, ¿hipnosis? ¿Eso no puede ser peligroso? —cuestioné.

—Señor Hackley, creí que confiaba en mí —repuso mirándome con fijeza—. Ademas, no es por alardear, pero la hipnoterapia es de mis especialidades —añadió.

—No hay problema, señor Thomas —intervino Jane atrayendo nuestra atención—, no sería la primera vez, como ya dije. Además, quizás la doctora sí me dé una mejor respuesta de lo que han hecho los demás —supuso encogiéndose de hombros.

Aunque no me terminaba de convencer aquello, sabía que no podía decir mucho mas.

—Está bien, puede que tengas razón —acepté.

Ambas asintieron. La doctora se puso de pie seguida de nosotros y miró en dirección a Jane mientras señalaba el diván. El olor a rosas se quedó junto a mi cuando la joven se dirigió hacia el mueble, al tiempo que la doctora se ponía en su posición detrás del sillón y yo me quedaba en una pequeña silla de madera a su lado.

Después de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora