Sofía y mi primo chocan los puños contentos por haberse librado.

¿Estos dos vuelven a estar bien? ¿Qué ha pasado esta noche?

—Yo tengo que reconocer que no tenía mucha fe puesta en ti —le dice mi amiga a Pablo—. Estaba segura de que tendría que ir yo.

—Bien hecho colega —Javi le da una palmadita en el hombro—. Yo sí he dado la cara por ti.

—No sólo has conseguido que esté aquí —añade Sofía, mirándome—. Si no que ha sido en tiempo récord.

—¿Podéis dejar de hablar de mí? Arranca, que no he madrugado para nada —pido, acomodando la cabeza en la ventana.

Pablo se coloca las gafas de sol y pisa el acelerador.



―¡No me lo puedo creer! ―exclaman Paula y Valeria a la vez.

—¿Tuvisteis que dormir por parejas? ―pregunta Valeria, mirándonos con incredulidad―, tu cara al saberlo debió ser épica ―añade entre risas, me conoce tan bien.

Al llegar al apartamento las chicas nos habían pedido que les contásemos lo que había pasado con todo lujo de detalles. 

― ¡Oh venga! ¿Y ya está? Seguro que hubo más y no nos lo quieres contar ―añade Val, dándome un codazo de forma cómplice.

―¿Qué dices? ¡No, ugh! ―niego rápidamente al entender a lo que se refieren.

―No me fastidies Andrea, Pablo y tú en una misma cama ¿y sólo habéis dormido? No me lo creo ―niega Paula, claramente divertida.

―Que no pasó nada, lo prometo ―reitero, no me dan ni un respiro.

―Pablo está muy bueno yo que tú me lo tiraba cuanto antes ―comenta Sofía, yo arqueo una ceja mirándola de forma interrogante―. ¿Qué? Tengo ojos ―me saca la lengua.

―¿Pero qué os ha dado con Pablo? ―pregunto, algo irritada.

―¿No te has fijado en cómo te mira? Parece que está embobado contigo ―me dice Paula.

Hago una mueca ladeada, ¿por qué siempre salgo yo en el tema de conversación?

―El chico es un buen partido, ahí lo dejo ―añade Sofi, asintiendo ante mi negativa.

—Bueno. Se acabó hablar de Pablo por hoy —determino.

Las chicas saben perfectamente cuáles son mis límites y no vuelven a tocar el tema en todo el día. Bajamos a la piscina para refrescarnos y no pensar en los chicos. Más tarde, subo al apartamento y me visto para salir a dar una vuelta y despejar la mente.

Justo cuando voy a salir por la puerta, entran las chicas.

—¿A dónde vas? —pregunta Sofi.

—A pasear, me apetece estirar las piernas —respondo de forma breve.

―Tía no deberías salir sola, no conoces la zona ―me dice Paula, mirándome con preocupación.

―No os preocupéis ―sonrío—, si me pierdo me buscaré la vida para llegar, no es la primera vez que me pasa.

Las chicas insisten un poco más en que no es buena idea, pero yo sigo manteniéndome firme. Siempre me he considerado muy independiente, me gusta estar sola de vez en cuando y tener mi espacio. Si me atosigan o están encima de mí me agobio y ellas lo saben.

Además, sé que están cansadas y que no les apetece salir. Tampoco tengo pensado ir muy lejos, simplemente caminar un rato por la orilla del mar y volver.

Atrévete ConmigoWhere stories live. Discover now