II

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Cuando acabaron sus presentaciones me limité a susurrar mi nombre, no sabía si me habían llegado a escuchar pero no me importaba. Me dirigí hacia la ventana con la mirada atenta de la Hokage sobre mí, como si en cualquier momento que bajase la guardia le fuera a atacar. Tal vez no estaba tan equivocada, las ganas de matarles no me faltaban.

Me detuve mientras mis pensamientos trataban de encontrar la razón de que Sai me sonase tanto. Es imposible que trabaje para mi padre, ¿no?

Negué con la cabeza varias veces, no podía ser posible.

Llegué a mi destino, coloqué mis manos en el frío metal que enmarcaba el cristal de la ventana y lo deslicé con cuidado, provocando que se abriera y que una leve brisa entrara en la habitación. El aire meció mi cabello con delicadeza y dejé que mi vista se deleitase con la tranquila ciudad. Llevé mi mirada hacia atrás sin llegar a girar mi cuerpo.

-Tsunade, si hay alguna misión, avísame- dije mientras me disponía a salir pero su voz me detuvo.

Tenía que llegar donde mi padre, me había dicho que volviese como mucho en media hora y, sino lo hacía, no sé qué podría llegar a hacerme.

-Trátame con respeto Sakura. Soy la hokage, no te tomes confianzas que no existen- dijo con seriedad a la vez que mi nuevo equipo colocaba en su rostro una expresión de impresión ante su cortante respuesta.

Me giré con lentitud y encaré su mirada, observándole fijamente mientras intensificaba la expresión de enfado presente en mi rostro. ¿¡Cómo se atrevía?!

-¿A caso has hecho alguna vez algo por mí por lo que te deba respeto?-sus ojos se abrieron con sorpresa tras escuchar mis duras palabras. Apretó los puños con demasiada fuerza y abrió la boca para hablar pero le corté- Cuando lo hagas te daré el respeto que merezcas- dije con un tono condescendiente a la vez que salía por la ventana sin darle tiempo alguno para responderme.

Lo que me faltaba. Que una señora me intente decir como hacer las cosas.

Comencé a correr por los tejados de Konoha gracilmente y a la máxima velocidad que me permitían las piernas.

¡Llego tarde!- grité desesperada mientras trataba de ir más rápido.

-Maldición- susurré hacia nadie en concreto, tenía que conseguir llegar a tiempo.

Mi padre me iba a matar...

Es el primer día que conozco a mis compañeros y ya me traen problemas. Espero que sea compasivo, no me apetece otro de sus horribles castigos. Además, ¿qué se esperaba? A los de la aldea les gusta hacer las cosas a su tiempo sin pensar en nada más que en su pequeño mundo personal.
Los muy ingenuos no se dan cuenta de que no son más que una simple pieza de un plan, ya sea del bando de la aldea, del de mi padre... ¿Qué mas da? Solo nacemos para cumplir con una misión, obedecer al más fuerte.
La aldea obecede a la Hokage, ella al consejo y a los ancianos. Mi padre... Él es otra historia.

Llegué jadeando a la entrada de mi casa y abrí los portones mientras tranquilizaba mi respiración e intentaba no ponerme nerviosa al dirigirme a su cuarto.
Observé los oscuros pasillos de paredes amarillentas. No había casi iluminación y se encontraban algo sucias por el paso de los años, nadie se esforzaba en malgastar su tiempo en cuidar esta casa. Seguramente porque no querían ni estar aquí.

No quería llegar...

Me detuve ante la puerta y peté un par de veces esperando una respuesta que me permitiera entrar, no tardó en llegar.

Abrí la puerta y entré en la habitación sosteniendo la mirada de mi padre, estaba enfadao.

Me incliné al llegar frente a él a modo de reverencia. Tenía el ceño fruncido y una expresión de desaprobación 'Maldición' pensé otra vez. ¡No era mi culpa llegar tarde!

-Sakura, a veces pienso que lo haces a propósito- se levantó de su cómodo asiento y se acercó a mí colocando una mano en mi hombro con autoridad y apretando con la fuerza suficiente para hacerme daño. No mostré el dolor que sentía, solo empeoraría la situación. Me dediqué a observarle atentamente, no quería postrarme ante él, aún no.

-Tres minutos, Sakura, tres malditos minutos tarde- su tono fue endureciéndose a la vez que apretaba el agarre de mi hombro- Parece que no aprendemos nunca, mi niña, parece que nunca aprendemos- sonrió con ironía y me soltó. Gruñí con alivio pero mi rostro ardió un segundo después. Su mano me acarició la mejilla que acababa de golpearme- Será una larga noche- dijo mientras sonreía con maldad. Sus ojos brillaron a la vez que su mano atrapó mi mentón con fuerza. El pelo se deslizó sobre mi rostro y su mano libre lo colocó detras de mi oreja - Vamos a pasarlo bien, ¿sí?

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No sé cuándo me desmayé por culpa del dolor, no lo recuerdo, no lo recuerdo...

Suspiré con cansancio mientras me frotaba las muñecas que tenían marcas de haber estado atadas. Me intenté levantar pero desistí en el intento al notar que mi cuerpo no respondía por el intenso dolor. Acerqué unas vendas que se encontraban dispuestas a mi lado, en el suelo, y, con el poco chakra que me había dejado mi padre, comencé a aplicarlo en las peores heridas que me había provocado. Así por lo menos no me desangraría.
Cuando acabé de curar lo que mi escasa energía me permitió comencé a vendarme con lentitud y la máxima delicadeza que pude. El dolor llenó mi cuerpo de nuevo y, asegurándome que no había nadie conmigo, dejé que quejidos escapasen de mi garganta. Mi cuerpo ardía.

Todo por culpa de ellos... ¡Todo por culpa de ese equipo!

Apreté mi puño con fuerza a la vez que fruncía el ceño, esto iba a ser más tedioso de lo que esperaba. No iba a permitir que me castigasen de nuevo por su culpa. Nunca volvería a pasar, nunca.

Me perdí en mis pensamientos durante un largo tiempo y, antes de que me pudiese dar cuenta, noté como un águila se metía por la ventana de mi habitación y dejaba una pequeña nota a mi lado. La abrí con pereza y suspiré, parece que ya teníamos una misión.

Tsunade, no te estaba retando a encontrar una maldita misión lo más rápido posible, te lo prometo. Y, por cierto, tampoco hacía falta avisarme. Sonreí con ironía ante mi pensamiento y me estiré, intentando desentumecer mis cansados y adoloridos músculos.

Tenía que estar en diez minutos en su despacho para explicarnos la misión, sería un día agotador.

¿No pueden dejarme en paz? Parece que la gente tiene un plan secreto oara arruinarme la existencia.

Me vestí con rapidez ignorando el dolor que me atravesaba. Prefería no llegar tarde, no es que fuese a ocurrir lo que me hizo mi padre, pero era mejor prevenir. Salí por la ventana dejándole una pequeña nota:

'Danzo-sama, tengo una misión.'

Y tras eso salí por la ventana hacia el edificio de la Hokage.

Sola Where stories live. Discover now