Capítulo 17: Un cuento muy real

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Eddie

El pelo de mi princesa se movía lentamente, en cada movimiento repetitivo que hacía Naomi

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El pelo de mi princesa se movía lentamente, en cada movimiento repetitivo que hacía Naomi. Ella estaba sentada dentro del armario de Nayara, abrazando sus piernas. Desde que nos mudamos a la casa de Alba, Naomi había cambiado. Ahora se sentía segura pero a la vez vacía. Añoraba a su madre, a su nave espacial, los cuentos que Helena le contaba... En definitiva: añoraba la felicidad. Es cierto que antes, su padre le pegaba, pero tenía a su madre para ser el agua oxigenada a sus heridas. Ahora que ella no estaba, las heridas no dejaban de supurar y sangrar. Se sentía sola aunque yo estuviera a su lado, algo había cambiado. Yo ya no era su osito protector, aunque para mí nunca había dejado de serlo.

Ahora que estaba en el silencio, dentro del armario, me permití recordar el pasado tan doloroso. Echaba tantísimo de menos aquellos años. Aquellos en dónde podía respirar, en dónde amaba a un hombre sin tapujos. Ése hombre que a pesar de tantos años no he olvidado. Ese hombre que volví a ver, tan sólo unos segundos en el interrogatorio que hizo Kaimi y Sara a Álex. Observé que él, cambiaba de actitud conforme Yoshi le iba preguntando por sus exesposas. Pero cuando le preguntó por mí, el Oliver el cuál pensaba que estaba muerto, resurgió. Su identidad volvió por unos segundos a revivir y tuve a cara a cara el hombre del cual me enamoré. Pero enseguida Álex volvió apropiarse de su cuerpo. Él era el más fuerte, dominante y no dejaba salir a ninguna identidad. Así que convencí a Naomi de que me llevara al interrogatorio para hablar con él a través de ella.

Por desgracia éste hecho hizo que mi relación con Naomi cambiase. Desde que hablé con Álex, a través de la niña, ella me había cogido un poco de miedo. No entendía porque tuve que dormirla y coger su cuerpo para hablar con Álex. Pero era necesario, para sacar a la luz sus identidades. De ésta manera, ahora está en el manicomio y no dañando a Naomi con sus palizas y palabras. Pero mi princesa no entendía el porqué, su inocencia era transparente y me alegraba por ello. Algo que Álex no le ha arrebatado, al menos todavía.

Pero había perdido la confianza de Naomi y me castiga con su silencio. Desde aquel día de la policía no me ha dirigido la palabra. Me ignora cada vez que le quiero hablar y en las noches me deja encima de la estantería, en vez de dormir en sus brazos. Ésta actitud me llena de dolor, dado que la he protegido siempre en la medida de lo posible. Ella es mi dueña, mi princesa, es...como mi hija que nunca tuve.

Desde cuando empecé amar a esta pequeñaja, no lo sé exactamente. Sólo sé que me robó el corazón. Ahora que ella está sentada en lo más adentro del armario, rodeada de dibujos suyos, dónde se ha dibujado sola en medio de la oscuridad, dónde yo ya no estoy para protegerla... se me quebranta el alma y eso que es lo único que conservo en éste cuerpo de trapo.

Naomi se había quedado dormida, abrazando sus rodillas y me había puesto enfrente suyo mirando entre la puerta de entrada y ella. La observé durante un buen rato. Su sueño era inquieto. No dejaba de balbucear y en ocasiones en balancearse para tranquilizarse. Estaba sufriendo y yo tenía una parte de culpa. De pronto se escuchó un ruido. Mi princesa se despertó de pronto y se puso a temblar. Tanto ella como yo nos vino a la mente, el recuerdo de cuando Álex entraba en su cuarto en silencio y acababa ella magullada y llorando.

Eddie (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora