Capítulo 8: Lobo Cazado

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Alba

Miraba impaciente el reloj de pared situado detrás del escritorio de Kaimi

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Miraba impaciente el reloj de pared situado detrás del escritorio de Kaimi. Después de leer la carta y de ver por encima los objetos, fui directa a la policía. Quería hablar con el inspector que estaba a cargo de la desaparición de mi amiga Helena. Al llegar me habían metido en su despacho y me habían dicho que vendría al cabo de cinco minutos.

Volví a mirar el reloj, ya había pasado exactamente 10 minutos desde que llegué. Tenía prisa, quería resolver esto pronto ¡estaba en juego la vida de Naomi! Mientras esperaba mi mente volvió a la carta y me vino de pronto aquellas palabras que me dijo un día Helena.

Flashback

— ¡Otra vez se ha dignado a tocarte! — dije enfadada y sobretodo llena de impotencia — cada vez tengo más ganas de ponerle laxante en su café.

Mi amiga dejó escapar una risa nerviosa, pero después paró abruptamente. El moratón que tenía en su barbilla y el ojo izquierdo que estaba notablemente hinchado, tenía pinta de doler horrores. Otra vez Alex le había pegado, había desahogado su furia contra Helena. Mi amiga no paraba de llorar y se mostraba cabizbaja. Sentía vergüenza por lo ocurrido, como si ser maltratada fuera culpa suya, como si ella mereciera esto. No podría ni llegar a imaginar cómo se tendría que sentir ella ante humillante acto, si ya era inmune a sus palizas o si cada golpe que recibía dolía tanto como el primero. Sólo sabía cómo me sentía yo. Ver a una de las personas que más quieres sufrir es una sensación de auténtica injusticia y pavor. Escuchar como disculpaba Alex por cada acto que dejaba acariciar en forma de moratón en su piel, era asquerosamente inaguantable. Nunca he sabido por qué ella lo justificaba, ¿Era amor?, ¿Era miedo? O ¿simplemente no conocía otra vida y para ella ésta era vivir?

Le había animado muchas veces a denunciar, pero Helena se cerraba en banda. No quería hacerlo dado que excusaba que Alex le pedía perdón, que no lo hacía queriendo y que se amaban de verdad. Pero al contrario del amor, ella se iba consumiendo cada día más. Su aspecto parecía más mayor de la edad que de verdad tenía, sus ojeras ya eran permanentes y su voz rota por el dolor ya era normal que saliese ¿Cuándo fue la última vez que vi a Helena resplandeciente y feliz? Creo que fue en el nacimiento de Naomi y poco le duró, dado que recibió una paliza porque fue una niña y no un niño. Me acuerdo que le tuvieron que escayolar el brazo, el muy imbécil se lo rompió al levantarla del suelo con un gesto tosco.

En fin, la última palabra la tenía ella. Yo no podía obligarla hacer nada y eso me concomía por dentro. Ver como su aspecto se demacraba día a día y yo sin poder hacer nada, me hacía sentir que estaba dejando morir a mi mejor amiga pero ¿Qué podría hacer?

Miré a Helena muy preocupada, hoy estaba distinta. Siempre que Alex le pegaba me llamaba llorando y cuando llegaba a su casa hablábamos sin parar y nos inventábamos todas las maneras posibles de vengarnos de él. Pero hoy, estaba callada y cabizbaja. Eso no me dio muy buena espina. Le cogí de la mano y con la otra le levanté la cara suavemente intentando no hacerla daño. Percibí que tenía una leve herida debajo del ojo que le sangraba. Sin decirle nada me levanté y me dirigí al baño, cogí yodo, gasas y unos puntos de pegatina. Regresé al salón y comencé a curarle suavemente. Mi amiga cerró los ojos, de vez en cuando expresaba su dolor por medio del rostro, pero no se quejó y dejó que le curase hasta el final.

Eddie (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora