Capítulo 12: El Hombre de las tres caras

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Semanas antes

Abrí los ojos con urgencia

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Abrí los ojos con urgencia. Sudaba por la sien como si fuera pleno mes de Agosto en el centro de Sevilla*. Notaba como las gotas de sudor bajaban por mis mejillas y cómo algunas de ellas me nublaban la vista. La camiseta, la tenía completamente pegada al cuerpo. Parecía que llevase puesto un traje de neopreno. Me tocé las muñecas al no recordar si él me había atado. Las tenía libres aunque las heridas de éstas las tenía abiertas y me dolían al moverlas.

Me erguí lentamente temiendo que el hombre estuviera sentado en la silla, donde siempre me observaba. Afortunadamente estaba vacía y no había rastro de él. Decidí levantarme del colchón maltrecho, roto y con olor desagradable. Durante estos últimos años ha sido mi refugio y el único sitio en que siento que podría morir en paz.

Caminé lentamente, dado que mi cuerpo estaba malherido y me dolía los golpes que ese malnacido me había hecho. Miré la bandeja donde él me dejaba la comida. Estaba completamente vacía, eso significaba que era antes de las tres del mediodía. Me traía la comida a esa hora, dado que al dejar la puerta abierta del sótano, podía escuchar las noticias de la televisión de arriba.

Me acerqué a la pared izquierda de mi pequeña celda. Cogí la piedra afilada que escondía debajo de una baldosa del suelo. Moví la cama lentamente para que no hiciera ruido. Me costó más de lo acostumbrado, porque mis costillas me dolían a rabiar. Mi mente divagó por un momento en el pasado, cuando él se enfadó al no recitar bien el primer capítulo de Don quijote*. Con sus brazos fuertes, hizo que perdiera el equilibrio y cayese al suelo. Luego se dedicó, a lo que a mí me pareció una eternidad, a darme patatas tan seguidas que apenas supe si me alcanzaba tiempo para respirar.

Durante estos años me hizo leer varios libros clásicos. Tales como "La Celestina"*, "La Regenta"*, "Lazarillo de Tormes"*,"Cien años de Soledad", "Rimas y leyendas"* y mi favorito: "Cinco horas con Mario"*. Lo único que me gustaba de este cautiverio era los libros. Nunca fue de mi agrado leer, pero era lo único que me distraía de mi desgracia.

Dejé a un lado estos recuerdos y puse una raya en la pared para apuntar que había pasado un día más. Controlar el tiempo me ayudaba a mantener la cordura. Observé la cantidad de rayas que había señalado. Tanto tiempo que había permanecido aquí y me sorprendí a mí misma que hubiera sobrevivido. Apenas ese monstruo me alimentaba.

Intentaba ser positiva y buscaba pasatiempos para mantenerme activa. Me ponía hacer flexiones en mi celda para mantenerme en forma y sobre todo para alcanzar mi objetivo: Escapar de ese lugar. Volví a poner en su sitio la cama para tapar mi secreto del recuento de días.

Observé el suelo de la puerta de la celda. Él me había dejado ropa interior limpia. Mi vestimenta se basaba en sujetadores, bragas y cuando estaba de buen humor alguna que otra camiseta. Cada día me proporcionaba prendas limpias y en mis días de menstruación me dejaba varias toallas para mantener mi higiene. Me gustaba esos días, dado que él nunca osaba tocarme. Pero cuando pasaba, perfectamente se podría pasar días abusando de mí. Era completamente repulsivo.

Eddie (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora