Capítulo 16: Jacob

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Helena

Desperté sobresaltada

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Desperté sobresaltada. Miré por un momento desconcertada, dado que no recordaba donde estaba. Vi los barrotes y las paredes llenas de suciedad. En una esquina dormía incómoda Diana. Recordé que alguien me había secuestrado y me había llevado allí. Mi compañera de celda se giró lentamente y me miró. Me sonrió con dulzura, se levantó. Yo me erguí y le dejé sitio en el colchón.

—¿Otra pesadilla? —preguntó.

—Sí, lo siento si te he despertado.

—Tranquila, yo al llegar aquí siempre tenía. Ahora sigo teniendo pero creo que me he acostumbrado a no descansar.

Miré a fuera de la celda y suspiré. Tenía miedo de que volviese ese hombre, aunque me gustaría hacerle algunas preguntas como: ¿Cuánto tiempo nos mantendría vivas? ¿Para qué nos necesitaba? ¿Quién era?

—¿Sabes quién es el hombre de la máscara? —pregunté.

—No, la verdad es que no. He estado pensando durante éste tiempo quien podría ser. Incluso llegué a sospechar que era mi propio esposo.

—¿Estás casada? —pregunté sorprendida, dado que no le había visto anillo de compromiso.

Ella tragó saliva muy fuerte. Parecía que no le gustaba hablar sobre eso. Decidí no insistir y cambiar de tema cuando ella me interrumpió.

—Sí, él se llamaba o se llama Matías Román. Me enamoré de él porque siempre se mostraba melancólico. Su aura de tristeza me atraía. Como si fuera un misterio que quería resolver.

Ella miraba a la nada, con una sonrisa en la cara como si le tuviera allí mismo. No cabía duda que ella le amaba a pesar del tiempo que había estado cautiva. Recordé por un breve momento a Álex. Sabía que aún sentía algo por él, pero mi amor no era nada comparado como el amor de Diana hacia su marido. Las palizas de él, me había hecho despertar del mundo de las hadas. Mi matrimonio estaba roto desde hacía tiempo. Creo que fue justo al nacer Naomi.

—Todavía me acuerdo de la última vez que lo vi—siguió hablando despistándome de mis pensamientos— ese día discutimos. Si hubiera sabido que sería nuestro último día juntos, no habría insistido en ello.

—No lo podrías saber—dije tocándole su espalda para reconfortarle— ese desgraciado te secuestró.

Ella se levantó y se dirigió a la puerta, donde el hombre de las tres cabezas había dejado una bandeja con ropa limpia. Diana comenzó a desnudarse y a cambiarse. Yo me levanté e hice lo mismo. En verdad deseaba sacarme la ropa sudada. Sólo hacía una semana que estaba aquí y me parecía que había pasado meses. No me podía imaginar el sufrimiento que ha tenido que pasar Diana y sobre todo, que lo haya pasado sola.

—Sé que no tengo derecho—dije arriesgándome, sinceramente tenía mucha curiosidad— pero ¿Qué pasó el día que te secuestró?

Ella acabó de cambiarse. Dejo la ropa sucia en la bandeja y se fue directa al colchón a tumbarse. Yo me senté en el suelo con las piernas cruzadas deseando escuchar su historia.

Eddie (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora