14. El dilema de Tyler y Stefan.

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—Yo... —Relájate, Quinn, todo saldrá bien—. Me duele porque... terminé enamorándome de ti.

Stefan no responde, no se inmuta, no hace nada y siento como si le hubiera hablado de una piedra. Luego de lo que parece ser una eternidad de silencio, lo rompe cuando se levanta de la cama. Observo su cuerpo, está sin camisa pero aún conserva sus jeans. Se agacha, toma su ropa, gira y se encuentra listo para abandonar la habitación. ¿Qué? Me levanto también y rápidamente lo sigo hasta dar con su brazo, que se encontraba a punto de sacarle el seguro a la habitación. Lo obligo a que se gire y me mire a la cara. Sus ojos están rojos y sé que está funcionando demasiado bien.

—Stefan, por favor tienes que escucharme —dejo escapar un sollozo.

¿Por qué estoy haciendo esto?

Su semblante parece a punto de quebrarse. Me observa por un instante y suelta la perilla de la puerta, dispuesto a hablar conmigo.

—Quinn, no hagas esto por favor —suplica. Sus ojos me están rogando que no juegue más con él. Lo miro y considero de verdad dejar todo esto, pedir perdón y si Riley junto a todos se enojan conmigo, pues que lo hagan.

Pero en el momento más inoportuno, un recuerdo de Zack viene a mi cabeza. Recuerdo cómo me rompió en pedazos. Recuerdo esa mañana llorando en la acera de la calle, luego a los brazos de Harry cargándome hasta su auto. Luego recuerdo a Stefan. La manera en la que me atrapó contra esa mesada, todas las cosas que me dijo, la forma en la que me tocó sin mi permiso. Mi interior se sobrecarga con resentimiento y enojo. Estoy harta de hombres de mierda pensando que pueden pasar por encima de mí como si fuera indestructible.

—Quise con todas mis fuerzas ignorar todo esto. —Más lágrimas se agregan a la cascada de agua que se está formando—. Pero... Pero mi plan salió mal y terminé cayendo. Soy una idiota, lo sé. Estaba a punto de decírtelo... Tienes que creerme.

—¿No ibas a dejarme? —pregunta lleno de inseguridad y el chico de siempre comienza a desmoronarse más y más.

Niego con la cabeza. Sin poder mirarlo a los ojos, bajo la mirada al suelo. Comienzo a alarmarme al no obtener ninguna respuesta de su parte. Sin embargo, ahí está parado, como si estuviera esperando algún otro indicio.

Sin mucho para hacer, vuelvo a murmurar un falso y vacío:

—Lo siento.

Subo la mirada, sintiéndome algo incómoda. Justo cuando comienzo a pensar que simplemente había hecho el ridículo enfrente de Stefan, que nunca me creyó y que no es tan ingenuo para hacerlo, me toma de la mano.

Me asombra tanto que me cuesta esconder mi cara de sorpresa.

—Te quiero, Quinn —me dice directo a los ojos y es como si una ola de seguridad lo hubiese empapado de pies a cabeza. Estiro mis labios en una sonrisa mientras espero que no haya salido tan siniestra como la de una persona que acaba de salirse con la suya.

No espero más y antes de que pueda arrepentirse y decidir que es una mala idea, me adelanto, uniendo con lentitud nuestros labios. Responde al instante y lo único que pasa por mi cabeza es «¡Sí, sí, sí!».

El plan se desequilibró un poco, pero no hay plan que no lo haga, ¿verdad?

***

—Quinn Meyer, te haría un altar. —Aggie se levanta de un brinco del sofá después de que termino de contarle todo lo que sucedió. Comienza a aplaudir como loca. Con una sonrisa, entro a la cocina y hago una pequeña reverencia.

—Gracias, gracias.

La fiesta de ayer fue grande y de alguna manera, esta parte de la casa salió ilesa de la fiesta.

The New Heartbreaker | DISPONIBLE EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now