38. Amenazas de la abuela.

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Me he puesto de mal humor, por algo inexplicable. He leído el diario de Felicity y pensando algunas cosas... puedo hacer uno que otro deseo realidad.

Cuando oigo un auto cerca, pienso que podría ser Kerrick, pero me doy cuenta de lo equivocada que estaba cuando sale una chica del vehículo.

—Baxter —lo llamo—. Te buscan.

Él se asoma y una sonrisa desprende de su rostro. Sale y veo como va a abrazar a la chica, ella acaricia su cabello y... qué falta de respeto, nadie se mete con el cabello de mi hombre.

Ambos entran y ella me mira de arriba a abajo, arqueo una ceja.

—Pep, ella es Annie —me dice Baxter sonriendo.

—Hola, Pep —ella me saluda.

El apretón de su mano es más fuerte de lo normal y me doy cuenta de que no es agradable.

—Virginia para ti —digo.

Baxter frunce el ceño en mi dirección y niega con la cabeza ligeramente.

—Recorreré la granja —ella dice.

Besa la mejilla de Baxter con sus labios hinchados, seguro por todas las inyecciones que se ha de meter en ellos.

—¿Quién es ella? —es lo primero que pregunto.

—Ella... es Annie —dice—. Es una muy buena amiga, fue mi novia en la secundaria pero no funcionó.

Empiezo a reír mientras doy un solo aplauso. Me levanto del sofá y él entiende al instante que no me cae bien ese dato.

—¿Otra ex novia en casa? —río.

—Mi alma, solo es una amiga... —lo interrumpo.

—Amiga mis calzones —frunzo los labios a más no poder—. Te come con la mirada... como si fuera un león y tú su presa.

—No es así —me abraza—. ¿Celosa?

Me río, me ha agarrado de mal humor y es culpa del embarazo.

—No me compras con el jueguito de los celos y la gracia que te hacen.

Me voy de la sala y entro al cuarto, que sin darme cuenta, Baxter y yo compartimos. Cierro la puerta y llego a la conclusión que es mejor darme una ducha.

Oigo golpes en la puerta del baño cuando me estoy vistiendo.

—Pep, no te enojes —le oigo decir.

—¡A la mierda mi enojo, déjame en paz! —exclamo. Pero pienso que él no merece que lo trate así, debo ser más justa—. Lo siento, sólo que hoy no estoy de mi mejor humor.

—Comprendo —él dice.

Abro la puerta del baño y me siento mal por tratarlo así. Acaricio su rostro mientras él cierra los ojos y cuando me dispongo a unir sus labios con los míos, Annie aparece.

—Bax, ¿qué tal si salimos al pueblo?

Juro solemnemente jamás volver a llamarlo Bax.

—Sí, Pepper nos puede acompañar.

La presencia de la tipa me hace mal y no creo poder soportar que ella esté cerca todo el tiempo.

—No, estoy embarazada —digo—. Es mi último trimestre, no quiero esos trotes.

Ella me mira de arriba a abajo, arqueo mi ceja en su dirección y asiente.

—Te espero en el auto, Bax.

¡Ayúdame, Baxter!Where stories live. Discover now