30. Placeres de la vida.

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Me quedo tendida en el sofá como una morsa mientras me encargo de untar la manteca de cacao en mi vientre, porque según mi nana eso me ayudará con las estrías.

Ayer por la tarde, mi nana y mi padre hicieron una breve visita, pero no los vi porque me había quedado dormida.

—¿Alguien está de humor para comer tarta de frambuesa? —pregunta Baxter desde la cocina.

—¡Yo siempre estoy de humor para comer tarta de frambuesa! —exclamo desde el sofá.

Baxter se saca un trozo de tarta y me entrega el resto a mí, se sienta a mi lado con la pañalera de Crystalie.

—Tu padre trajo más obsequios para la niña —dijo.

Dejo mi tarta a un lado y agarro la pañalera con el ceño fruncido. Echo un ojito para ver la nueva ropa de la niña.

—Mi hija será la mejor vestida —digo con orgullo.

—No hay lugar a dudas —me dice.

Registro los bolsillos delanteros y me encuentro con mis amadas.

—Oh, mis niñas, están con mami otra vez —digo con anhelo observando mis tarjetas de crédito.

Baxter se ríe de mí, pero no le presto atención. De seguro mi madre se puso de acuerdo para entregármelas, porque ella me las había quitado. Sólo falta mi auto.

—Está bien, pasó ya tu momento con las tarjetas —dice Baxter—. A comer, que hoy tenemos que viajar a la ciudad.

—¿Por qué?

Mastico una trozo de tarta y dejo que la frambuesa se funda en mi boca.

—Yo también quiero hacerle regalos a la niña.

Me quedo viendo su perfil, pestañeo varias veces antes de hablar.

—No es necesario —le digo—. En serio que no lo es.

Me dice de manera amable, que él no me está pidiendo permiso para hacerle algún regalo a Crystalie, que lo hará así yo no quiera.

Esa tarde viajamos a la ciudad y como vamos a andar en lugares sumamente públicos, llevo gafas.

Entramos al centro comercial y con mis tarjetas de crédito en el bolso me siento como hace unos meses. Una chica de diecinueve años sin nada de qué preocuparse. Pero ahora es muy diferente... y me gusta que sea así.

Entramos a la primera tienda de ropa de bebé que nos encontramos y podría volverme loca. La ropa es muy adorable y pequeñita.

—Mira esto, ¿será tan pequeña? —me pregunta mostrándome un pequeño conjunto morado.

—Sí, así será —le digo.

Dejo un beso en sus labios y me voy a otro pasillo. Agarro prendas que me fascinan, biberones, uno que otro peluche. Viendo todo a mi alrededor, me doy cuenta de que no sé que es lo que pasará cuando ella nazca.

No sé si regresaré a casa, si mi padre me dará mi espacio para vivir con ella, o qué mismo. Pero prefiero no pensar en eso ahora.

Sigo con mi elección de prendas y él aparece en mi campo de visión con unos trajes de animalitos.

—Yo crecí en una granja —me dice y sonríe—. No pude evitarlo, ¡esto de hacer compras para la bebé es muy divertido!

Me muestra sonriente un pequeño traje de oveja y otro de león. Está loco, pero dejo que haga lo que quiera.

Pago las cosas que yo llevo por mi cuenta y él paga las que lleva, sigo diciéndole que no es necesario pero él parece no entender.

—Para Crystalie —dice entregándome la bolsa con los trajes.

¡Ayúdame, Baxter!Where stories live. Discover now