Me quedé ahí parada viendo como Marian lo besaba y Max no hacía nada para quitársela de encima.
Entré al departamento y le di un azote con todas mis fuerzas a la puerta.
Los dos se sobresaltaron y cuando Max encontró mis ojos, abrió los suyos de par en par soltándose de Marian y levantándose del sofá.
—Liesel— titubeó —Déjame explicarte.
Yo me reí con ironía. No sabía cómo carajos reaccionar y para rematar Max sale con esa idiotez.
—Vaya. Que impredecible eres— le respondí con sarcasmo.
Mis manos comenzaban a temblar del coraje y sentía que la respiración se me agitaba poco a poco.
—Se supone que ibas a llegar más tarde, ¿no?— como siempre Marian de metiche.
Ya no podía más con su maldita hipocresía.
Me acerqué hasta el sofá, la levanté del cabello y le di una cachetada con todas mis fuerzas, después otra y otra hasta que Max la escondió detrás de él.
— ¡¿Por qué la defiendes?!— le grité.
—Porque ella no tiene la culpa— me dijo.
De pronto tenía a Marian enfrente de mí y me dio una cachetada que no me esperé.
—Cálmate— Max la agarró por los hombros.
— ¡Ya estoy harta de que siempre me esté golpeando!
—Es lo que te mereces por ofrecida— sin duda, me había dolido el golpe pero no iba a demostrárselo.
—Liesel— Max suspiró antes de seguir hablando.
— ¿Qué? ¿Ahora con que estupidez me vas a salir?
Escuché que la puerta se abría pero no volteé a ver quién era.
— ¿Qué pasa?— preguntó Diane.
—Creo que necesitamos hablar a solas, Liesel— me dijo Max.
— ¿Para qué? Si de todos modos ellos ya están metidos hasta el tope en nuestra relación. ¿Qué más da que escuchen tus estúpidos pretextos?
—Yo sé que debí decírtelo, pero no sabía cómo— me susurró.
—No te preocupes, mi cielo. Yo te dije que no era ninguna tonta y me imaginaba que no me habías dicho la verdad.
Max se llevó una mano a la cara y sin más, me arrastró hacia su habitación. En cuanto entramos me solté de su agarré.
— ¿Y bien?— estaba luchando como nunca por no llorar.
—Yo sé que me equivoqué. Y no sé qué más decirte porque tú no te mereces esto.
—Eres un...— tragué para no llorar —Eres bueno mintiendo.
— ¿Qué?— me miró confundido.
—Me creí tus palabras, me creí que me querías, me creí que nada iba a poder separarnos.
— ¿Y tú qué? No toda la culpa es mía— Max se acercó solo unos pasos —Tú dejaste que todo esto se fuera al caño. Siempre peleando, siempre gritando siempre celosa— me reprendió.
—Ay, ¡perdóname por quieres quitarte a esa resbalosa de encima y por querer que nuestra relación no empeorara!
— ¡Por favor! No te hagas la mártir. Ya me cansé de que creas que solo tú sufres.
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Tu cielo, mi destino. Fanfic de 'La ladrona de libros'.
FanfictionLiesel Meminger. 19 años. Pasatiempos: salir con Rudy, ver a su padre tocar el acordeón y adorar al Führer. Liesel pensaba que su vida estaba completa, que no necesitaba más. Pero sin duda la llegada de el judío Max Vandenburg a su casa hará que ca...