Esto es algo que sucede una vez y nunca más

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Diane está acabando con mis nervios: «Liesel dame esto»; «Liesel, corre. Dame esto otro»; «No, no. Esto no, lo otro». Si esto pasa en todas las bodas, entonces ya no quiero nada.

— ¿Si lo encontraste?— me gritó Diane con voz chillona.

—Sí, ya lo tengo.

Llevaba en la mano la milésima cosa que me había pedido en estas últimas tres horas.

—Ten.

Le entregué la pequeña caja y Diane la tomó sin darme las gracias para después sacar una gargantilla de plata de la misma.

— ¿Me ayudas a ponérmelo?— me la tendió.

Diane estaba frente a un espejo y prácticamente lista, con su vestido blanco hasta el piso, el enorme velo y su ramo de margaritas blancas descansando a un lado del tocador. Ella si iba a casarse por la iglesia.

— ¿Liesel?— me estaba poniendo la gargantilla casi a la altura de la cara.

—Las personas educadas dicen por favor y gracias— dije mientras abrochaba la joya a su cuello, y a su vez, para quitarme la nostalgia de la cabeza.

—Perdón. Es que estoy nerviosa— me dijo con una sonrisa tímida.

—No tienes por qué estarlo. Te aseguraste de que todo estuviera bien, ¿no?— le sonreí para calmarla.

—Sí— dijo volteando hacia mí —, pero nunca falta algo que pueda salir mal.

Suspiré demasiado alto. La negatividad de esta mujer me saca de quicio.

— ¿Qué esperas para cambiarte?— me dijo viéndome con el ceño fruncido.

—Que dejes de pedirme cosas.

Se dio una palmada en la frente y se río con nerviosismo.

—En serio, lo siento.

Alrededor de una hora después ya estaba lista; con el vestido rojo que compré a última hora porque no había tenido tiempo ni ganas de ir a una tienda, unas zapatillas negras que ya tenía, un peinado sencillo y con lo poco que sabía de maquillaje logré verme decente, diría yo.

— ¿Ya está lista la novia?— dijo asomándose por la puerta que le ayudó a planear la boda a Diane, aunque la verdad puede decirse que yo hice más, claro, a menos que ella estuviera trabajando desde las sombras.

Miré a Diane y ella me sonrió emocionada. Obviamente ya estaba lista.

Cuando llegamos a la iglesia, Diane se quedó en la entrada y yo dejé que la planeadora se encargara de que todo estuviera bien para poder ir a donde estaba Max, que desde que me vio no me quitaba la mirada de encima.

—Hola, guapa— me dijo risueño.

—Hola. Te queda muy bien esa corbata— señalé a la pieza de tela color rojo que se escondía bajo su saco.

— ¿Cómo amaneciste?— me dio un beso que casi logró que se me olvidara todo.

—Digamos que lo importante es que amanecí.

—Descuida. Ella va a estar igual cuando nos casemos tú y yo.

Levanté la mirada y le sonreí. Caray, dije que esperaría pero si este hombre me pidiera matrimonio, aceptaría sin dudar.

Por suerte, la marcha nupcial empezó a escucharse y decidí concentrarme en el corto paseo que daba Diane hacia el altar del brazo de Alex Steiner. Yo le insistí que invitara a su padre e hicieran las pases, pero su respuesta siempre fue un rotundo no, así que no insistí, al menos no mucho.

Tu cielo, mi destino. Fanfic de 'La ladrona de libros'.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora