Estoy lista para que me dejes caer.

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No hubo más escuela, pero las Juventudes Hitlerianas siguieron como si nada. Eso nos molestó un poco a todos.

Cuando no tenía nada que hacer, me la pasaba encerrada en el sótano tanto tiempo, que había veces en las que mi madre me sacaba casi a rastras de la casa, o le decía a Rudy que me llevara a la calle.

En esos dos meses hubo más desfiles de judíos que en lo que iba del año. Yo había contado nueve. Al principio, Rudy me insistía para que fuéramos a burlarnos de su desgracia, yo no quería, pero luego se me ocurrió que tal vez Max se podría encontrar entre ellos. Una posibilidad que me torturaba al pensar que lo habían capturado, pero que a la vez me daba la esperanza de que siguiera libre si no lo veía entre el grupo.

Yo siempre estaba presente en los desfiles, aunque a Rudy ya empezaba a fastidiarle. Según él, ya se le había pasado la emoción del momento, pero me importaba muy poco lo que pensara Rudy. Yo no iba a perderme ninguno por nada del mundo. Y después de una muy larga espera, un día del mes de octubre por fin volvería a encontrarlo. Por fin volvería a ver a Max.

Rudy estaba con los brazos cruzados sobre el pecho mientras yo buscaba discretamente a Max entre la multitud, como siempre lo hacía. Aunque era raro para estas fechas, el clima era cálido. Eso podía ser una señal.

Con tantas personas ahí, era casi imposible encontrarlo, pero a decir verdad fue bastante simple. Todos en ese desfile iban con la mirada hacia el piso. Todos excepto uno. Él no escondía su cara de los espectadores. Al parecer él también buscaba algo. Sentí que todo el mundo se desvanecía cuando mis ojos se toparon con él.

— ¿Y ese qué busca?— alcancé a escuchar a Rudy a mi lado.

Le sonreí a Max aunque no me estuviera viendo y empecé a caminar hacia él, no sin antes girarme para ver a Rudy.

—A mí. Me busca a mí— le respondí con orgullo.

Me volví hacia el desfile sin darme el tiempo para ver la expresión de Rudy. Caminé por la orilla hasta encontrar de nuevo a Max.

— ¡Max!— grité y nadie volteó.

— ¡Max!— esta vez miré una cabeza volverse.

Corrí hacia él, mientras me abría paso entre los demás judíos.

—Liesel— dijo en un susurro mientras me sonreía —No puedo creerlo— dijo Max —Estás aquí.

Sentí que la garganta se me cerraba.

—Me atraparon hace unos meses cuando trataba de llegar a Stuttgart.

Lo tomé de la mano y él se quedó viéndolas.

—Tienes que soltarme, Liesel.

Pero no hizo nada por soltar mi mano.

—No, no lo haré. No tienes ni idea de cuánto tiempo he esperado esto.

— ¡Eh!— el grito de un soldado nos sacó de nuestra burbuja — ¿Qué haces aquí? Retírate.

Max soltó mi mano y trató de empujarme, pero gracias a la mala alimentación que había tenido, apenas y pudo moverme.

El soldado llegó y me tomó del brazo. Volteé a ver a Max que estaba asustado. Más bien estaba aterrado. Jamás le había visto tanto miedo en el rostro.

—Te dije que te salgas— con los dientes apretados me arrastró hasta donde estaban las personas viendo y me arrojó al suelo con fuerza.

¿Acaso ese imbécil creía que con esto me iba a detener? Por supuesto que no, él no conocía a Liesel Meminger.

Tu cielo, mi destino. Fanfic de 'La ladrona de libros'.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora