Puedo sentirlo: el peligro se acerca.

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Según los boletos del barco que nos compró la señora Hermann, este zarpaba en la última semana de junio del puerto de Santa Úrsula, en Italia, así que solo teníamos unas cuantas horas para partir a la estación de trenes.

-No puedo creer que este día llegara tan rápido- la señora Ilsa tenía los ojos inundados de llanto.

-Recuerde que le prometí que le escribiría, así que no se ponga triste.

-Bueno, sería mejor si donde vivieras hay un teléfono- sacó un papel doblado en dos y me lo tendió- Esperaré una llamada con ansias.

La abracé y me dio mucha pena dejarla en este estado.

-No te preocupes por mí. Haz tu vida- me dijo como si me hubiera leído la mente -Cuídala mucho. Nunca encontrarías a otra igual a ella- miró a Max.

-La cuidaré como si de mi propia vida se tratara- le sonrió.

Max le tendió la mano, pero ello lo abrazó. En su cara se dibujó la sorpresa, pero luego lo acepto gustoso.

El tren llegó a la estación, anunciando que ya era tiempo de comenzar una nueva vida con mi ángel.

-La casa se sentirá tan sola sin ti- dijo Ilsa.

-Fue lo mismo que me dijo el señor Steiner, y la verdad yo también lo voy a extrañar a pesar del poco tiempo que estuvimos conviviendo- dijo Max mirando con ternura a Ilsa. De verdad que no sé cómo pude haberlo tratado tan mal antes. Odio a mi yo del pasado.

-Tenemos que subir ya- les dije a ambos.

-Está bien, cuídense los dos.

Nos dio un rápido abrazo a los dos y luego subimos al tren tomados de la mano. Nos dirigimos al vagón donde se encontraban las cabinas individuales y entramos a una, colocamos las maletas pegadas a la pared del vagón y nos sentamos, uno enfrente del otro.

-Por dios, las manos me sudan- le dije a Max.

-Yo siento que me está temblando todo- dijo jugando con sus manos.

Recargué mi cabeza sobre el respaldo del asiento y cerré mis ojos. La última vez que me subí a un tren fue hace poco más de diez años y terminó de una manera terrible.

Abrí los ojos de golpeé y encontré a Max mirándome con curiosidad.

- ¿Qué pasa?- todavía seguía jugando con sus dedos.

-Estoy nerviosa- le dije la verdad a medias.

- ¿Por qué?, digo, porque yo creo que no es por el viaje, ¿o, si?

El tren comenzó a moverse, primero muy lento y poco a poco fue subiendo la velocidad.

-Te juro que no importa- respiré hondo.

Volteé hacia la ventana y vi cómo íbamos dejando las casas atrás, junto a los árboles y a las montañas. Puse la mano sobre el cristal.

«Te voy a extrañar» pensé con nostalgia.

Y era verdad, además de que jamás iba a olvidar este lugar por mucho que haya perdido aquí. No porque el cielo nocturno este nublado quiere decir que las estrellas desaparecen.

El viaje está durando más de una semana. Una semana que fue demasiado tortuosa para mi salud. Para empezar, toda la maldita semana de viaje tuve nauseas a todas horas, estuvo haciendo un calor insoportable, no podía pasar ni un bocado de comida porque inmediatamente la devolvía, sentía que el piso se me movía y me sentía débil. Para rematar, tenía a Max muerto de la preocupación y con los nervios de punta.

Tu cielo, mi destino. Fanfic de 'La ladrona de libros'.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora