Si tienes tu corazón roto, te daré el mío

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Y Max cumplió su promesa. Ese día me pasé lo que restó de la tarde con él hablando sobre nuestro futuro. Exacto, por fin éramos Max y Liesel contra el mundo. Y aunque no sabíamos qué iba a pasar con nuestra relación o de qué íbamos a comer, una cosa estábamos completamente seguros: ninguno de los dos quería quedarse en la tierra aria.

...

—Y, ¿entonces a donde quieren irse?

Habían pasado dos semanas desde que Max regresó por mí. En este momento nos encontrábamos en la sala de estar de la señora Hermann explicándole nuestros planes para el futuro.

Me giré para ver a Max, pero él estaba bastante tenso como para hablar. Aun no podía respirar sin sentir esa presión en el pecho de que en cualquier momento una persona pudiera entrar por la puerta y llevárselo otra vez. Eso me lo confesó el día que conoció a la señora Ilsa, cuando estábamos en el rio.

—La verdad es que— tomé la mano de Max, que estaba temblorosa y él volteó a verme —Aún no lo sabemos, pero queremos salir de aquí.

La señora Ilsa suspiró y cerró los ojos antes de agachar la mirada.

—No puedo creer que me esté pasando otra vez.

Max y yo nos volteamos a ver y yo me mordí el labio inferior. Solté la mano de Max y me levanté del sofá.

— ¿Qué sucede?— le pregunté después de ponerme en cuclillas frente a ella.

—Yo sé que va a sonar muy egoísta, sobre todo, después de todo lo que te ha pasado, pero no quiero perder otro hijo por segunda vez— contestó sin voltear a verme.

—Escúcheme bien— abrió los ojos y me miró fijamente —Usted no va a perder nada, ¿me entiende? El hecho de que quiera salir de este lugar, no quiere decir que me voy a olvidar de usted. Usted me acogió sin que nadie se lo pidiera, incluso después de que la insulté aquella vez. Me ha apoyado, me ha soportado, pero sobre todo, me ha ayudado a seguir viva. No me dejó morir, y eso jamás lo voy a olvidar. La quiero y nunca podría dejarla.

Ilsa Hermann parecía no parpadear. Tomó mi cara entre sus manos y me abrazó. Yo hice lo propio mientras ella empezaba a sollozar.

No sé exactamente cuánto tiempo estuvimos así, pero estaba dejando de sentir las piernas por la posición en la que me encontraba y la presión del cuerpo de Ilsa.

—Le prometo escribir cada vez que pueda... y claro, siempre que haya algo bueno que contar.

Se separó de mi ahora húmedo cuello y aproveché para ponerme de pie.

—Me gusta que a pesar de todo, aun sigas teniendo alegría dentro de ti.

Me giré para ver a Max, quien me veía con una ligera sonrisa en sus ojos, pero aun jugueteaba con sus dedos.

Negué con la cabeza y le sonreí.

—Lamento que me veas en estas condiciones— se dirigió a Max mientras se limpiaba los ojos con el dorso de la mano —Siento haberte mojado el cuello. Te traeré una servilleta.

—No se preocupe— evité que se pusiera de pie —Yo voy por ella.

Me dirigí a la cocina, tomé una toalla de papel y la froté en el cuello. Di media vuelta, pero me detuve al escuchar que Max y la señora Ilsa estaban hablando.

— ¿Por qué te la quieres llevar?— le preguntó a Max.

—No es que yo me la quiera llevar. Es algo que los dos acordamos. No queremos estar aquí— le respondió con la voz carrasposa. Ese hombre está más que nervioso.

Tu cielo, mi destino. Fanfic de 'La ladrona de libros'.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora