¿Aún seguimos cayendo?

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Salimos del edificio de la mano y unas cuantas cuadras más adelante ya estábamos tocando la arena con nuestros pies desnudos.

Decidimos sentarnos en el muelle a ver el majestuoso espectáculo que se estaba llevando a cabo frente a nuestros ojos.

—Me parece increíble que las personas prefieran matarse en lugar de apreciar estos momentos— dijo Max mirando anonadado hacia el atardecer.

—Lo mismo digo.

Nos quedamos callados durante lo que restó del atardecer.

—Gracias— dije en un susurro.

— ¿Por qué?— apretó mi mano.

—Por todo. Por...— de hecho no sabía que decir —Por todo.

—Soy yo el que debería agradecerte— dijo Max.

—No entiendes— lo miré con ganas de llorar, pero sabía perfectamente que no lo iba a hacer —Has tenido todas la excusas para dejarme, pero no lo has hecho. Y no estoy diciendo que mi vida depende de ti, pero si eres parte importante de los cimientos.

Max me sonrió.

—Tienes el don de usar las palabras como te da la gana, ¿verdad?

Lo miré confundida.

—Puedes decir las cosas más bellas, pero también herir terriblemente con ellas.

Bajé la cabeza. No sé si apenada u orgullosa.

—Eso no es un don. A eso se le llama ser insensible— le dije en un susurro.

—Podrás ser muchas cosas, pero no insensible— me tomó de la barbilla e hizo que lo mirara a la cara —Nunca bajes tu cabeza— me susurró.

En ese momento lo abracé. Tenía ganas de quedarme así por siempre. Me sentiría más segura con él que con mil soldados custodiándome.

—Las estrellas están empezando a brillar... no han desaparecido, ni lo harán.

Perfecto, ahora Max había hecho que empezara a llorar gracias a lo que le había escrito en la oscuridad de mi habitación aquel mes de marzo.

—No llores, cielo.

Empezó a acariciarme el cabello, con toda la delicadeza del mundo.

Yo solo esperaba una cosa del destino: sabía muy bien que no podía confiar en él, pero aun así, esperaba que no me quitara al único ser que me quedaba a mi lado y al cual, amaba con toda mi alma. Merezco tenerlo junto a mí hasta que él se canse de todas las estupideces que hago.

Max, como el caballero que es, esperó a que me calmara para empezar a dar un paseo por la orilla del mar.

Durante todo el trayecto, ninguno de los dos dijo nada. Solo nos limitamos a sentir la brisa y el viento en nuestras caras.

Podía sentir como el aire que entraba por mis pulmones me liberaba poco a poco aunque se sintiera pesado por ser tan húmedo. Sé que suena contradictorio, pero prefería respirar esto que respirar las partículas de polvo que dejan los bloques de casas que fueron destruidos por culpa de alguna bomba.

—Debimos de haber hecho esto desde que llegamos— dijo Max muy sereno.

— ¿De qué hablas exactamente?— le pregunté distraída. La verdad en este momento no tenía ganas de hablar. Solo quería dejarme llevar sin preocuparme de nada.

—De esto. A los dos nos gustan estas cosas y nunca lo habíamos hecho.

Asentí lentamente. Pero claramente los dos sabíamos muy bien porque no lo habíamos hecho antes.

Tu cielo, mi destino. Fanfic de 'La ladrona de libros'.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora