Perfecta.

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Mi mirada se había quedado en su rostro sin saber cómo responderle. Ni sabía si era un simple chiste o qué, mi mente se puso en blanco y mis labios se abrieron un poco dejando salir el aire que había retenido desde que salieron esas palabras de su boca.

Pero ordené a mi mente enfriarse y pensar con cuidado. Suena un poco descabellada la idea pero algo en mi saltó al imaginarme teniendo muchos hijos a su lado lo que me hizo sentir realmente extraña.

Había logrado disfrutar el tiempo con él y pensar en todos los días verlo, despertar con él a cada mañana, que me haga el amor todos los días y de tener muchos hijos con él. Lo imagino muy bonito sinceramente.

Pero algo me frenó.

-no.-murmuré mirándolo a los ojos. El brillo de los mismos había desaparecido tan rápido como apareció. La mueca de una sonrisa que recién estaba iniciándose se deshizo.

-¿Por qué no?.- preguntó, su voz se escuchó apagada.-pensé que...- suspiró y miró a otro lado dándose la vuelta y acariciando su mentón.

-no es por ti, Will.- me apresuré. Este se volteó a mirarme.

-¿y por qué es?.-alzó sus cejas y seguro en su mente ha de pasar mil cosas, las cuales las mayorías seguro ni son ciertas.

Me acerqué y puse una mano en la suya, buscando sus dedos y entrelazandolos con los míos.

-aún soy muy jóven como para casarme.- musité despacio mirándolo a los ojos.

-quieres conocer más hombres.- el azul de sus ojos volvió a ser helado como lo era  hace algunas semanas.

-claro que no.- Junté mis cejas y negué agarrando su otra mano y me acerqué a su rostro, cerca de sus labios.-Tú eres el hombre perfecto para mí y no te cambiaría por nada.- miró mis ojos y sonrió con dulzura y un poco de verguenza, lo que nunca pensé ver en él.

De alguna manera sentía que lo que decía estaba bien, que no estaba fuera de contexto, que no lo estaba diciendo sólo por hacerlo sentir bien, sino por que yo también lo pensaba y de alguna forma lo sabía.

Es tan extraño, porqué cuando lo conocí tenía tantas cosas malas de él en la lista pero ahora que lo veo, es como si todas esas cosas malas han desaparecido frente mis ojos.

-y voy a casarme contigo.- afirmé. - pero no voy a ser una mantenida, voy a terminar mis estudios y voy a mantenerme de mi sueldo, de ahí a cuando me case contigo iré aceptado varias cosas, pero primero quiero probar lo que es ser una mujer independiente que gana su propio dinero trabajando duro. Quiero hacer mi propio dinero, no quiero vivir del dinero de impuestos y menos del gobierno, y me perdonas.- su sonrisa era tan enorme y negó al oír mis palabras, para luego besarme sin que me lo esperara.

-¿podrias ser más perfecta?.- su pregunta de escuchó después de un meloso beso lleno de cariño y pasión, suspiré sobre sus labios y luego sonreí, me miró a los ojos como si fuera a traspasar mi alma.- ¿me lo prometes?.- Miré su rostro y luego cerré mis ojos buscando alguna duda en mi mente que lo contradiga pero no había ninguna.

Mi mente y cuerpo sabía que yo era de él, solo de él, hasta que me muriera. Y aunque no debo  apresurar las cosas pero siento algo en mi pecho, algo que oprime, pero no lastima. Algo que late fuerte y me llena de esperanza, alegría, luz, y me asegura que él y yo, tendremos una vida juntos.

Muy pocas veces mi intuición se equivocaba.

-Te lo prometo.- sonreí y este copió mi acción, alzandome por los aires y regalandome un beso corto pero lindo a mis labios.

Juntó nuestras frentes.

-Te prometo que de mi mano, nunca te fallaré porqué la única mujer que quiero eres tú, de verdad.- lo miré a los ojos y lo obligué a que me bajara.

El DictadorWhere stories live. Discover now