Fascinante.

59.6K 3.3K 89
                                    

Lo habría logrado si tan solo fuera más rápida.

Pero tampoco puedo culparme tanto, no soy de hierro, tampoco un ser inmortal. Pero mi mala suerte es mucha como para no dejarme ir lejos de todo esto. Y con la persona que amo.

Miré hacia atrás al escuchar la puerta abrirse y darme la vista de una rubia alta, muy hermosa. Caminó hacia mi, parecía que se acababa de levantar, lo cierto es que eran las 10 de la mañana y la luz casi no entraba por la ventana.

Se sentó en la cama mientras yo estaba parada frente a la ventana
viendo como regaban los arbustos de la mansión.

Traía una botella consigo y unas copas en sus manos. Me sonrió amablemente.

-sé que es temprano, pero no es tarde para ahogar las penas.- alzó la botella.

Miré el suelo y luego miré su rostro. Era como si la bondad estuviera plasmada en su cara, como si te dijera, confía en mi, soy una buena mujer.

Una media sonrisa se formó en mis labios y fui caminando lentamente hacia la cama, donde ella ya estaba sentada.

Me extendió una copa y yo gustosamente la cogí.

-me enteré de lo que pasó.- ni siquiera me miró, solo estaba destapando la botella tranquilamente.- lo siento mucho.- me miró al fin, sus ojos me transmitían tranquilidad, como si ya estuviera acostumbrada a todo esto. Lo cierto es que yo no.

Negué lentamente con mi cabeza.

-todo pasa por algo.- murmuré mirando la reluciente copa con detalles dorados al estilo barroco en la boquilla sin tratar de ponerme más triste por mi fracaso .

-te diré algo.- musitó mientras servía el líquido dorado en la copa, las burbujas subían rápidamente llegando hasta la superficie.- me sorprende la actitud del inepto.- nos miramos a los ojos.

Yo hice una mueca sin entender mucho, pues la actitud del sujeto no me sorprende. Actúa como galán y ya la edad para eso le pasó hace mucho. Aunque dicen por ahí que las almas no envejecen, los que los hacen son los cuerpos. Aunque claro, hay varios ejemplos de lo contrario.

-¿a qué te refieres?.- pregunté sin entender mucho lo que quería decirme.

-Está... diferente.- miró hacia la cama y alzó sus hombros después de pensarlo un rato.- o tal vez es mi imaginación.- me miró nuevamente mientras tragaba su bebida en un segundo. Miró la mía.- ¿Por qué no la has bebido?.- preguntó, miré la copa.

-nunca había probado una de estas.- la miré como si fuera la primera vez que me topara una copa con ese tipo de líquido.

-¿cervezas?.- preguntó sonriendo y sonreí también.

-si, soy más de cervezas.- reí a lo bajo mirando la copa alentandome a dar un sorbo.

-igual.- sonrió.- pero aquí no hay. Solo hay champán a mi disposición.-rodó sus ojos.- pero bueno, ¿qué se le va a hacer?.- se preguntó cómo si fuera una niña vencida alzando sus hombros.

Miré la copa y me la puse en los labios hasta tragarla de una vez. Miré la copa un poco sorprendida y la primera dama rió al ver mi semblante. Sabía buena.

-nada mal.- sonreí mirando la copa y esperando a que me sirviera más. Esta sin demorar me sirvió nuevamente.

-bueno.- sonrió.-cuéntame sobre ti.- miré sus ojos quienes me miraban.

-¿Qué te puedo contar?.- pregunté un poco abrumada al tener que repasar mi pasado. No quería, porqué me dolería.

Y recordar los momentos felices antes de que llegara esto. Suspiro mientras todas esas imágenes pasaban por mi cabeza sin paro alguno, y varias escenas resaltaban haciendo que me sintiera mucho más miserable aun. Pero no era su culpa. Era de su flamante esposo.

El DictadorWhere stories live. Discover now