Blanca Nieves.

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-mira, no juegues con mi mente.- este sonrió como si le hubiera parecido muy gracioso.

-no, no estoy jugando con tu mente, solo es una simple pregunta, que quiero que me respondas.- alzó sus hombros, era como si no estuviéramos en el baño desnudos y estuviéramos en una mesa bebiendo té.  Hablando tranquilamente.

Miré hacia arriba pensativa.

-¿Qué por qué yo no?.- pregunté alzando mi dedo hacia mi barbilla.- eso es estúpido, la respuesta es fácil,  soy fabulosa.- este rió con ganas y alzó sus cejas con duda.

-ah, no me digas.- lo miré mal ante la respuesta, pero su cara se suavizó, aún con la sonrisa puesta en sus labios.- es verdad.- admitió.- y porqué eres diferente, no temes por ti, temes por los demás.  Es absurdo y un poco arriesgado, pero no puedo evitar admirarte.- lo miré con sorpresa ante sus palabras y algo en mi explotó, pero no de mala manera. No sabía que pensar, estaba neutra ante las palabras dulces de este señor.

-¿tú admirarme?.- pregunté aún anonadada, pues no es que tenga la autoestima por el suelo, pero él es el presidente y tiene que manejarse ante cualquier situación, confía en pocas personas y tiene un semblante serio y pensativo siempre con respecto a la nación que esta sobrellevando. Dice que me admira y ví una sinceridad en su rostro que me hizo estremecer al saber que era verdad, que me admiraba.

- cuando te vi en aquellas filas, no pude evitar sorprenderme ante la cosa tan pequeña que estaba frente a mi, me negué a creer que habías tratado de iniciar una rebelión contra mi, te veías tan angelical y tan sensual a la vez. No lo pude creer y pocas cosas me sorprende en la vida,  Me lo ha enseñado mi cargo de manera muy enferma.- suspiró mirándome a los ojos.- desde que ví esos ojos marrones mirándome con desprecio algo en mi se encendió como si de una bengala se tratara. Sin remordimiento me dijiste aquellas palabras, a pesar de la situación en que estabas, todo el mundo llora y me ruega para que no termine con ellos, pero tú solo me mostraste tu lado frío,  en ese cuerpo de Blanca Nieves moderna.- Junté mis cejas al escuchar el nuevo apodo.

-no me digas.- reí,  este rió alzando  los hombros.

-¡es cierto!, cuando te ví me recordaste a Blanca Nieves y no pude dejar de mirarte,  ¡Dios!, fue magnífico lo que ví ese día.- alcé mis cejas en un acto cómico.

-ah, ya no es magnífico.- alcé mis cejas de una forma inhumana,  este rió ante mi cara y yo no pude evitar reír después de él.

-claro que sí.- acarició mi piel expuesta y sonreí ante lo dicho.-pero es muy diferente. Yo ese día quería probarte, pero no pude, era como algo que tenías, que no podía aprovecharme de ti, no pude meterme a tu habitación,  jalarte las sábanas y hacerte mía sin tu disposición, o en ese caso, entrar a la celda.  Tuve que esperar las horas más tortuosas y tediosas de mi vida. Vivía con erecciones todo el santo día,  pensando en ti, mientras leía tu expediente una y otra vez grabandome toda la información acerca de ti.

Mi piel expuesta se puso roja ante aquellas palabras.

-¡y cuando me apuñalaste!.- mencionó como si casi se le olvidaba.-no pude creerlo, fue tan impresionante para mi, que no pude enojarme contigo, al contrario, sabía que tenias que ser mía aunque tuviera que acudir a sobornos.- suspiró mirando hacia otro lado.

Miré hacia el piso.

-en realidad, ¿ibas a matar a mi familia si no cedía?.- pregunté con un nudo en la garganta al imaginarme la idea. 

-no me hubiera atrevido.- me miró directamente a los ojos.- no sé lo que me has hecho Tess, pero es como si no puedo hacer algo que me perjudique o te moleste,  porqué no quiero imaginarme sin ti después de esto.- sus ojos transmitían una serie de sentimientos, todos cálidos y armoniosos.- sé que si mato a personas no volverás a hablarme, y sé que si lastimo a alguien no podré vivir con tranquilidad porqué lo descubrirás y me odiarás. No quiero eso.- no pude evitar subir mi mano y con mis dedos acaricié su cabello lentamente cayendo hasta su rostro.

El DictadorWhere stories live. Discover now