Prometedora.

75K 4K 675
                                    

Miré como abrían la puerta y me echaron el plato de comida en el suelo. La miré con desprecio y luego miré hacia otro lado, sin apetito. No estaba de humor para esto, debía de ingeniármelas ya como iba a escapar, pero tan solo de pensar alguna idea se me hacía imposible realizarla. ¿Por qué?, porqué la suerte no parecía estar acompañándome en estos últimos dias.

Observé mis piernas, pensativa y angustiada.  Quiero salir de aquí.  Viva o muerta, me da lo mismo. Aunque se me hacía más atractiva salir viva, así podría vivir mi vida como me plazca y continuarla como si nada había pasado, aunque era imposible dado que era el mismísimo presidente quien me había secuestrado. Nunca me lograría escapar de los ojos de la política, para ser más específicos, nunca podría escapar de los ojos del presidente que una vez me tuvo cautiva. Aunque la idea no parecía desencantarme del todo, pues tenía la esperanza de que este me dejara en paz, pero sé  que este no se quedaría quieto, pues su máxima seguridad estaría burlada por una chiquilla de dieciséis y si me pusiera en su lugar, dijera que se habían burlado de él. Deseché la idea, aunque la tendría almacenada en ideas posiblemente escogidas, pero no por ahora.

Pero al parecer eso no va a ser posible... por ahora.

Un estruendoso ruido se oyó en los pasillos de las celdas y miré hacia las rejillas de la puerta, extrañada. Un temor se instaló en mi mente al pensar que podrían ser esos estúpidos buscándome de nuevo para algo que ni siquiera me interesaba ahora. Había dejado al presidente del país con una herida de la que se tendría que ocupar un tiempo, mientras tanto que no me molestara. Mejor dicho, quiero que se muera.

Pero, hierba mala nunca muere, dicen por ahí.

-a ver, a ver, a ver. ¿Quién fue la que apuñaló a mi esposo?.- se oyó la voz de una mujer, me levanté sin miedo y caminé hacia la puerta, esperando lo peor. Aunque me consideraba alguien valiente o mejor dicho alguien estúpido propenso a poner su vida en riesgo debido a las ideas que hacía mi cabeza loca.

No tuve miedo al ver como abrían la pesada puerta y me daban la vista de la primera dama. La miré sin temor y la encaré, seguro se preguntaba con que derecho había apuñalado a su esposo y miles de escenas pasaron por  mi mente de como iba a reaccionar, pero no me esperaba la siguiente.

Pero esta solo sonrió y me abrazó.

Junté mis cejas extrañada,  hasta había llegado a pensar que estaba loca al abrazarme tan efusivamente, pero solo me concentré  al sentir sus delgados y tersos brazos alrededor de mí. Debería de haber una razón lógica y creo que sabía cual era. No soportaba a su esposo.

-eres prometedora chica.- espera... ¿me está felicitando?, me soltó y yo quedé aturdida por el empuje leve de sus brazos, me sonrió con su blanca sonrisa.- ¿por qué no apuntaste un poco más para arriba?, para que le dieras en el corazón y por fin se muriera el desgraciado.- entró a la celda y tiró su bolso Gucci por un lado sin importarle, yo junté mis cejas pero no de modo serio, sino de alguien que se preguntaba con que clase de loca se había topado. Yo sonreí entremedias al ver su acción , se sentó en él suelo y sacó un cigarro de sus sostenes junto con un encendedor. Algo no muy visto en clase alta.

Encendió su cigarro y se motivó a fumarlo.

-estas inservibles no se atreven a hacer lo que tú hiciste.- dió una calada.- te mereces todo amiga, todo.- habló mientras el humo salía por sus fosas nasales y por la boca. Se veía pensativa pero no dejaba ver su tristeza, era como si pensara algo.

La miré extrañada.

-¿por qué la primera dama quiere que maten a su esposo?.- pregunté caminando hacia ella. Aunque era obvio, solo quería confirmar.

El DictadorWhere stories live. Discover now