FINAL

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Matt se dejó caer pesadamente en una silla.
—Ya puedes ir olvidándolo. Todo ha terminado. No obtendrás nada de él... y cuando yo haya acabado contigo apenas tendrás con qué mantenerte, y menos aún a tu esposa —soltó una desagradable risotada—. Te dejaré sin nada. Lamentarás el día en que nuestros caminos se cruzaron —miró a su alrededor, furioso —. Todos lo lamentaréis.
Anahí se apartó de su madre y cruzó la habitación para encararse con Alfonso.
— ¿Era esto lo que querías contarme en el coche?
Él sostuvo su mirada.
— Sí. Pero he pensado que sería mejor confesar antes mi verdadera identidad a tu abuelo. Quería explicárselo todo, pero no he tenido oportunidad.
— ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿En Suffolk, o cuando volvimos?
—Resulta irónico, pero temía perderte. Y no podía soportar la idea. No podía correr el riesgo. Y ahora lo he estropeado todo.
— Y todo el resto... ¿es cierto? ¿Puede quitarte tu abuelo Montedoro?
Alfonso alzó una mano y frotó con delicadeza una lágrima de la mejilla de Anahí.
— Puede intentarlo. Ella asintió.
— ¿Me quieres? —preguntó.
— ¡Anahí! —exclamó Sonia—. Ese tipo ha intentado engañarte y tenía intención de estafar a tu abuelo. Te dirá cualquier cosa porque está arruinado y tú vas a heredar una fortuna. ¿Dónde está tu orgullo? —su tono se volvió casi suplicante cuando añadió—: Olvídalo y márchate, cariño. Si no quieres ir a Miami, iremos a las Bahamas a pasarlo bien. Te aseguro que en un mes lo habrás olvidado.
Anahí sonrió débilmente.
—Por desgracia, no soy tan superficial —miró a Alfonso a los ojos —. Contéstame, por favor.
— Sí —dijo él —. Sí, te quiero con todo mi corazón, y siempre te querré. Formas parte de mí, y nada podrá cambiar eso. Quiero arrodillarme y pedirte perdón, pero ahora es imposible. Nunca podremos estar juntos, porque podrías pasarte el resto de la vida mirándome y preguntándote si tu madre tendría razón.
—Eso nunca sucederá —dijo Arnold con aspereza—, porque si Anahí se atreve a irse contigo, cambiaré mi testamento y lo dejaré todo a obras de caridad. Ella no heredará nada. Ya veríamos cuánto duraría el amor en esas circunstancias —añadió en tono despectivo.
Se produjo un largo y tenso silencio hasta que Alfonso tomó a Anahí de las manos.
— ¿Te has dado cuenta de lo que acaba de decir tu abuelo, carissima? Nos ha liberado. Ambos nos han liberado. Nos han quitado todo y solo nos tenemos el uno al otro —su tono se volvió urgente—. Ven conmigo ahora, mi amor. Porque si te quedas, ellos habrán ganado, y el amor que estaba creciendo entre nosotros se perderá para siempre —estrechó las manos de Anahí con fuerza—. No dejes que eso suceda. Déjalos con sus venganzas, su odio y todos sus millones. Yo sabré cuidarte, en Montedoro o donde sea, mientras esté contigo. Cavaré zanjas si tengo que hacerlo. Lo que sea. El rostro de Anahí se iluminó.
— Sí, Alfonso. Me voy contigo —dijo, y se arrojó entre sus brazos.
—No cometas una locura —dijo Sonia, angustiada—. Arnold habla en serio. Y luego no acudas a mí para sacarte de apuros.
Anahí la ignoró y se dirigió a Alfonso.
—Pero no debes perder Montedoro. No puedes. Es toda tu vida.
—Ya no. Tú has ocupado su lugar. Pero si eso es lo que quieres, lucharemos juntos para conservarlo.
Anahí giró entre los brazos de Alfonso y miró a todos los reunidos en el cuarto de estar. Había un destello combativo en su mirada, un nuevo matiz de firmeza en su voz.
— Nadie va a quitarnos Montedoro, porque mi abuela me dejo algo de dinero y vamos a usarlo para salvarlo...
—Una gota de agua en el océano —interrumpió Arnold en tono despectivo—. No bastará para cubrir la deuda, así que haz el favor de recapacitar, porque no estaba bromeando.
— Ni yo tampoco —replicó Anahí —. Estoy de acuerdo en que la cantidad original no era muy grande, pero durante este último año ha aumentado —miró fijamente a su abuelo—. ¿Recuerdas mi pequeño hobby? Pues no me limitaba a ver como subían y bajaban los precios de las acciones en la bolsa. Hace un tiempo empecé a vender y comprar por mi cuenta, y he descubierto que no se me da nada mal. Y no tengo la menor duda de que he ganado lo suficiente para pagar el préstamo. Con intereses.
— Mi Anahí —dijo Alfonso, emocionado —. No puedo aceptar tu dinero. Eso debes comprenderlo.
— Es nuestro dinero —Anahí sonrió —. Para nuestro matrimonio. Para nuestra vida. Para nuestros hijos. Y si me quieres debes aceptarlo, porque todos mis bienes materiales vienen conmigo. Ese es el trato. Y vamos a hacer un vino excelente, porque tú sabes cómo —su tono se volvió apasionado cuando añadió —: Oh, Alfonso, ¿no comprendes? Si te niegas ahora, ellos habrán ganado, pero de otra forma. Habrá ganado su odio, no nuestro amor. ¿De verdad vas a permitir que eso pase?
— Mi querida Anahí... mi dulce y querida Anahí — Alfonso volvió a abrazarla y apoyó la mejilla en su pelo —. Juntos haremos el mejor vino de la Toscana. Y los bebés más encantadores.
— Anahí —Arnold alargó una mano temblorosa hacia su nieta con expresión indecisa—. No puedes hacerlo. No lo has pensado bien. No puedes irte.
Anahí lo miró con tristeza.
— Querías que odiara a Alfonso, pero va a ser a ti a quien me va a costar perdonar, abuelo. ¿Imaginas lo que habría dicho la abuela si te hubiera oído amenazarme? —movió la cabeza—. Debes hacer lo que quieras con el dinero. Yo no quiero ser la heredera de tu fortuna. Nunca quise. Y, con o sin ella, pienso pasar la vida con el hombre al que amo. En cuanto a usted... —se volvió hacia Matt—..., ya perdió a una hija y ahora va a perder a su único nieto. Mi abuelo y usted van a quedarse solos, y es lo que merecen. Han malgastado su vida odiándose, y lo único que les queda ahora es el odio. Porque Alfonso y yo nos vamos... aunque tengamos que dejaros atrás.
Tras un tenso silencio, Arnold dijo con dificultad.
—Te quiero mucho, Anahí, y no puedo soportar esta situación. ¿Habría alguna forma de arreglar las cosas?
—No mientras tu odio por Matt Sansom sea mayor que tu amor por mí —dijo Anahí con suavidad —. No mientras no aceptes a mi marido.
— Vuestra enemistad debe terminar si queréis volver a vernos, si queréis tener en vuestros brazos alguna vez a vuestros bisnietos —añadió Alfonso—. Pero esa es vuestra decisión. Nosotros ya hemos tomado la nuestra —tomó las manos de Anahí y se las llevó a los labios—. Mia bella. Mi amor. Vamonos a casa.
Anahí sonrió.
—Juntos... y para siempre —dijo con ternura. Estaban a punto de salir del cuarto de estar cuando Matt se dirigió a ellos en un tono apenas reconocible.
— Alfonso, muchacho... ¿es... demasiado tarde?
Y Sonia dijo con tristeza:
—Anahí, cariño... —y se quedó en silencio.
Tomados de la mano, Anahí y Alfonso se volvieron y miraron los tres rostros ansiosos e infelices que los contemplaban.
—Ya sabéis dónde encontrarnos. Y os estaremos esperando — dijo Alfonso, y añadió—: Nos vemos en Montedoro.
Y  él y Anahí salieron juntos de la casa y se sumergieron en la esperanzadora promesa de la noche.

Y eso es todo amigos 😍😍😍

Una deliciosa venganzaWhere stories live. Discover now