De paseo!

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Horrorizada, Anahí bajó la mirada y rogó que la tierra se abriera y se la tragara. Después de caer a sus pies y hacer el ridículo invitándolo a pasar a su casa, había dejado que la pillara hablando consigo misma... como solía hacer a menudo.
Se volvió despacio, ruborizada.
—Hay un dicho sobre los que escuchan a escondidas a otros.
Alfonso asintió.
—Lo sé. Pero tus comentarios no eran nada despectivos, y nunca los habrías hecho delante de mí.
— ¿Qué haces aquí?
—Contemplar las pinturas del Renacimiento.
— ¿Y has venido así, por casualidad? —preguntó Anahí, incrédula.
Alfonso se encogió de hombros.
—Aquí no puedo ir a visitar la galería Uffizi. Pero es cierto que esperaba encontrarte aquí.
Anahí deseó poder dejar de temblar por dentro.
—No entiendo por qué —dijo con altivez.
— ¿No, mía bella? Creo que no haces justicia a tu imaginación... excepto en lo concerniente a ese retrato — Alfonso miró la pintura con expresión reflexiva—. ¿De verdad me ves así?
El rubor de Anahí se acentuó.                       
—Es innegable que hay un parecido —dijo a la defensiva—. Y ya que su nombre no aparece en el cuadro, podría ser uno de tus antepasados.
—Lo dudo, pero es un pensamiento romántico.
— A partir de ahora trataré de tener mis pensamientos bajo control —replicó Anahí —. Que disfrutes de tu visita al museo.
Fue a pasar junto a él, pero Alfonso apoyó una mano en su brazo para detenerla.
— ¿Te vas?
—Ya he visto lo que quería ver.
—Yo también —dijo él—. De manera que tenemos todo el día por delante.
— Me parece que das mucho por sentado, Alfonso Herrera. Tengo otros planes.
—Apiádate de mí. Cancela tu cita y pasa el resto del día conmigo —su voz y su sonrisa resultaban inquietantemente persuasivas —. Ayúdame a hacer de turista.
Anahí se mordió el labio.
—No creo que sea una buena idea.
—Eso aún no puedes saberlo.
— ¿Nunca aceptas un no por respuesta?
— Eso depende de la pregunta, bella mia —replicó Alfonso en tono sedoso —, Pero te prometo una cosa, Anahí Puente: cuando digas que no y lo digas de verdad, escucharé —tras una pausa durante la que ella sintió que su corazón se paraba, él añadió —, Y ahora, ¿quieres compartir el día conmigo? —alargó una mano hacia ella y, antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, Anahí dejó que tomara la suya.
Alfonso la llevó rápidamente hacia la salida.
— Aún... aún no me has dicho dónde vamos —dijo ella, sin aliento.
—Primero al aparcamiento.
— ¿Te... te has comprado un coche?
—No, lo he alquilado.
-¿Y luego?
Alfonso la miró de reojo, sonriente.
—A Suffolk, por supuesto, mia cara. Avanti.
—Es una broma, ¿no? —dijo Anahí mientras salían de Londres.
— ¿Voy en dirección equivocada?  —preguntó Alfonso—. Me dirijo a Sudbury.
—No... vas bien. Pero aún no entiendo por qué estás haciendo esto.
—Estoy harto de la ciudad y suponía que tú también lo estarías.
— Sí, pero uno no decide irse a Suffolk de pronto.
Está bastante lejos.
—Tenemos el resto del día —Alfonso la miró y sonrió—. ¿O prefieres que volvamos y visitemos algún otro museo?
—No... No quiero hacer eso.
Anahí no estaba segura de que pudiera dar marcha atrás. Ni en aquellos momentos, ni nunca. Se sentía como si hubiera dado un paso trascendental en la oscuridad.
—Todo ha sucedido tan rápido... —dijo en tono casi suplicante.
— Creo que fue el modo en que hablaste de Suffolk — dijo Alfonso al cabo de un momento —. Noté cuánto había significado para ti ese lugar, y el matiz de añoranza que adquirió tu voz al hablar de él despertó mi curiosidad por conocerlo. La distancia no importa.
-Oh.
— Y yo haría lo mismo por ti —añadió Alfonso en tono despreocupado—. Si vinieras a Italia te enseñaría todos los lugares que han sido importantes para mí.
— ¿Incluso tu viñedo?
—Tal vez incluso eso —Alfonso rió.
— Espero que no te decepcione Suffolk. Es una zona muy llana. No hay acantilados ni enormes montañas, y todas las playas son de guijarros.
Él se encogió de hombros.
— Correré el riesgo.
Anahí permaneció unos momentos en silencio mientras él maniobraba en una rotonda.
— ¿Habías visitado antes East Anglia? —le preguntó Anahí.
—No. Solo he estado en Londres. ¿Por qué?
—Porque pareces conocer el camino muy bien.
—Incluso en la Toscana tenemos mapas de carreteras, Y soy capaz elaborar una ruta para un viaje.
— Lo que significa que ya tenías esto planeado — dijo Anahí, despacio. Volvió la cabeza y lo miró—. Sin embargo, era imposible que supieras que íbamos a vernos hoy. Ni hoy, ni cualquier otro día.

Una deliciosa venganzaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt