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Mini maratón parte 2/2

Volvió a alzar la cabeza y la miró un largo momento mientras observaba los efectos de sus caricias.
Por un instante, Anahí le devolvió la mirada, pero las pestañas velaron enseguida sus ojos mientras esperaba a que Alfonso volviera a tocarla.
En aquella ocasión experimentó un estremecimiento al sentir que apoyaba los labios sobre la seda que ocultaba su excitada carne y le acariciaba un pezón con la lengua. Sintió su calor, la dureza de su masculinidad contra los muslos... y un incontrolable gemido de rendición escapó de su garganta.
Fue un sonido muy suave, pero bastó para romper el embrujo, para romper la red de sensualidad que los estaba envolviendo.
Alfonso se apartó de ella mientras trataba de controlar su respiración.
—No... no pretendía eso —dijo, como si estuviera hablando para sí mismo.
—En realidad ha sido culpa mía. Me he emocionado y tú has reaccionado... eso es todo.
—No —replicó Alfonso con aspereza—. La reacción ha sido mutua. Ten la honradez de reconocerlo.
Se produjo un tenso silencio. Anahí bajó la mirada.
— ¿Lamentas que haya sucedido?
—No... pero no debería haber permitido que sucediera —Alfonso parecía enfadado —. Será mejor que nos vayamos.
Anahí aún estaba temblando mientras volvían al coche. Sentía los labios un poco inflamados y se llevó instintivamente un dedo a ellos.
Alfonso lo notó, por supuesto.
— ¿Te he hecho daño?
—No —dijo Anahí.
Pero era mentira, porque en los breves momentos en que había estado entre sus brazos le había dado el poder para hacerle daño.

El cielo volvía a estar cubierto y el Mar del Norte había adquirido una tonalidad grisácea mientras el coche avanzaba por la costa.
En el interior del vehículo reinaba un tenso silencio. Anahí estaba acurrucada en su asiento, mirando fijamente las olas que iban y venían sobre los guijarros de las playas. No se atrevía a mirar a Alfonso, que estaba concentrado en conducir.
El avance y retroceso del mar era como un símbolo de su propia vida, pensó, dolida. Un momento se veía arrebatada por una inexorable marejada de pasión y al siguiente era abandonada. Y no estaba segura de cuánto tiempo más iba a poder aguantar aquel ritmo.
Todo su ser era una dolorosa palpitación de anhelo insatisfecho. Y estar encerrada en el reducido espacio del coche con Alfonso era una auténtica tortura.
Se irguió en el asiento con repentina determinación.
— ¿Puedes parar el coche, por favor? Me gustaría dar un paseo para... aclarar mi mente —miró de reojo el perfil de Alfonso.
—Por supuesto. Es una buena idea. Creo que nos vendrá bien a los dos.
El viento estaba arreciando y Anahí utilizó su bufanda a modo de pañuelo para sujetarse el pelo.
Alfonso se puso la cazadora y comenzó a caminar. Ella lo siguió y llenó sus pulmones de aire del mar mientras luchaba contra el viento. Él siguió avanzando como si este no le afectara, y Anahí tuvo que esforzarse para mantener su ritmo.
Alfonso se encaminó hacia el viejo casco de un barco de pesca abandonado. Cuando llegó junto a él se detuvo y miró hacia el mar, donde un solitario petrolero surcaba el horizonte.
—Creo que te debo una disculpa —dijo Anahí acercándose a él.
— ¿Por lo que ha sucedido antes? —Alfonso negó con la cabeza—. Debemos compartir la culpa por ello.
—No me refería al... beso.
— ¿Entonces?
— Quiero disculparme por haberme puesto a llorar delante de ti. Normalmente no soy tan tonta... espero. Ha sido una conmoción muy fuerte. El pueblo parecía exactamente igual que la última vez que lo ví, así que me he convencido de que a Blundham House le pasaría lo mismo, que seguiría allí, suspendida en el tiempo, y que todo lo que tenía que hacer era ir a verla —movió la cabeza—. Que tontería, ¿verdad?
—Puede que no hayas sido muy realista, pero yo lo he alentado trayéndote aquí. No debería haberlo hecho. Solo... necesitaba salir de Londres, y he pensado que tú también —Alfonso aún miraba al horizonte—. Todo este día ha sido un gran error.
Anahí sintió una punzada de dolor en su interior.
—Ambos hemos perdido la cabeza por un momento, Alfonso. Pero tampoco ha sido para tanto y, desde luego, no es algo irreparable.
La risa de Alfonso fue breve y carente de humor.
— ¿Eso crees? —se volvió para mirarla—. No puedes ser tan ingenua. Anahí. Debes saber que lo sucedido ha cambiado todo.
Anahí hizo un esfuerzo por sonreír.
— Puede que me convenga un cambio. —Eso no sería prudente.
—En ese caso, puede que este harta de ser razonable y prudente. Pero si a ti no te sucede lo mismo... podré aprender a vivir con ello.
La boca de Alfonso se tensó visiblemente. — Ojalá fuera tan sencillo. Anahí apoyó un hombro contra el barco. —Alfonso —dijo con voz ronca—, ¿hay... algún motivo por el que no debamos estar juntos?
Pretendía decir «alguien más», pero no fue capaz de hacerlo.
—Hay muchos motivos, mia cara —dijo él en tono sombrío—. ¿Quieres que te haga una lista?
«No», pensó Anahí, angustiada. Porque uno de aquellos motivos podía ser el nombre de otra mujer.
— ¿Y si te dijera que no me importa? —murmuró —. Que quiero olvidar el pasado y vivir solo para el presente — se mordió el labio —. Y dejar que el futuro se cuide de sí mismo.
En el silencio que se produjo tras sus palabras casi pudo sentir la tensión que emanaba de Alfonso.
— No sabes lo que estás diciendo —replicó él por fin—. Mereces algo mejor que eso, Anahí. Mereces un futuro —echó atrás la cabeza en un arrebato de rabia repentina—. Dios santo... qué caos.
— En ese caso... lo siento... de nuevo. Y tendré que dejar de decir eso —Anahí miró hacia el mar y vio una amenazadora nube de tono gris metalizado que avanzaba sobre el agua azotando su superficie.
—Deberíamos volver al coche. Se acerca una borrasca —con cautela, añadió —. Y, haya salido como haya salido, te agradezco que me hayas dado este día. Lo recordaré siempre. Pero creo que no debería repetirse. Cuando volvamos a Londres nos despediremos para siempre.
— ¿Crees que eso es posible? —preguntó él con aspereza.
—No. Es esencial —replicó Anahí. y dejó escapar un gritito cuando la manta de agua que había visto acercándose cayó sobre ellos y los empapó en pocos segundos.
Alfonso soltó una maldición y la tomó de la mano.
— Corre —ordenó.
Llegaron al coche prácticamente cegados por el agua y sin aliento. Permanecieron un momento en silencio en el interior, escuchando el rugido del viento y el fiero golpeteo de la lluvia sobre el coche. Alfonso abrió la guantera y sacó un paquete de pañuelos de papel.
— De momento, esto es lo mejor que puedo ofrecerte — dijo en tono irónico.
Anahí tomó varios y los utilizó para secarse el rostro y las manos. Pero poco podía hacer respecto a su pelo y a su ropa empapada, que se adhería como pegamento a su piel.
Y Alfonso no se encontraba en mejor estado.
—Lo mejor sería volver a la autopista...
—Tal vez —dijo él a la vez que ponía en marcha el coche —. Pero tengo una idea mejor.
Condujo de vuelta por donde habían llegado y al cabo de un par de kilómetros giró en un estrecho camino.
— ¿Adonde vamos? —preguntó Anahí.
— Antes he visto el cartel de un hotel. Planeaba llevarte a tomar un té allí, pero lo utilizaremos para secarnos.
— Pero no nos dejarán...
— No tenemos más remedio. Ni ellos tampoco. Si volvemos a Londres en este estado corremos el riesgo de pillar una neumonía.
Cuando llegaron al hotel, Alfonso detuvo el coche ante la entrada principal.
—Espera aquí mientras voy a ver qué puede hacerse.
Anahí iba a protestar, pero él salió sin darle tiempo a hacerlo.
El viaje de vuelta a Londres ya iba a ser bastante complicado como para prolongar la situación.
Y pasar aunque solo fuera unas horas con él en un remoto hotel campestre podía forzarlos a la clase de intimidad que ella no quería volver a experimentar. Casi era preferible la neumonía.

Dani bb se sorprendió por el cap 😍

Una deliciosa venganzaWhere stories live. Discover now