Capítulo 60 -Proyecto genético de Tiamat. Capítulo I-

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Internamente, Izaicha lamentaba no haberlo podido exponer de forma en que lo sospecharan por ellos mismos, por lo que no tuvo más opción que mostrarse menos oblicua. Se detuvo ante ellos y los miró directamente a los ojos con gesto cariñoso, como una madre puede mirar a sus hijos; éstos quedaron confundidos. Y con una leve sonrisa prosiguió:

—Amigos, tendréis que abrir aún más vuestra mente. La humanidad la ha disfrutado desde siempre. Vuestros poetas se han referido a ella en multitud de ocasiones. Es lo que hasta ahora vuestros astrónomos han llamado satélite natural; Kingú fue su nombre original, su denominación sumeria. Para vosotros... la Luna.

Si fuese posible crear un cóctel que contuviese dos cuartas partes de perplejidad, una de factor sorpresa y la última de conmoción con una pizca de rechazo, el resultado sería lo más parecido al estado emocional de los exploradores. Izaicha comprendió tal actitud.

Así pues, la Luna. Multitud de líneas se le han dedicado y de gran inspiración ha servido a lo largo de toda la historia. Es probable que la próxima vez que la veas brillar en el cielo nocturno no percibas el mismo romanticismo en su delicada figura de plata. O quizás sí, ¿quién sabe? Después de todo, disfrutar de la maravillosa eclosión primaveral es posible gracias a ella.

Durante una pequeña pausa, necesaria para que pudiesen digerir aquella información sin riesgo de atorarse, las miradas entre ellos eran todo un espectáculo. Sus rostros dibujaban gestos de escepticismo y resignación al mismo tiempo. Creían que hasta ese momento lo habían visto y escuchado todo, pero nada más lejos de la realidad.

—Lamento desmoronar de esta forma los cimientos de vuestras creencias —se excusó Izaicha, volviendo a caminar lentamente en derredor de la mesa—, pero es necesario hacerlo lo antes posible, el futuro de la humanidad lo merece. Y vosotros seréis quienes expandáis este conocimiento en la superficie.

—¡No Izaicha! —interrumpió Eddie—. Somos nosotros los que nos lamentamos de nuestra propia ignorancia.

—Tampoco debéis culparos por ello. Ahora es el momento de transformarla por la verdad.

—En nombre de nuestra civilización te lo agradecemos —correspondió Peter.

La ignorancia a la que se refería Eddie no fue elegida, ni tampoco casual, sino impuesta desde los escalones más altos de una pirámide creada por los poderes fácticos, incluso incitada muy por encima de los que sustentan la cúpula invisible de dicha pirámide. Algo que la mente humana difícilmente podía llegar a imaginar, intangible a las creencias dogmáticas de nuestra novel e ingenua civilización.

Izaicha prosiguió su discurso tras dejar un instante a que las posas volvieran al fondo de la taza.

—Al fin, el enlace matrimonial entre los dos soberanos dio luz verde al proyecto genético sobre la superficie del planeta. Sin embargo, antes debo contaros que Anu, el rey de Nibiru, ya tenía varios descendientes a su cargo, uno de ellos era su sucesor y heredero al trono, el encargado de poner en marcha dicho proyecto genético. Éste se llamaba Enlil. La confianza de su padre hacia él fue plena, pues debía demostrarle la capacidad para llevar a cabo tan enorme responsabilidad. De ello dependía la excelente reputación como maestros genetistas; no existía otra raza que la superase en esta habilidad, casi cualidad, que atesoraban como civilización. Otra descendiente que tuvo gran relevancia en el desenlace de la historia fue su hermana Ninurshag —Izaicha dio un pequeño suspiro al pronunciar su nombre, y volvieron a brillarle los ojos—, más joven que él, de aspecto híbrido, entre humano y reptiliano, y de la cual os hablaré más adelante.

Después de hacer una leve pausa, intentando ordenar la información en su cabeza, continuó:

—Los experimentos se sucedieron una y otra vez en el tiempo, pero ninguno fue lo suficientemente grato y estable a los ojos de Enlil como para hacerlo prosperar definitivamente.

EL SECRETO DE TIAMATDonde viven las historias. Descúbrelo ahora