Nueva York
A primera hora del día una espesa niebla matutina no concedió que los rayos de luz del astro sol bañaran la ciudad. Comenzaba una nueva jornada, y una vez más la actividad frenética en las calles del distrito de Manhattan se hacía realidad. En unos de sus espigados edificios estaba dando lugar una reunión tan imprevista como urgente. El señor Brandon, Director Jefe encargado de la seguridad de las bases secretas antárticas desplegadas en la zona de la apertura polar, junto a su encargado científico Ricardo Gómez, daban las explicaciones de lo ocurrido a un pequeño grupo de cuatro representantes de la Organización Secreta.
—No entendemos cómo ha podido ocurrir —dijo nervioso e intimidado ante los ceñudos rostros de los presentes—, hemos hecho todo lo posible para capturarlos.
—¡No tienes ni idea de lo que esto significa! —expresó exaltado el portavoz del grupo—. Eres un completo inútil.
—Señor... yo...
—¡Cállate! —gritó—. ¡Que hable Ricardo!
—Señor. El Director Brandon tiene razón —ratificaba el científico—. Empleamos a los diez Dracontes disponibles para garantizar los mejores resultados.
—¿Es que esas diez bestias no fueron suficientes para dar caza a tan sólo cuatro hombres desarmados? —inquirió malhumorado.
—Bueno... en teoría sí —explicaba nervioso el científico—. Incluso según nuestras pruebas son más que suficientes. Sin embargo, no sabemos que ha podido suceder. Perdimos la señal de dos de ellos —decía mirando de reojo a su jefe mientras hacía una pequeña pausa—... en extrañas circunstancias. Y desconocemos el motivo por el cual otro se ha desprogramado. ¡Ya le digo que eso es completamente imposible, no logramos entenderlo! Sólo mediante nuestra tecnología con una fuerte intervención psíquica puede hacer manipular su cerebro.
—¡No me cuente sus malditos problemas! —interrumpió furioso— ¡Quiero explicaciones de por qué esos hombres han conseguido escapar! ¡No entendéis nada de lo que está a punto de suceder! ¡Me habéis fallado y, sobre todo, habéis puesto en peligro a la Organización! ¡Estúpidos imbéciles...! ¡Esperadme en mi despacho! —maldijo mientras les hacía un gesto despectivo con la mirada y señalaba a la puerta.
Durante un tiempo los cuatro continuaron la reunión en secreto; discutieron la forma de cómo comunicar al resto de la Organización la grave situación en la que se encontraban.
Pasadas varias horas, el señor Brandon y su científico jefe Ricardo Gómez, dieron la orden de devolver a la cautividad a los ocho Dracontes que aún tenían bajo control; lo lograron mediante ondas electromagnéticas inducidas en sus cerebros. Días más tarde, Ricardo Gómez fue degradado y destinado de por vida a una de las bases secretas de la Antártida, mientras que su Director Jefe, el señor Brandon, fue despedido, amenazado y debidamente silenciado. Al cabo de unas semanas, se supo que falleció en extrañas circunstancias.
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EL SECRETO DE TIAMAT
Science FictionA finales de la década de los 50, cuatro exploradores llamados a realizar una misteriosa expedición a la Antártida viven la aventura más fascinante y peligrosa de sus vidas. Un trepidante recorrido en el que, mientras luchan una dura batalla interna...