Capítulo 12: Salvada.

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Bajo la oscura e ininteligible noche un muy apuesto rubio esperaba de manera caótica la llegada de su bello tormento, sintiendo como el oxígeno quería coexistir con la ansiedad, sin importar que ésta estuviera saliendo triunfante en una muy exasperante lucha por el mando.

Aunque nunca lo admitiera, aquellos abrumadores sentimientos de desasosiego por tenerla cerca, eran más que evidentes. Caminaba en un mismo pedazo tratando de calmar su ansias. Nuevamente, Granger estaba representando una amenaza para su salud mental y realmente temió ante el hecho de saber que jamás había dejado de serlo.

¡Eres un patético! El caminar de un lado a otro como un estúpido no hará que llegue ¡Demonios! Pensaba un poco molesto el rubio cortando de inmediato sus pasos y recargandose en la fría pared del solitario callejón.

Había llegado al lugar dicho y a la hora acordada, en el justo momento en que el sol ocultaba sus cegadores rayos dorados para darle paso a los finos de la luna. En menos de una hora regresarían a Hogwarts y estaba dispuesto a disfrutar esos minutos con la bruja causante de su absurda turbación.

Se había desechó de sus amigos fácilmente sin ningún cuestionamiento, en realidad, no era como si ellos fueran demasiado entrometidos. No dudaba que éstos sospecharan de su pronta retirada, sin embargo, eso no tenía ni la más mínima importancia para él. Sabía que ellos estaban al tanto de su relación con Granger y pese a ello su confianza no se disipaba, porque para su suerte desconocían los distintos fines que aquella parte de la misión estaba efectuando. Si otro fuera el caso, su preocupación por igual no sería grave, era claro que los chicos no dirían nada, un par de burlas, desprecio y reclamos hacia él serían más que suficientes o por lo menos eso pensaba.

Le gustaba ser puntual, era un requisito al indicio de caballerosidad y educación. Era claro que no dejaría a la chica esperando, eso seria algo descortés y de mal gusto. Empero a que no estaba en el mejor momento de su existencia, no dejaría atrás su legendaria formación. Pensó Draco sabiendo muy bien que aquella argumentación mental no había sido más que un medio para cubrir su absurda necesidad por Granger. Prefirió caer en la mentira y ser ingenuo ante la veracidad detrás de sus pensamientos.

La idea de citar a Granger había sido espontánea, ésta había llegado sin previo aviso. El verla caminar sonrientemente de una punta de Hogsmage a otra, junto a los idiotas de Potter y Weasley le había molestado de sobremanera. Era un egoísta y vaya que le había costado aceptarlo, no soporto no tener aunque sea un poco de su atención.

En realidad, no le preocupaba el pensar que la chica no asistiera a su pequeño encuentro, claro que no... De nuevo Draco cayó en el profundo hoyo de su propia mentira. Sin saberlo siquiera, aquel indiferente pensamiento estaba sucumbiendo ante la tardanza de la Gryffindor, su mente se convirtió en una incansable emisora de inseguridad y cuestionamientos ¿Y si Granger decido no venir? ¿Ella sabrá ahora mismo sobre mi complot contra Dumbledore? ¿Habrá sido interceptada por mortífagos?

¡Joder! Deja de pensar en estupideces. Se reprendió mentalmente. Hermione Granger lo estaba fragmentado en pequeños pedazos de miedo y vulnerabilidad.

Los casi imperceptibles segundos pasaban y Hermione no llegaba. El frío viento acompañaba su insoportable espera, sin duda, en cualquier momento la nieve se uniría. Chasquido de lengua y las ansias aumentaron, era tanta su necesidad de robarle de sus labios un beso, que en un acto de autocontrol formó con sus propios labios una dura línea recta. Cerró los ojos y suspiro largamente sosegando un poco su agonía.

Las nubes de aquella noche obstaculizaron el mirar de los cuerpos celestes, dejando que el ambiente fuera sutil y tenue. De pronto, la locura lo alcanzó...

Su mente estúpidamente estaba recreando la sensación de sus labios unirse con los reconocibles de ella, la imaginación lo llevó lejos hasta el punto de creer que ese sutil beso era verdadero. Cerró aún más fuertemente sus ojos, sin ganas de despertar de su pequeño pedazo de paraíso delirante. Sintió como unas cálidas y delicadas manos tomaban torpemente su casi platinado cabello, para después peinarlo con exquisitez, sólo entonces entendío que esa diminuta ilusión en el que creía estar no era más una avasalladora realidad. Su bruja había llegado y se lo había hecho saber de la mejor manera.

MercyWhere stories live. Discover now