Capítulo 8: Traición.

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La multitud de alumnos de todas las casas caminaban entre los amplios pasillos de Hogwarts. Todos salían de una aula para dirigirse a otra, la actividad escolar del día estaba a punto de culminar.

Draco caminaba esquivando a cualquier brusco que pasara empujando debido a la prisa o al miedo de llegar tarde a su respectiva clase. En cambio a el, que era totalmente indiferente a ese terror, por lo iba a paso lento.

Las pocas ganas de ir a clase de Encantamientos se habían esfumado con el solo recordar lo que había pasado en la biblioteca. Por lo que sin importancia alguna decidió no asistir a la sesión.
Su subconsciente le decía mil veces cobarde y aunque lo negara el sabia muy bien el por que. Era cobarde, tal vez, a Draco Malfoy le hacía sentir una desagradable punzada el hecho de mirar en los ojos de su molesto tormento el reproche y miedo hacia el. La clase era con los Gryffindor y el no tenía planeado toparse con Granger, no hasta en la noche.

Era irónico, si lo era. Aun así el que la castaña dudará de el, lo ponía en la misma situación, si ella dudaba, el lo haría también aunque lo evitará. Y eso realmente le daba una rabia insaciable y más al darse cuenta de que lo menos que quería en esos momentos era desconfiar de que en algún recóndito lugar de su alma su lado humano existiera, el lado que ella de algún modo había sacado a flote.

Sin nada que hacer se dirijio a su sala común, sus amigos por lo contrario a el habían tomado la clase. Tenía muy presente que Blaise hubiera querido por igual no asistir a la sesión, sin embargo la amenazante mirada de Pansy diciendole "Tu iras a clases y dejaras a Draco solo" hizo que su amigo siguiera a Theo para adentrarse al aula. Sin decirlo, agradecía que Pansy obligará a Blaise a tomar la sesión de Encantamientos, aunque de algún modo apreciada a Zabini, era cierto, necesitaba estar solo.

Llego a las mazmorras y se adentro a sus terrenos, absolutamente nadie estaba en la fría sala común. Sin interés de estar como idiota en algunos de los sofás de ésta, siguió su paso hasta su habitación. La idea de dormir un rato le pareció de lo más reconfortante.

El típico aroma a pulcro llegó a sus narices al solo abrir la puerta de su dormitorio, cuando de pronto sus ojos brillaron. Sin negarse de inmediato desechó la idea, algo despertó más sugestión en el que el simple hecho de dormir. Sobre su mesa de noche, se encontraba el libro que había sacado de contrabando de la sección prohibida de la biblioteca. Su curiosidad creció inmensamente y sus grises ojos se dilataron.

Lo tomo y empezó a examinarlo por fuera, captó cada rasgo físico de él, sin embargo eso muy poco le intereso y rápidamente se fue a su contenido. Leyó primero la introducción, seguido del índice, siguió y siguió, sin darse cuenta de que de un momento a otro ya se había adentrado en una lectura profunda sobre cada conocimiento que le mostraba el tomo. Cantidades inimaginables de información estaba procesando su cerebro, su mente se comía en un dos por tres cada una de las sílabas y en su interior la ansiedad crecía ante tantos datos ingeridos.

Sin esperarlo, sus profundos ojos se detuvieron de inmediato al leer un título... Su salida de algún modo ahí estaba, lo supo de inmediato ya que todo se decifraba en aquellas viejas letras.

"Armario Evanescente, algo más que un simple pasaje" decía sobre la parte superior de aquella hoja amarillenta. No lo pensó dos veces, sin más comenzó a leer detenidamente el texto correspondiente. "Los Armarios Evanescente actúan en par como un pasaje entre dos lugares. Objetos colocados en un armario van a aparecer en el otro".

¡Salazar! Era justamente lo que necesitaba, un pasaje para mortífagos. Joder por fin algo a su favor. Pensaba un tanto gozoso ante el pronto descubrimiento y sin más siguió. Por lo que leía, estos artefactos habían sido muy utilizados en la primera guerra mágica, las personas hacían uso de el como un medio para escapar de mortifagos en las batallas.

MercyWhere stories live. Discover now