25. Epílogo.

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Varios años después.

Aquella mañana Alexander Lightwood se miraba al espejo con cierta confusión. Magnus lucía casi igual a como lo conoció, el hombre tenía aquella mescla genética que le ofrecía la juventud eterna, pero él... Lucía ya como un hombre. Alexander cumplía aquella mañana 30 años, y según Magnus, Alec lucía incluso mejor.

Su cabello negro, casi azulado, le llegaba a los hombros, siempre atado en media coleta, acentuando su belleza masculina. Las líneas de expresión se notaban con ligereza bordeando los azules ojos, pero aquello no disminuía la perfección, al contrario. El cuerpo esbelto de Alec había adquirido una ligera musculatura haciéndolo ver – a ojos de Magnus Bane – como uno de aquellos sensuales hombres en los calendarios de "Bomberos Traviesos".

Magnus amaba a Alexander por quien era, pero el físico esculpido del hombre no era nada despreciable. Alec había notado que en aquellos días Magnus parecía mucho más interesado en el sexo, y para alguien como Magnus, eso era demasiado.

Los largos y estéticos dedos de Magnus se deslizaron por su espalda desnuda, acariciando la pálida piel antes de que los labios se presionasen contra el hombro de Alec. Las manos rápidamente bajaron hasta sujetar las caderas del joven de cabello negro.

- Luces preocupado.- dijo Magnus, acariciando con la punta de sus dedos la fuerte quijada de su hombre.

- No lo estoy.- respondió Alec, un tanto malhumorado.

Magnus se apartó de Alec y lo observó en silencio. Lo contemplaba con cierta confusión y tan absorto se encontraba que no escucho el timbrazo hasta que este resonó por tercera vez.

- Algo está mal.- murmuró Magnus con cierta rigidez.

- Vamos a un funeral.- espetó Alec.- Hay cosas que siempre parecen estar mal.

- ¿Es por Max?.- cuestionó Magnus, paralizando al joven de ojos azules, este negó con la cabeza y cruzo los brazos sobre su pecho.

- Tengo que afeitarme, necesito espacio.- espetó Alec un tanto grosero.

Magnus lo observó queriendo leer sus pensamientos, pero a pesar de que Alec siempre había sido obvio y fácil de leer, últimamente parecía demasiado... malhumorado. Magnus creyó que había sido por Max, el niño – ahora un adolescente – había comenzado a frecuentar lugares peligrosos. La amistad que había tenido con Jace y Alec se había tornado demasiado... insignificante.

- Es por Max.- se quejó Alexander.- Siempre me siento... es que... No soy su padre, no puedo hacer nada. Tiene 16 años y parece que simplemente no quiere ver que no es inmortal y las estupideces que hace tienen consecuencias.- Alec se giró hacia Magnus y sin más se aferró con fuerza a él.

- ¿Acaso no ves que das demasiado?.- Magnus besó con cierta dulzura los pómulos de Alexander.- Te entregas tanto y necesitas ser mucho más para los que amas, sin saber que ya eres lo que necesitan.

- Necesito hablar con mi madre.- murmuró Alexander.- Mi madre debe enfocar su completa atención en mi hermano. Pareciera que... no le importa.

- Eso es cruel y no sabes ser cruel.- murmuró Magnus intentando calmar a su querido nephilim.

- Valentine y mi madre están enfocados en vivir su idílico romance que simplemente se olvidan de Max.- insistió Alec.- Isabelle está tan ocupada preparando su boda con Simon; y Jace parece sumamente interesado en Clary que se ha olvidado de que Max también lo considera su hermano.- los dedos del joven comenzaron a tirar con suavidad de la ropa de Magnus, solo una camisa con jirafas doradas persiguiendo peces azulados.

Mi Hermoso AlecWhere stories live. Discover now