16. Complicados Sentimientos.

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Magnus arqueo las cejas, levanto la mirada y observo lentamente a la mujer delante de él. Se veía igual de dominante y posesiva que siempre, pero algo en sus ojos dejaba ver que había renunciado. La mujer estaba quebrada y huyendo de algo. Ella levanto la mano y se quitó un rizo de la frente. Sus ojos se clavaron en los ojos verde-dorado de Magnus y no sonreía como siempre.

Le dolía su partida pero quizás era lo correcto.

Magnus había pensado que Camille era una diosa, una mujer preciosa que había hallado en las calles de Francia. Ella había tomado su corazón y él había creado a la mujer segura y directa con la voz de los ángeles. Pero solo era eso. Camille tenía una voz angelical, pero Alexander era un ángel por completo.

Debía sentirse culpable, pero Magnus no lo hacía. Ella había envenenado la relación y el amor que le profeso, pero de alguna manera, a pesar de todo, Magnus se sentía unido a ella; de la manera en la que puedes acostumbrarte a una mala situación. Ella se marchaba temerosa, y sea cual sea la razón de su marcha, aceptaba la separación.

Nunca la olvidaría pero el amor se desvanecería y viviría el resto de su vida, feliz, con Alexander.

Camille firmo su renuncia, levanto la mirada. Allí había tristeza, desesperación, dolor. Ella no renunciaba pero tampoco cedería, nunca cedía, hasta ahora.

Los ojos de ella y él se cruzaron por última vez.

Magnus quería olvidarla por completo, pero, ¿quién olvida a su primer amor?, nadie podría si realmente se le amaba. Camille le sonrió por última vez y se alejó sin decir palabra alguna. Magnus lo pensó por un segundo, pensó en ella y los años en que fueron felices, después sacudió la cabeza, decidido a olvidar.

Alexander lo era todo ahora.

                                                                                    ***

Jessamine se hallaba en su escritorio, como era costumbre, pero tremendamente deprimida. Había vuelto a su trabajo con la frente en alto pero avergonzada de lo que su prometido había hecho. Ella también había perdido a su más grande amor. Eso pensaba ella.

Los ojos de Magnus se enfocaron en Will, sentado junto a Jessie, molestándola para hacerla feliz. Tenían una amistad típica entre hermanos, de los que se molestaban pero siempre estaban allí uno para el otro. Magnus quería que Will regresara, después de todo se pasaba ya los días en la empresa, pero... Will no accedía.

Antes de decir algo, la mirada de Magnus se estrechó al notar al joven que pretendía a Alexander.

Había momentos en los cuales Magnus se sentía demasiado mayor. Poseía un alma vieja, lo comprendía, lo sabía, y Alec poseía un alma pura, confusa, tímida, perfecta. Ambos se comprendían de maneras que Magnus nunca creyó que podría suceder. Magnus amaba a Alexander y este le brindaba aquello que el joven empresario jamás había tenido: franqueza.

Alexander no mentía, no engañaba, no pretendía utilizarlo con algún fin, y sobre todo despreciaba la infidelidad.

Pero Magnus no era estúpido. Podía ver que aquello que él encontraba en el joven otros hombres lo hallarían. Y principalmente Sebastián Velrac.

Sebastián era un canta-autor excelente, abiertamente homosexual, cuya actitud fascinaba al público. Terriblemente, incluso Magnus sentía agrado por él. Era una estrella destinada a triunfar en cualquier medio, una estrella que había mostrado interés en Alec.

- Sebastián Velrac.- llamó Magnus.

Sebastián se encontraba por entrar en una de las cabinas de grabación. Conversaba con los músicos explicándoles cuál sonido era el que quería para los estribillos y el tono que debía tener en qué nota. Sebastián estaba tan enfocados que Magnus tuvo que llamarlo dos veces más. El joven aparto la mirada de los músicos y la torno hacia Magnus. El conocido brujo lo llamo y este camino casualmente hacia él.

Mi Hermoso AlecOù les histoires vivent. Découvrez maintenant