20. Eres Mío, Yo Soy Tuyo.

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En toda su joven vida, Alexander jamás había tenido una resaca tan violenta. Además de un día tan ajetreado. Solo llevaba una mochila con un cambio de ropa que Valentine, amablemente le compro, después de que Alec hubiese vomitado sobre la ropa que vestía. Por alguna clase de manipulación, por parte de Valentine, las aerolíneas le habían permitido volar. Aún más, se encontraba en primera clase y demasiado desgastado para siquiera considerar todos los fallos de su plan.

La idea le había parecido a Alexander muy buena, en principio: Volar a Londres y obligar a Magnus a escucharlo, decirle frente a frente si habían terminado. Entonces Magnus no podría detenerlo y Alec buscaría recuperarlo, intentaría convencerlo de que le diese otra oportunidad, y Magnus quizás hubiera aceptado. Incluso había pensado comprar dos botellas de Vodka en la primera vinatería de Londres, así podría intentar seducir a Magnus y, o bien despedirse con un muy grato recuerdo, o reconquistarlo.

Quizás la resaca que padecía se quitase bebiendo más, pensó Alexander. Estaba cerca de aterrizar y se preguntó, no por primera vez, ¿dónde estaba su celular?.

- ¿Cómo es que existen personas que no toman nada para la resaca?.- preguntó Alec en un susurro. Will y Jem jamás habían tomado nada para la resaca, y antes de que Tessa hubiese llegado a sus vidas, Will parecía perpetuamente ebrio.

Horas más tarde, Alexander se encontraba en Londres, caminando con un mapa, sosteniendo una mochila vacía pues la ropa limpia la llevaba sobre el cuerpo. Se había bañado y lavado los dientes en una habitación de renta por hora. Agradecía haber recordado llevar su cartera con las tarjetas de crédito, lo que le facilitaba más aquel viaje exprés.

Alec se encontraba intentando recordar la última vez que estuvo en Londres. Había sido hacía unos años, cuando Max aún no había nacido. Se despeinó con fuerza mientras se sentaba en una banca del parque Hyde.

Recordaba que Will siempre le había hablado del parque con los patos asesinos.

Según Will, esa pequeña mafia plumífera se deslizaba del agua al pasto en busca de robar y atacar a cualquier turista. Claro que Will siempre dijo que los patos sostenían armas en el pico y uno de ellos, el que tenía un puñal de doble filo, lo amenazo colocando la aguda punta contra su garganta. Sino le entregaba todo lo que llevaba, los asesinaría y ocultaría su cadáver en el lago.

Claro que todos lo creyeron uno de los surrealistas relatos de Will, y nada más. Pero cuando Alec vio a una turista distraída inclinarse para acariciar a un pato, y otro de esos plumíferos animales se contoneo hasta su bolsa sacando de allí su pasaporte, Alec reconsideró la historia de Will.

Alexander miró el mapa y recordó ligeramente que Magnus siempre hablaba del hotel más cercano al parque Hyde, un hotel de cinco estrellas que el hombre de ojos verde-dorados parecía adorar. Miro el mapa y encontró tres tan cercanos que podías llegar caminando. Los visitaría y encontraría a Magnus.

Sin embargo, al levantar la vista los Dioses le había llevado al hombre que anhelaba. Su cabello erizado en un peinado llamativo, puntas teñidas de purpura, azul y rojo, las raíces negras parecían acentuar su delicioso aspecto asiático. El gel que elevaba en picos su cabello contenía purpurina pues su cabello resaltaba tanto como el hombre.

Vestía casual, pantalones deportivos azules con líneas verticales verde hierba; una camisa sin mangas tan holgada que mostraba su desnudo pecho. Los zapatos que llevaba eran negros con corte de piel de víbora. Además, ante el frío ambiente londinense, llevaba un abrigo con detalles en lentejuela, que se encontraba abierto.

Ese era Magnus Bane, el único, el inigualable, su estrella reluciente. Magnus Bane.

                                                                           * * *

Mi Hermoso AlecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora