3. La Biblioteca.

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Alec había pasado todo el día conociendo a importantes partidarios Conservadores mientras Jace se escapaba para besarse con su novia. Y por alguna razón Alec se encontraba desanimado, ¿cómo no estarlo?, quería haber podido bailar con Magnus, o solo saber más del famoso Brujo de Brooklyn. Se sentía cansado, molesto, iracundo, había reñido con sus hermanos todo el día, había llamado al novio de su hermana "nerd", había rayado dos tomos de la colección de mangas de Clary, había regañado a Max por sus modales, había discutido con su madre por la ropa que utilizaba y peor aún, había querido gritarle a su padre todo el día que él no quería una carrera política.

Pero era lo que se esperaba de él, su familia había estado en la política desde hacía tanto.

Se mordió los labios al recordar el beso que había sido su primer beso. Los labios de Magnus eran perfectos, de alguna manera, y él sabía cómo profundizar el beso continuamente, sintiendo aun los movimientos inconstantes y casi rítmicos de sus labios, lenguas y caricias. Alec se estremeció al pensarlo, necesitaba aire fresco.

Salió del hotel huyendo de la presión, de las cámaras, de las personas conocidas, choco sin desearlo con la periodista que cubría la nota, hablaba muy suavemente con Aline Penhallow, esta parecía nerviosa al verlo, lo saludo desviando la mirada y este se alejó de ellas. En poco llego a las calles y comenzó a caminar, observo un comercial de la cantante y actriz Camille.

El joven de cabello negro no la consideraba bonita, de hecho lo hacía sentir muy incómodo, su falsa perfección le desagradaba, y mucho.

Su corazón casi se detiene al ver el anuncio de una de las famosas fiestas Hollywoodense de Magnus Bane, su rostro varonil y atractivo que contrastaba con sus delicadas expresiones lo hicieron suspirar, recordó el roce de esos labios sobre los suyos, la caricia de ese cabello sobre sus mejillas, el aroma suave a canela que desprendía, se estremeció al recordarlo. Pronto la imagen de Magnus se vio reemplazada por un comercial, Alec sonrió ligeramente apartándose de las pantallas.

Camino hasta la biblioteca principal entre las calles del este, allí no habría ningún conservador que lo tachara de proeza para su familia, se odiaba por ser tan hipócrita, pertenecer a una familia así y ser... de la clase de hombre que se derrite por un beso de Magnus Bane.

Tomo de la repisa el libro "Quin & Hart", una historia hermosa y romántica de temática homosexual que Alec disfrutaba leer. Escucho la leve conmoción y al acercarse al barandal, puesto que estaba en el tercer piso, observo a un hombre con una cámara, alegaba que seguía a alguien. El tipo era un paparazzi.

- ¿Qué clase de estrella puede estar en Washingtong?.- se preguntó Alec molesto.

Observo a lo lejos un título de su agrado: "Tatuajes de Pasión", un libro igualmente dulce, a veces.

Alec camino hasta los anaqueles y observo los títulos cuando una mano se deslizo sobre la suya, era en tonos dorados, suave, una mano masculina más grande que la suya. Fue presionado contra el librero por un cuerpo duro y esbelto, sintió el recorrer de otra mano sobre su cintura, sentía una emoción sin palabras, algo que lo quemaba desde dentro hacia afuera. Sintió el aliento contra su nuca, quiso darse la vuelta, pero el extraño lo detuvo.

- Faltaste a la cita, mi hermoso Alexander.- dijo Magnus suavemente.

Con ternura y delicadeza lo giro sin soltarlo y sin separarse de él, lo miro en silencio intensamente. Alec quería gritar, sentía que su pecho se inflamaba, extendió las manos anudándolas detrás de Magnus, lo jalo lentamente hacia él.

- Perdón.- susurro acercando sus labios, pero Magnus, queriéndolo torturar un poco más, se apartó ligeramente.

- Me vas a compensar, todo el día de hoy serás mío, desde las cuatro de la tarde hasta las cuatro de la madrugada.- pidió Magnus arrastrando una mano sobre su mejilla, un dedo recorrió suavemente el contorno del labio inferior del adolescente de ojos azules y este suspiro. Se inclinó y lo abrazo completamente, sus labios se encontraron después de esperar desesperados, como si ellos se conocieran de siempre, sus cuerpos vibraban en sintonía de una manera casi absurda.

Mi Hermoso AlecWhere stories live. Discover now