Apariencias

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La gente va y viene, unos cargando su mercancia para vender otros trayendo consigo lo que han comprado.

Las chicas solian verme con disimulo cuando estaba en la escuela, la mayoría pretendía que yo no existía.
Los años han puesto a muchas de mis congéneres en la edad de creer que el momento de casarse a llegado.
Y la edad me ha permitido darme cuenta de algo mas, las miradas que le dirigen a él.

Nunca fui consiente de lo atractivo que resultaba para las chicas y lo poco que a ellas les importa que el este casado.

«¿Como puede caminar como si no viese las sonrisitas y suspiros que sueltan?»
Murmura la insidiosa y familiar voz de mi cabeza.

Peeta va adelante cargando dos cajas llenas de mieles y almíbares para la panadería yo voy detrás de el, como si lo protegiera de las alimañas que quieren devorarlo.

—Esos brazos— suspira exageradamente una chica que parece quiere ser escuchada por todo el distrito.

—Es tan guapo— dice otra, a pocos pasos de mí.

Como si yo no existiera o no supieran que él esta casado.

—y besa increible.

Esas palabras me hacen detenerme y ver quien demonios es la chica.

Son dos y en definitiva sé que quien dijo lo ultimo fue Andria; para que yo lo escuchara.

Andria se da cuenta que la he escuchado y sonrie con suficiencia,  cree que por estar en un lugar publico no me atreveré a decir nada.

Busco a Peeta con la mirada para cerciorarme si ha escuchado algo, pero el a seguido sin percatarse de nada.
Así que lo hago, no me niego un momento de gozo.

—Te diría que mas es lo que hace increible; pero puedes imaginarlo.

Respondo logrando atraer las miradas que no deseaba o tal vez sí.

Andria se pone algo roja pero no se esconde como esa ultima vez.

—No se que pudo verte.

—Se que esta lejos de tu comprension, por que si lo entendieras lo hubieses copiado para ver si asi se fijaba en tu existencia.

Le dirijo una mirada que promete cumplir la promesa de la flecha si se le acerca.
La chica que acompaña a Andria parece asustarse por que se da la vuelta y se pierde.

Yo sigo mi camino y no vuelvo a mirar a Andria y trato de ignorar todos esos cuchicheos sobre él. Sobre mí.

»»»»»»»»»»»
La amarga sensación que esas miradas dejan las lavo al llegar a casa.
Después de ese día en que lo vi con Delly algo se encendió en mi, y ha permanecido latente cada vez mas incandescente. Después de esa platica sobre la llamada de Effie las cosas han pasado como debían pasar y ahora es mas facil.

Solo basta que crucemos la puerta de la casa, solo es necesaria una mirada para ver el deseo en sus ojos, y aunque las manos aun me tiemblan cuando empiezo a acariciarlo se que son de ansias por sentirlo.

Aun me cuesta ser la que lo busca, pero hoy necesito deshacerme de esas palabras y miradas, estos sentimientos primarios me han rondado el día entero, un día en el que he estado a punto de tomarlo del rostro y besarlo sin importarme que estábamos fuera de casa, donde no he podido apartar la mirada de sus labios, de sus ojos, de la manera en que camina, o como habla con la clientela; donde ese cosquilleo cuando le sonreía a alguien mas se hacia presente, donde el parece completamente ajeno a lo que por dentro siento.

Asi que cuando Peeta abre la casa y me sostiene la puerta para pasar, lo hago, el no ha terminado de cruzarlo y la puerta aun esta a medio camino a cerrarse, cuando mis manos lo han tomado veloces de los hombros y lo han atraído a mi cuerpo que lejos de parecer aliviado de al fin tenerlo cerca, esta mas ansioso.

Lo beso de lleno, meto mi lengua en su boca sin pedir permiso y aprieto mas mis manos en sus anchos hombros.

La sorpresa de Peeta es notoria por unos segundos, después es el quien me estrecha y levanta del piso unos centimetros para llevarme contra la puerta y contra ese insulso rectangulo de madera que divide la realidad de este sueño; hacemos lo que hemos aprendido a hacer el uno con el otro.

Pruebo cada parte de su cuerpo y el del mío, y entiendo ese instinto primitivo que nubla esta razón tan blanda cuando esta bajo el hechizo de esos ojos azules.

Y cuando al fin ese lazo que se comparte íntimamente llega a su punto siento su placer desbordarse junto a mí.

Diría que son solo momentos de arrebato que se quedan detrás de la puerta y en el lugar que debiera que es la recamara, pero no es así.

Hasta ese día nuestra casa había sido la unica testigo de nuestro desenfreno, de nuestra otra cara, esa cara que solo conoce nuestro compañero; pero la sensación de mi estomago se presenta con mas insistencia.
Así que aunque siempre mantuve mi distancia si estábamos juntos en publico ahora lo que menos deseo es que algun centimetro de aire nos divida.

El primer dia que decidi tomarlo de la mano al salir de casa el levanto la ceja sorprendido del acto, pero no  dijo nada,  y no me solto en ningun momento. 

Pero e descubierto que no solo quiero tomarlo de la mano.
Asi que un día mientras el esperaba frente a la carnicería conmigo de la mano me levante de puntitas y le di un beso en los labios, sin razon aparente.
Mi razón era lo hermoso que lucia su pelo en contraste a su saco gris.

El abrio los ojos sorprendido y unas leves manchas rosas aparecieron en sus mejillas asi como una sonrisa disimulada.

Después miro alrededor y algo cambio su semblante, yo quise ubicar lo que había sido pero no lo logre.

Despues de eso no me he detenido a besarlo si me place.
Y el a respondido a cada uno.

Ahora mismo estamos en medio de la panaderia, nuestros pasos se cruzaron sin proponermelo el traia charolas vacías sucias y yo las limpias.
Y como por imanes nuestros labios se encontraron, y besarlo es tan asombroso que olvido donde estoy.

Cierro los ojos mientras su olor inunda mi cuerpo, y mi corazón reacciona en locura preparándose para lo que lo hace estremecer.

Las manos de Peeta toman mi cintura y al ritmo de su lengua acompaso mis manos que acarician su ancha espalda.

Escucho campanas y ahora si creo que estoy a punto de enloquecer e ignoraba lo agradable que seria enloquecer por este amor que siento a punto de explotar.

—No fue así como lo eduque.

Esas palabras logran penetrar en mi mundo de locura y la ausencia de los labios de Peeta me obligan a abrir los ojos con ese breve sentimiento de desolación cuando se separa de mí.

No aparto la mirada de su perfil perfecto, y sus orejas rojas son las que me recuerdan en donde estamos.

Mis oídos sufren un destaponamiento y al fin escucho las voces de personas.

—Dejelos, no es molesto; es maravilloso ver a jovenes enamorados.

Quisiera no haber escuchado eso por que los colores suben a mi rostro.

La madre de Peeta me da una mirada tan reprobatoria que en esta situacion tan incómoda no se manejar.

—Lo lamento, es solo que, amo a mi esposa.

Mi mirada se dirige veloz hacia él en cuanto lo escucho, pero el no me ve a mí si no a la señora que dijo no molestarle nuestras efusivas insesateses.

«¿Me ama?» la pregunta me presiona el pecho.

Pero el no gira a verme para hacerme saber si esa declaración es real, simplemente se va a seguir haciendo lo que debia.

Y por la sonrisa de la señora y su guiño cómplice se que lo que dijo Peeta es solo para seguirle la corriente a lo que ella ha dicho antes.

Yo tomo las charolas del estupido suelo, sin recordar cuando fue que las solte y regreso a la parte trasera de la panadería debo lavarlas de nuevo.

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Besos
Lyla

LOS MELLARKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora