-Camz ¿Qué pasa?-.Hay alarma en mi voz y mis ojos están bien abiertos; cuando levantala mirada y la posa en mi rostro llora más fuerte y levanta lasmanos para que la abrace.

Puedo pensar que tuvoalguna pelea con sus compañeros de teatro. Ella, aunque mas madura,no deja de tener esa esencia y siempre será una berrinchudaobstinada que quiere que las cosas se hagan como ella quiere, así,como cuando peleaba por los solos en el coro y hacía sus salidasdramáticas del salón.

En cuanto la abrazo hundesu rostro en mi hombro y solloza.

-¿Sucedió algo en eltrabajo?-. Pregunto mientras le quito el cabello de la cara y selo pongo tras la oreja, luego le acaricio la mejilla con mi pulgar yespero su respuesta.
-No-. Es como un susurro y se limpiala garganta para que pueda escucharla bien –No, nada de eso-. Meabraza fuerte de la cintura y se sienta sobre mis piernas. -Noestoy embarazada-. Me dice amargamente y hace un puchero.

Me quedo en silencioprocesando lo que acaba de decirme; y me avergüenza pensar que estoyun poco aliviado, hay tanto por hacer, tantos proyectos por terminar,ella con su obra de teatro... no puedo creer que vaya a sacrificarlapor tener un hijo. Pero, ya lo hemos hablado y dice que veintisietees buena edad para tener uno y regresar a los escenarios, mucho másfeliz y radiante que nunca.

Probablemente tengarazón... aunque aún no estoy tan seguro.

-¿Cómo lo sabes?¿Fuiste con el ginecólogo?-. Le sobo la espalda y le beso lasien para tratar de calmarla. Me niega con la cabeza–¿Entonces?-.
-Me llegó mi periodo-. Formo una'o' con la boca pero no me sale la voz.

Ha dejado de llorar y latengo colgada mi cuello, sigo sobándole la espalda y le beso lafrente que me queda pegada a la boca.

-No es que no podamosseguir intentándolo-. Digo honestamente.
-Yo no sé simañana despertarás siendo Lauren-. Trago saliva. Pero comprendoalgo:
-Camz, tu deseo fue tener un hijo, todavía no lo tienesasí que...-. Suspiro –No hay forma de que vuelva a serLauren si no te embarazas-. La siento sonreírme.
-Tienesrazón-.

Levanta la cara y me ve alos labios, luego roza su nariz con la mía y me besa la punta. Posasu mejilla en la mía y me abraza fuerte.

-Me gusta que mepongas atención cuando soy una hormonal-. Se limpia los ojos yyo me río. –Y ya rasúrate que me picas cada vez que me besas-.Me llevo las manos a las mejillas y me doy cuenta que la barbaesta en el punto en el que como, en los vellos de las piernas,pareces un puercoespín.
-Me dejaré crecer la barba-. Leinformo.
-No, no quiero-.
-Pero me gustaría saber cómo sesiente tener barba antes de volver a ser Lauren-. Lo medita porunos segundos.
-Un mes, no más-.

Le sonrío y le acaricioel cabello; la mujer que está frente a mí es mi adoración, es laque me tuvo loca y loco por buena parte de mi vida, es la que mesigue enloqueciendo, la que me hace perder la cabeza, la que hace queme sienta como una olla de presión, entre que exploto de lujuria yde amor. Nada más verla me hace el día, y, aunque a ratos sóloguardemos silencio, es la idea de estar en su compañía lo que mecontenta.

Camila Cabello me hizouna mejor persona, me hizo una mejor mujer... y para el caso tambiénme hizo un mejor hombre. Puso mi mundo de cabeza y me enseñó que lamagia existe aún sin saber lo que tendría que vivir por desearla deeste modo. Por ella me convierto en oso, en pingüino, en un pájarocarpintero y hasta en araña (odio las arañas).

-Me encantas- Sueltoasí nada más y aunque está hecha un desastre por el llanto, a míme parece tan hermosa como si estuviera usando un vestido de gala yllevara el rostro arreglado. Es hermosa recién levantada o cuandosale de bañarse, hermosa si está enojada e irresistible cuando ríey se encuentra contenta –Me encantas a todas horas-. Terminopor fin.

Cuidado con lo que deseas JaureguiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora