Capítulo 40 -Cuando el alma nos invita a tomar caminos diferentes-

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—No es la bebida entonces, Peter —demostró Eddie—. Es este lugar.

—¡Sí! ¡Eso es! —exclamó Peter, como si de repente le llegase un rayo de información al cerebro—. Estamos a punto de atravesar por dos campos magnéticos contrapuestos de la apertura polar. Si miramos hacia arriba, observamos la otra parte del "El Anillo", sin embargo, como es lógico, no se nos cae nada encima, al igual que nosotros tampoco caemos hacia arriba. Imaginad dos planetas idénticos, "a" y "b", lo suficientemente cerca el uno del otro sin que se lleguen a tocar. El planeta "a" ejercería una fuerza magnética del planeta "b", y el planeta "b" haría exactamente lo mismo con el planeta "a". Lo cual quiere decir que todo lo que está justo en la zona de atracción dispone de una sensible disminución de la gravedad. ¿Comprendéis chicos? La gravedad aquí es mucho menor que en el resto del planeta. ¡Sí! ¡Es justo lo que está ocurriendo! La otra parte de la abertura polar está ejerciendo sobre nosotros una fuerza de atracción hacia ella —concluyó entusiasmado por la increíble anomalía.

No cabía duda, la explicación de Peter era lo suficientemente fundamentada y acertada.

A todo lo largo de la ribera, como si se tratase de niños jugando en un parque, comenzaron a saltar de roca en roca, que a medida que iban avanzando aparecían en mayor número y tamaño. Al principio les costaba coger el equilibrio, ya que el cerebro debía acostumbrarse a un nuevo cálculo de inercia, por lo que la mayoría de las veces se pasaban de largo o no llegaban. Alguna que otra caída fue necesaria para volver a coger la estabilidad, la cual seguía habituada a la antigua gravedad. Pero pronto lo lograrían ya que los propios golpes producidos por dichas caídas causaban menos daño de lo normal. Primero solo saltaban entre rocas que se encontraban a tan solo un metro de distancia, hasta que cogían el equilibrio, luego un metro y medio, y así hasta que consiguieron, sin dificultad, alcanzar la increíble distancia de ocho metros. Prácticamente, casi volaban como pájaros.

Continuaron el camino a un ritmo mucho más alto, sorteando y saltando los obstáculos cuando era necesario. Parecían disfrutar ante dicha anomalía gravitacional, y sin perder el rumbo marcado buscaban los lugares más difíciles de superar. Ahora ya era como un juego, que seguramente nunca más tendrían la oportunidad de experimentar. Poco a poco, y a medida que se acercaban a la "Zona Oscura", la gravedad también iba disminuyendo, por lo que en cada salto que daban el aprendizaje era también casi continuo.

Debido a la gravedad de la zona, la vegetación también se vería afectada, de manera que, su altura era cada vez de mayor tamaño; por consiguiente, ya no lograban apreciar la copa de los árboles bajo la iluminación de la aurora polar. Algunos de ellos podían alcanzar los cien metros de altura, incluso más alto, con diámetros en sus gruesos troncos de hasta siete metros. Parecían querer buscar los escasos rayos de luz que apenas el sol podía ofrecerles cuando giraba en torno a la apertura polar.

La aurora polar era una gran aliada, ya que además de ofrecer iluminación les marcaba el camino por donde debían proseguir, justo el recorrido exacto marcado por el plano de Izaicha.

	La aurora polar era una gran aliada, ya que además de ofrecer iluminación les marcaba el camino por donde debían proseguir, justo el recorrido exacto marcado por el plano de Izaicha

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