El alma de la medalla:

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Abrió los ojos y no supo dónde se encontraba. Una sábana la cubría y, en pánico, se la retiró de la cara. Vio que estaba recostada en una enorme cama con cortinas de dosel, en medio de una habitación ricamente amueblada y bellamente decorada. Por un momento creyó que estaba en la casa de Sirius pero no tardó en descartar aquella idea ya que no se parecía en nada aquel cuarto a los de su casa. Parecía extraído de una mansión antigua que nada tenía de parecido con la oscura casa del mago. Se incorporó un poco en la cama y sintió un dolor en la espalda. Asustada se llevó las manos hacia atrás pero allí no había nada.

De pronto recordó todo... el ataque de los mortífagos. Lo último que registró su mente fue a Bellatrix Lestrange apuntándolos con su varita. Luego Severus la tomó del brazo y desde allí sus recuerdos eran totalmente absurdos y desconectados. Recordaba el sonido de la lluvia, luego el color rojo invadía su memoria, después unos ojos celestes asustados y luego el color blanco. Nada más...

Se levantó de la cama y observó a su alrededor para ver si lograba encontrar alguna pista que le indicara en dónde estaba. Lamentablemente no la encontró. La habitación era igual que a miles más que pudieran tener las familias de mucho dinero. Luego se miró a sí misma. Su ropa había desaparecido y en su lugar tenía puesto un largo camisón blanco muy sencillo, aunque con un escote profundo y de mangas largas. Parecido al que usaría una bruja, algo mayor. En eso estaba cuando un pensamiento se apoderó de su mente... ¿Y si había sido capturada por los mortífagos? Aterrada se llevó la mano al cuello y palpó su medalla. Estaba allí como siempre. Entonces, pensó, no había sido capturada porque si así fuera su medalla habría desaparecido y ella estaría muerta.

Aliviada con la nueva seguridad de que probablemente estaba en la casa de alguno de los miembros de la Orden del Fénix, atravesó la habitación y probó la puerta para salir. Estaba abierta. La abrió, tan sólo apenas, y pudo ver un corredor desierto que se extendía tanto a izquierda como a derecha. Con un suspiro de alivio abrió más la puerta y esta inesperadamente crujió un poco. La chica se asustó pero, tomando valor de sólo Dios sabe dónde, salió hasta el corredor descalza. Estaba pensando a qué lado dirigirse cuando por la esquina que se perdía hacia la derecha apareció la persona que menos tenía ganas de ver. Lord Voldemort, que la miró sorprendido.

Ania pegó un respingo de terror, volvió a la habitación de donde había salido y cerró la puerta rápidamente tras ella. En la cerradura había una llave y, desesperada, le dio dos vueltas. Sabía por experiencia que eso no iba a servirle de nada si quería evitar que el hombre entrara a la habitación. Retrocedió ya en pánico hasta la cama y se dio vuelta, buscando un lugar dónde esconderse, otro absurdo pensamiento. De pronto sintió como el hombre se apoyaba suavemente en la puerta, sin abrirla. Lo supo porque podía ver la sombra de sus pies por el agujero de debajo de la puerta. La chica se apartó contra la pared más alejada de ella. Esperando... atenta... pero los pasos simplemente se alejaron y pronto el ruido de ellos se extinguió. Ania se quedó desconcertada.

Lord Voldemort había tenido un par de días difíciles. Había llegado a la mansión Malfoy con altas expectativas y a pesar de que sus mortífagos habían traído a la chica bajo su mismo techo, sana y salva, muchas cosas habían salido mal. Uno de sus mortífagos, luego de que trasladaron a Ania hacia una habitación en el piso superior para que descansara, se había dignado a darle una mala noticia. Malfoy había vuelto a la sala donde estaba el hombre oscuro y, cuidando de echarle toda la culpa a los demás, le dijo que Lupin había escapado y con toda probabilidad Dumbledore ya supiera lo que había pasado. Voldemort no lo tomó bien, sin embargo a diferencia de los demás, no creía que Dumbledore iba a aparecerse en las puertas de la Mansión Malfoy. Estaba seguro que el anciano primero que nada iba a planear una estrategia, estrategia que cuando se llevara a cabo él y Ania estaría lejos de allí. Sin embargo no dejaba de ser otra complicación más.

El alma perdidaWhere stories live. Discover now