Conociendo a Tom Ryddle:

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Lord Voldemort había aparecido frente a un edificio de departamentos en la gran ciudad muggle. Su ansiedad le era difícil de controlar ya que por fin podría recuperar lo que le pertenecía. Miraba hacia el último piso mientras que su mano derecha aferraba la varita que tenía en el bolsillo de la túnica. Su delgado rostro exhibía una sonrisa cargada de malicia y también de curiosidad, pensaba que pronto conocería a Ania. De pronto y muy sorprendido cayó en la cuenta de que estaba más ansioso de conocer a la mujer que de recuperar su antigua medalla, que contenía su preciada alma. Su expresión se tornó seria y movió la cabeza bruscamente, como queriendo espantar ese molesto pensamiento tal cual haría como si fuera un insecto. Su desagrado y su ansiedad por cruzar la calle no le permitieron analizar ese pensamiento ya que sus pies comenzaron a moverse.

Le costó poco entrar al edificio y pronto estuvo frente a la puerta donde estaban las dos mujeres. Sacó su varita de la túnica y golpeó la puerta tres veces. Sintió pasos y luego se abrió la puerta, apareciendo en el umbral Tonks. Voldemort, gratamente sorprendido, sonrió al ver que ni siquiera tenía la varita a mano. ¡Qué ingenuas habían sido!... Atraparlas le pareció facilísimo.

Tonks que había acudido a la puerta pensando que sería Charlie que volvía de la casa de Sirius para traerles nuevas noticias, al ver a Voldemort se quedó petrificada del terror. Su primer pensamiento fue agarrar la varita y cerrar la puerta pero... ¡No tenía idea dónde la había dejado!

_ AAAaaaahhhhhhhhh_ gritó aterrorizada y cerró la puerta, pero el maleficio que le había lanzado Voldemort dio en ella e hizo que ésta se descolgara y se abriera de golpe cayendo al piso. Tonks cayó hacia atrás.

_ ¡Aniaaaa, huyeeeee! ¡Es él!_ alcanzó a gritar la bruja antes de dar contra el piso. Su cabeza golpeó con fuerza la pared y la chica perdió el conocimiento.

Ania estaba en la habitación cuando oyó gritar a Tonks y ni se le ocurrió huir sino que, descalza y con el cabello mojado, salió corriendo de la habitación para ayudar a su amiga. Al llegar hasta donde estaba Tonks pensó que su amiga, que yacía inconsciente en el suelo, estaba muerta y lanzó un grito de angustia. Entonces Voldemort la vio. Ania que nunca lo había visto en su vida, extrañamente lo reconoció al instante y sintió como la medalla que estaba colgada en su cuello bajo la túnica prestada, comenzó a latir fuerte como si reconociera la proximidad de su creador.

El hombre por su parte se quedó estupefacto... La mujer se parecía increíblemente a Georgina, con la única diferencia que su cabello era más oscuro. Por un instante le pareció ver en ella a su antigua amiga, a la única que había tenido en su vida. Ania con los ojos llenos de lágrimas y odio, lo miró a los ojos y rompió aquel hechizo momentáneo. No... no era Georgina, pensó el hombre.

_ Así que tú eres Ania_ le dijo Voldemort mirándola con curiosidad.

La chica retrocedió unos pasos al sentir el peligro en el aire. Miró la varita que el hombre tenía en su mano derecha pero no la apuntaba con ella, sólo descansaba a su lado.

_ Sí... ¿qué quiere?_ le dijo Ania con valentía.

_ Te he estado buscando_ dijo el hombre simplemente y con una sonrisa agregó_ al fin te encuentro...

Ania le pareció que con esa sonrisa se burlaba de ella y se molestó más aún pero en realidad era un gesto de placer. A Voldemort le había agradado conocerla. Su curiosidad e interés por ella crecía minuto a minuto, y por un instante sus sentimientos fueron más humanos, más cálidos.

_ ¿Qué quiere de mí?_ dijo Ania, sus manos temblaban levemente por el pánico. El hombre la miraba de forma rara y se había quedado callado, actitud que la tenía desconcertada. No sabía que pensar... ni qué esperar. Ninguno se dio cuenta de que Tonks se movía en el piso, algo mareada.

El alma perdidaWhere stories live. Discover now