Cap.24

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Barberino propinó un fuerte golpe con su puño aun cerrado sobre la vieja mesa en la que solamente había una vela que se consumía casi por completo,y entonces, todo fue claro para él. No podía hacer mucho contra Phillippe como había tontamente imaginado. El rey era astuto y perverso,y claramente no eran las mejores combinaciones,no las que podrían servirle,supo que debía buscar la forma de deshacerse de él sin que nadie sospechara de su persona, todo era por el bien París, por supuesto. Pero ¿Cómo? No era tonto,no podía confiar en nadie, porque al final de cuentas nadie era tan leal como él mismo,entonces alguien llamó a la puerta con dos golpes duros.

—Señor—. Dijo Parminius en cuanto estuvo frente a monseñor. Hizo una leve inclinación, como esas que sabía le gustaban al cura,aunque por dentro maldijeran el hacerlo. Las cosas habían cambiado para el comandante. La realidad se mostraba un poco mas clara ahora. Monseñor no era lo que todo el pueblo de París suponía. Se escondía tras una máscara de pureza y amor que no tenía. Él también se había dejado engañar como todos creyendo toda aquella farsa, pero ya tendría tiempo para desenmascararlo frente al rey y la corte, por el momento le convenía más quedarse callado.

Barberino subió el rostro contraído aún y tragó una maldición. De pronto se levantó de golpe,sorprendiendo al comandante.

—Comandante, podría por favor explicar qué fue lo que pasó exactamente. La duda no me permite estar en paz. Un hombre fue capturado esta noche, por lo que mi gente me informa, sin embargo, no tengo a nadie preso ¿qué fue lo que sucedió?.

Antes,Parminius podría creer que monseñor se mostraba piadoso, podría sentirse culpable por fallarle, pero no ahora, no cuando sabía exactamente lo que monseñor era.

Tragó una bocanada de aire, tenía los dedos entrelazados a su espalda, pero subió la mirada, encontrando en los ojos de barberino a un enemigo.

—Su gente ha informado mal señor, no hemos atrapado a un hombre, era una mujer.

—¿Una mujer,comandante?—. La duda visiblemente le hizo cambiar el gesto. Él habría jurado que por fin su gente tendría una pista de Solan,algo,lo que fuera que le permitiera ponerle fin a su tortura. Sin embargo no,no podía confiar en nadie,absolutamente todos le eran inútiles.

—Sí,señor. Una mujer.
Parminius respondió de forma desinteresada,restándole importancia al hecho de que Julianna había sido encontrada con las ropas del fantôme. Era claro que no le diría a monseñor nada,no para que él la mandara matar sin importarle que era una mujer. Se daba cuenta del odio cegado que monseñor sentía por el fantôme, y de enterarse no le esperaba nada bueno a Julianna.

—¿Qué era lo que hacía una mujer en medio de la noche sobre un tejado,comandante?.

No le creía,Parminius podía ver la duda en los ojos de Barberino, así como el gélido tono que le daba a sus preguntas. Él carecía de paciencia,notaba lo rígido de su mandíbula así como sus dientes apretados que hacían realzar una pequeña vena en su sien. Sin embargo, trataba de esconder sus emociones. Era obvio que jamas delataría su verdadero rostro frente a nadie. Pero para el comandante ya era muy notorio los cambios en el humor de Barberino, y también era cierto que le importaban una mierda.

—¿Ver las estrellas?—. Respondió con sarcasmo encogiéndose de hombros—La verdad es que no lo sé, pero no era el fantôme, así que ordené a mis hombres liberarla.

—¿Qué hizo qué? ¿por qué haría algo así?.

—Por que somos soldados,no verdugos. Además—agregó— No torturamos mujeres señor,eso va totalmente en contra de los designios del señor,creí que usted mismo me daría la razón.

Barberino tragó saliva y volvió a apretar los dientes. Luego se giró completamente y unió sus manos con las de Parminius en un apretón poco amistoso.

El Color del Dolor Where stories live. Discover now