Cap.6

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Amerís eliminó al delincuente con el que peleaba de un tajo certeramente atinado. El ataque los había cogido desprevenidos y apenas le había dado tiempo de desvainar su espada antes de ser atacado y dejar tirado al hombre en un charco de sangre.
-Los siento-. Murmuró Amerís antes de inclinarse sobre el suelo y sacar la espada del cuerpo. Se enderezó y buscó entre la batalla a su amigo Gabrielle con desesperación, minutos antes de ser emboscados discutían la probabilidad de vida que tenían siendo guardias de la corte y las pocas de llegar a viejos.

-Ahí,en el calor de la batalla veras cosas que desearas no ver,pero tus ojos te exigirán hacerlo,sentirás el nudo que oprime tu pecho y el zumbido de mil abejas gobernando tu cerebro.
Gabrielle le miró aterrado y Amerís había soltado una carcajada vaga al notar la palidez de su amigo.

-No juegues con eso, Amerís. La muerte es una dama que merece respeto y no tontear con ella.
Sin embargo no jugaba.

-Pronto sabremos el sabor de los labios de tan temida dama-. Murmuró muy quedadamente,pero Gabrielle había palidecido ante el comentario.

La llegada de Gabrielle había significado un sorbo de agua fresca en medio de desolación y sangre. Verlo reír le producía una felicidad sorda en el pecho y lo envolvía en una paz que tenía años sin sentir. Sabía que tenía sentimientos por su compañero,que el roce de su tacto le estremecía la piel y le hacia hervir la sangre en deseo,pero él era un hombre prudente que no se dejaba arrastrar por sus deseos mas que por su voluntad de servir en batalla. El muchacho solamente le miraba como un buen amigo,entonces cobardemente había callado ese sentimiento y se dedicó a entrenar al soldado en la dura labor de esparcir muerte a los traidores.


Amerís se levantó con el cuerpo cansado y unas ojeras color violeta que se mostraban bajo sus ojos como evidencia de su culpa. No debió haber escogido a Gabrielle esa noche,no debió llevarlo consigo y tener semejante descuido. La culpa le abrazaba el corazón de una forma constante sin dejar cabida a la duda. Era su culpa y punto.

La puerta de su celda se abrió y Parminius le lanzó una mirada piadosa.

-Señor.
Amerís sentía un gran respeto por el hombre que lo sacó de las calles y le dio cobijo,le hizo el hombre que era y seguía preocupándose por él como si fuera un hijo.

Él caminó algunos pasos hasta quedar cerca suyo y con una mano apretó su hombro.
-Me alegro de verte mejor muchacho, me tenías preocupado. El soldado fue consciente de la suerte que tuvo al salir con tan sólo heridas y no muerto como todos los otros.

Pero no era ese sentimiento de culpa el que realmente le preocupó, sino el vacío que sentía en el pecho,la perdida de Gabrielle y la fuerte creencia de que había perdido para siempre a su mejor amigo,su compañero y el hombre que le había despertado mas que lujuria en el cuerpo.

-El padre de Gabrielle estuvo aquí -. Reconoció y miró a cualquier punto en donde los ojos escrutadores de Parminius no le atravesaran la piel. Le dio la sensación de que el comandante sabia su secreto.

Parminius bajó el rostro meditando aquellas palabras,de nuevo uno de los suyos perecía en manos del Fantôme, y no uno cualquiera,Gabrielle solía ser el muchacho de las buenas intenciones,algo distraído,pero no era alguien que mereciera morir desangrado en un sucio callejón aquella noche.

-Lo siento.

-Ha pasado,pronto me recuperaré y podre vengar su muerte.

Las palabras lo le asustaron,las había escuchado demasiadas veces los últimos años,pero el muchacho merecía su afecto y saberlo perdido también por la espalda del Fantôme era una idea que no le satisfacía en lo absoluto.

El Color del Dolor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora