Cap.4

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Los ojos de Monseñor se clavaron sobre Solan. Los largos y arrugados dedos de el hombre estaban sobre su mentón,mirándole muy fijamente, esperando el siguiente movimiento de el delincuente.

-Solan.

Fantôme apretó los dientes y los puños,ambos al mismo tiempo en que vio el rostro del monstruo fijos sobre él.

-Tanto tiempo.
La molestia se subió por la garganta de Solan en forma de bilis. Jamas odiaría a nadie tanto como odiaba a Monseñor Barberino. Ese hombre que marcó su pasado de la forma mas ruin en la que un hombre podía hacerlo. Él subió el mentón altivo y sus dedos buscaron la empuñadura de su espada. Monseñor lo observó y una sonrisa cruel se asomó de sus labios.

-No esperaras que te deje largarte con el oro y la vida intacta ¿verdad?.

Claro que no esperaba eso,a pesar de que la gente respetaba a ese hombre, fantôme sabía la alimaña que era por dentro. La clase de alma repulsiva que tenía monseñor.

Pero por el contrario de cuando tenía quince años,ahora no le temía.

-No es mi intención quedarme a charlar. Sonrió,casi de la misma forma en que el hombre lo había hecho. Mostró que no era mas aquella presa fácil de la cual podía abusar y quedar impune.

Monseñor dio dos golpes el escritorio con ambas manos,alertando a su custodia de la presencia de el fantôme.

-No más rata inmunda,yo mismo te haré pagar tu osadía. Sin esperarlo,monseñor sacó una daga lanzándola directamente hacia Solan,éste trató de esquivar el golpe cayendo al suelo,sólo el filo de la navaja en su brazo sintió repentinamente.

Los pasos se escuchaban en los pasillos,la guardia estaba alertada,y los ojos de Solan se clavaron al hombre. Si iba a morir lo haría,pero se llevaría con él a el demonio que era Barberino. Tomó la misma daga de Monseñor y corrió hasta él poniendo la navaja en su garganta. La sangre le hirvió en las venas y un enorme placer le recorrió el cuerpo.

Por fin podría acabar con su mayor enemigo,por fin libraría al mundo de una escoria tan repulsiva como lo era monseñor.

-¡Solan!-. Jeremiah entró,su pecho subía y bajaba con una constante abrazadora,sus ojos se abrieron al ver al clérigo en manos del fantôme, él tenía el filo de la daga sobre el cuello de Barberino y un inmenso placer de justicia dibujado en el rostro. Dudó, Solan tenía cuentas pendientes con Barberino, pero si no huían justo en ese momento la corte de Phillippe les cortaría la cabeza entonces,y eso era algo a lo que no estaba dispuesto.

- Fantôme, es hora de irnos.
No fue difícil tomar una decisión, ya habría otro momento para matar al cerdo de Barberino. Pero antes de soltarlo pudo notar algo que pendía de su cuello. Era el medallón que tanto buscaba,era el mismo. Con dedos ágiles enredó la cadena entre sus dedos y jaló sin piedad de el cuello de Barberino,sacando un quejido de dolor por parte suya y tomando lo que por derecho le pertenecía.

-¡Ya,es hora!-. Jeremiah salió impulsado sobre el pasillo,giró la cabeza,comprobando que Solan venía tras él. Habían sido los minutos mas largos que había vivido en toda su vida,pero valía la pena el riesgo al ver el rostro triunfante de Solan.

No les fue tan difícil burlar la guardia de Monseñor. Ya era costumbre huir de ellos o rebanarles el cuello,de cualquier forma, Solan siempre iba a la delantera de los perros.

Horas soltó una maldición por lo bajo. Había pasado largo rato desde que Jeremiah y Solan entraran en los dominios de Barberino y era la hora que no salían. Entraría y destrozaría los cráneos de todos ellos si tocaban un solo cabello del fantôme.

Horas lo respetaba de una forma en que hacía muchísimo no lo hacia con alguien mas. Lo había conocido en los calabozos del rey Phillippe. Era apenas un manojo de pelo mugriento y un pequeño costal de huesos de quince años. Con los ojos mas azules que hubiera visto y el rostro mas bello que un hombre debiera tener. Esos ojos no podían mentir,lo había reconocido de inmediato. Era el hijo de Isadora,la mujer mas bella de la corte,y el amor prohibido de Monseñor Barberino. Era un secreto a voces que Barberino había pedido la cabeza del padre de Solan ante la corte. Phillippe lo había puesto al frente de su guardia y el hombre que casi nadie reconocía había muerto desagrado muy convenientemente en un sucio callejón de París. Como muchos de los soldados del rey,sin un entierro digno,sin alguien que reclame los honores,porque,¿qué mas honor que ser parte de la corte de el rey?.

El Color del Dolor Kde žijí příběhy. Začni objevovat