Cap.7

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El olor nauseabundo de la celda le provocó arcadas. Solan se echó hacia atrás unos pasos antes de que la cordura se le fuera de nuevo de las manos.

-No me haga daño Fantôme. Pidió con cierta desesperación.
Solan sonrió con suficiencia. París estaba repleta de delincuentes, de la peor calaña del mundo,y sin embargo había también pobres ilusos que caían ante la ilusión de ser parte de la corte.

-El daño te lo has hecho tú mismo,soldado.
Se le estiró el rostro tratando de sonreír,aunque realmente no quería hacerlo. Quería acercarse de nuevo y poder quemarse un poco con el roce de la piel del traidor aquel que tanto le provocaba.

-Señor.
Rogó el pobre muchacho inútilmente, Solan ni siquiera lo miraba ahora y Gabrielle se preguntó el motivo por el que el fantôme le había atacado de esa forma.

El delincuente se dio la vuelta y se llevó una mano a la nariz antes de salir de ese inmundo lugar.

-No deberías quejarte tanto Soldado, tú amo vendrá pronto a verte y quizá hasta te saque de esta celda-Gabrielle no entendió-Nos vemos soldado.

Al salir se percató de la presencia de Horas,con los brazos cruzados sobre el pecho y una sonrisa ladina al notar que Colibrí había ido hasta la celda de su mascota.

-¿Y está bien?-Sonrió-Mi mascota.
El fantôme le devolvió la sonrisa.

-Sacalo de ahí,antes de que se pudra con tanta hediondes.

Horas enarco una ceja incrédulo,había creído que Solan decidiría acabar de una vez con el peso muerto del chiquillo aquel,sin embargo ya Julianna lo había dicho y su hermana jamás fallaba.

-Será un placer-. Murmuró dirigiéndose diligente hacia la celda de Gabrielle. Igual que a Solan,el olor le pegó de golpe.

-¡Puaj! Muchacho,¿qué has estado haciendo? Este lugar apesta a rayos. Se tapó las fosas y buscó a Gabrielle para encontrarlo en un rincón de la celda con el rostro rojo y unas cuantas lágrimas rodando por su rostro. Aún iba casi desnudo y el frío ya había hecho algunos estragos sobre su piel.Sintió sincera lástima por ese pobre iluso que alguna vez creyó ser alguien por ser un soldado de París.

-Ahí tienes a tu rey,muchacho. ¿En qué momento mandará por ti,díme? En ninguno,no seas iluso,a tu rey no le interesa el destino de su corte, mucho menos el de unos cuantos pobres diablos que caen en las manos de fantôme.

El gigante iba seguir la Bravata, pero Gabrielle le interrumpió.

-Yo no quería ser soldado.

-¿Cómo?.

-Nunca quise serlo,no disfruto ser soldado señor.

El pecho se le llenó de furia. ¿Cómo podía decir aquello tan a la ligera? Probablemente sólo trataba de salvar el pellejo como el enorme cobarde que era. Porque Horas ya le tenía la medida tomada. Aquel era un chaval temeroso de todo,se le notaba en la forma que temblaba al verlo,y el que bajara la vista al suelo en vez de retarle con la mirada. No,ese sólo era un crío cobarde.

-Ya,eso dicen todos al momento de querer salvar el pellejo, pero estoy seguro que de si te diera la oportunidad te lanzarías sobre mi cuello.
El chiquillo negó bruscamente con la cabeza y Horas parecía muy divertido.

-No señor,lo prometo.
El gigante chasqueo la la lengua e hizo un gesto indiferente con la mano como si la palabrería del muchacho lo aburriera.


-Ya,ya. Te creo,no parece siquiera que tengas fuerza para sostenerte. El muchacho bajó el rostro cohibido.-Levantate,anda. Es hora de irnos.

-¿A dónde?. Preguntó alarmado. Tal vez era la hora en que todo acababa y había mal interpretado la actitud serena del gigante y ahora le daría muerte.

El Color del Dolor Where stories live. Discover now