Cap.8

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—Puedes sentarte a un lado mío, soy el menos peligroso. El muchacho le guiñó un ojo,pero Gabrielle dudó si era lo correcto. Aquel muchacho se miraba distraído y amable,pero no podía confiar,ya el gigante le había dicho lo peligroso que podían llegar ser aquellos hombres,todos eran delincuentes o mercenarios,así que se quedó parado con el rostro de nuevo echado al piso y solo agudizando el oído por si lograba escapar de ese lugar,no volver a toparse con ellos.—Anda,sientate aquí,Horas está muy ocupado alegando con Fantôme.

Levantó la cabeza y le miró. Parecía un costal de huesos y unas manos mugrientas,pero la sonrisa en su cara se notaba sincera,mas aun cuando le miraba de esa forma y le palmeaba para que se sentara a su lado. Aun así prefirió buscar el permiso del gigante,que ahora estaba hasta el otro extremo del comedor murmurando cosas con el Fantôme, a él ni caso le hacia.

—Bueno.
Respondió Gabrielle mas cohibido que seguro. Se encogió todo lo que pudo para no ser abiertamente notado,sin embargo fue inútil. De pronto sintió el peso de la mirada de alguien y con precaución buscó al dueño de la mirada. Encontró varias,desde los mas viejos que murmuraban entre sí, hasta la del mismo Fantôme, que aun a pesar de estar ocupado con Horas,le miraba a él muy intensamente. Logrando ponerlo nervioso y bajar el rostro de nuevo.

—Come algo muchacho,te dije que Horas se volvía loco por sus mascotas,ahora disfruta un poco el haber salido de esa mugrosa celda,no todos corren con tu suerte.
Ese había sido Adasius, el padre del muchacho que había invitado a Gabrielle el sentarse a su lado. Gabrielle asintió levemente, en el sitio estaba un plato de comida. Se sorprendió al ver que comían pescado fresco,que bebían vino y pan. Hubiera creído que le darían las mismas sobras asquerosas que cuando estaba preso,solo ese mismo hombre le había dado una comida decente,pero en aquel entonces no había querido tentar a su suerte y aunque primero había bebido como loco y se había llevado todo el pan a la boca,con la comida no había hecho lo mismo creyendo que quizá la hubieran envenenado para matarlo de una vez.

Comió despacio,sin prisas. Pero el sonido de cucharazos apresurados le puso de los nervios. Algunos comían como animales,otros,como un hombre rubio y fuerte lo hacia de manera mas civilizada,y hasta cierto punto culta.

—No le mires tan fijamente, Jeremiah odia que lo hagan,si lo notas,tiene medio rostro marcado. Gabrielle le lanzó una última mirada precavida y bajó el rostro apresuradamente. Ahora entendía porque el gigante le hacia bajar la cabeza cada que estaba frente aquel hombre que se notaba a leguas que algún día había sido muy atractivo. Sus modales eran mejores que los de todos en ese lugar,y su aspecto a pensar del gran tajo en su rostro era mas fino que el de sus compañeros por mucho.

—Ese de allá es Malaquias, no te recomiendo tampoco que desobedezcas a Horas en eso de hablar con él, es un tipo rencoroso y traicionero que busca la mayor atención del Fantôme.

Gabrielle aun con el rostro agachado trató de verlo un poco mejor,pero dio un Respingo al notar que Malaquias lo miraba fijamente mientras cortaba un trozo enorme de pan y mascaba sin dejar de verlo.

—No le hagas caso,solo está tratando de intimidarte,mira a ese de allá.
Foran había apuntado con el mentón hacia un hombre ya mayor,con el rostro lleno de arrugas y las manos temblorosas.—Ese es mi abuelo,el padre de mi padre y algún día yo seré como ellos. Jamas perdió una batalla,siempre peleó con honor y defendió sus ideales,bueno,solo hasta que Phillippe decidió que era muy viejo para servirle y que sabía demasiado para dejarle pasar,así que mandó a sus hombres acabar con él, pero mi viejo no temió, no señor, él luchó con todos y se dio a la fuga,ahora es el viejo mas buscado del reino.

Rompió a reír,aunque Gabrielle pensó que no era eso lo que el muchacho quería hacer. ¿Porqué le contaba todo eso? No sabía, pero en un momento se había dado cuenta de que era el único mas o menos de la edad del joven con el que podía hablar,o quizá fuera también que necesitaba sacar todo eso de su sistema para así poder seguir viviendo un poco mas,sobreviviendo a aquel tormento de vida.

—Dejate de historias Foran,come de una vez que esta noche te toca rondín.
Era el padre del muchacho quien lo había reñido,y Gabrielle lo reconoció de inmediato como el hombre que le había azotado y luego le había dado de comer.

El muchacho parecía un ratón asustado de todo, en todo caso solo le causó un poco de lastima,no podía darse el lujo de sentir aprecio tan pronto por alguien como él, así que no le sonrió como pensaba hacerlo y en cambio le volteó el rostro para no seguir viéndolo.

—Ya lo sé padre,ya lo sé.
Alegó Foran,que comía y hablaba sin modales algunos.
Gabrielle también lo hizo en forma silenciosa,todo aquello le parecía demasiado duro de sobre llevar,porque ni siquiera sabía exactamente que planes tenían para él.

—Come pajarito,la noche es larga y hoy tenemos trabajo.
Horas le guiñó un ojo al sentarse a un lado suyo,llevarse un trozo de pan a la boca y darle un nuevo gruñido a Malaquias haciendo que éste por fin desviara el rostro

                   

                       ***


La noche estaba clara y algunos destellos se filtraban por el Sena. En el muelle,Parminius esperaba que la pista que había logrado sacarle a un par de delincuentes fuera la correcta. Jamas había estado tan cerca de atrapar al Fantôme como en aquella noche. Sus hombres habían atrapado a los ladrones en pleno acto y les había costado lo suficiente sacarles la información, puesto que nadie que caía preso,hablaba. Todos se rehusaban a dar alguna pista del escondite del Fantôme y algunos hasta preferían  la muerte o la tortura antes de hablar.

No había mas ruido que el canto de los grillos y el murmullo de algunos roedores. Pidió a su hombres guardar silencio. Con dos dedos señaló sus ojos y luego hacia el punto donde se escondía el delincuente mas buscado de París.
No hacia falta las palabras, los hombres se pusieron en alerta, listos para el combate,y dispuestos a desvainar sus espadas contra el enemigo.

El comandante fue el primero en avanzar hacia la vieja casona casi en ruinas. Nunca hubiera imaginado que el delincuente ése se escondiera tan cerca del rey Phillippe. Pero debía admitir que tenía agallas para esconderse tan cerca y jamas haber sido descubierto, ahora veía el fallo de sus hombres.
Las caravanas siempre debían acortar paso ese lugar para abastecer a la corte y seguramente Fantôme había averiguado eso,pero ¿Porqué esperar hasta que los alimentos llegaran a la corte? Era mas practico emboscar a los guardias justo en ese punto e irse bien librados, que arriesgar el pellejo entrando a la Catedral y robarle al mismísimo Barberino.

Algunos hombres le siguieron el paso esperando la orden de atacar. Los delincuentes le habían asegurado que el escondite estaba resguardado bajo suelo y eso sonó lógico.
Llegaron hasta las puertas traseras  y avanzaron en completo silencio. Con gesto llamó a los demás soldados que esperaban. Fue momento de rebuscar  en cuanto pisaron la casona. No esperaron para alertar a los delincuentes. Entraron abarcando todo a su paso y cubriendo las posibles salidas para así impedir la huida del Fantôme.

Unos buscaron en la planta alta,otros en las habitaciones, pero Parminius mismo buscó alguna entrada que le permitiera dar con el escondite.
Pero pasada una larga hora de búsqueda dio aquello por fallido.

Aquellos ladrones le habían mentido y se sintió furioso. No iba a permitir que se burlaran de él y se salieran con la suya.
Con el estómago apretado en cólera se dirigió a los calabozos de la corte. Un guardia estaba parado fuera de la celda y al ver al comandante hecho una furia se apartó de su camino.

—¡Abre la maldita celda?—. Ordenó colérico. Parecía poseído y en sus ojos se notaba el fuego que lo quemaba por dentro. Dos hombres estaban recostados en el suelo aparentemente dormidos cuando Parminius llegó hasta ellos y logró patear a uno. Pero el hombre no se movió,siguió dormido y Parminius volvió a azotar otro golpe y otro,para que despertara o hasta que su enojo se diluyera.

—Señor—Lo llamó el guardia—señor,creo que están muertos.
No fue consciente de eso,solo hasta que el guardia mencionó aquello. ¿Muertos? ¿Cómo podía ser?.


—¿Quién ha entrado en esta celda?—. No era lógico que ambos estuvieran muertos así de pronto.

—Nadie señor,solo yo he estado aquí todo el tiempo.
Y por la forma en que respondió tampoco era lógico que él tuviera algo que ver.

—¿Los han revisado al llegar?.

—Como a cada preso, Señor. Y no traían nada consigo.

No,eso era absurdo ¿Cómo podían estar muertos?.

—¡Maldita sea!—. Gruñó Parminius. Esa era su única pista y ésta se le iba de las manos.
     

El Color del Dolor Where stories live. Discover now