De pronto sentí una caricia en el rostro y me estremecí de arriba abajo. Ross empezó a recitar su parte, pero yo estaba perdida en la punta de sus dedos rozando mi mejilla.

Estaba aquí. Estaba a mi lado. Por un momento pensé en incorporarme, interrumpir su diatriba de desesperación como Romeo y abrazarle sin más. Por suerte me contuve. Apenas podía escuchar y mucho menos retener sus palabras aunque recordaba perfectamente cuando era mi turno.

En la escena final Romeo encontraba a Julieta y pensando que esta estaba muerta bebía un veneno unos segundos antes de que ella se despertase. Se besan apasionadamente una última vez antes de que Romeo muera en brazos de su amada, que impotente y en un momento de locura decide quitarse la vida ya que prefiere la muerte a tener que vivir sin Romeo.

Por fin escuché la frase que me indicaba que era mi turno y esperé unos segundos. Sabía que Ross estaba tomándose el veneno.

Por fin los abrí. Me sentía mareada. Fijé la vista en una viga del techo del teatro pero en seguida me incorporé y miré a Ross a los ojos.

Me miró con dolor. Por un momento pensé que estaba actuando. Que me miraba como si fuese Romeo. En seguida comprendí que no estaba interpretando ningún papel. Que aquel dolor era solo suyo.

Noté como el pequeño público estaba encandilado y mi boca comenzó a moverse antes de que yo misma supiese lo que estaba pasando soltando la frase que me correspondía con una voz entrecortada de emoción.

Miré a Ross directamente a los ojos y para mi sorpresa él me sostuvo la mirada. Los dos sabíamos que era la escena del beso final, el último beso de los dos amantes. Me pregunté si también sería nuestro último beso.

Nuestros labios se estrellaron precipitadamente y todo pareció difuminarse. Escuché un suspiro de alguien sentado en primera fila. Mi corazón latía tan fuerte que pensé que lo podrían escuchar. Sentí los dedos de la mano de Ross presionar en mi cintura. Mi mente empezó a dar vueltas y vueltas. Sus labios se sentían demasiado bien junto a los míos.

Se apartó con un jadeo y volví a la realidad. Mis manos recorrieron la suya para descubrir el terrible frasquito de veneno que dejé caer para sujetarle a él que se desplomó. El frasquito se rompió en mil pedazos, cosa que supuestamente no debía de haber pasado pero que aportó un toque de dramatismo.

De nuevo las palabras salieron de mi desbordantes, mi mano tembló mientras le retiraba un mechón de pelo.

-¿Qué es? ¿Una copa apretada en la mano de mi fiel amor? ¡El veneno, por lo visto, ha sido la causa de su prematuro fin! ... ¡Oh, ingrato! ¿Todo lo apuraste, sin dejar una gota amiga que me ayude a seguirte?- Acaricié el arma que llevaba al cinto y la saqué de un tirón mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla. Ni si quiera sabía por qué estaba llorando.

- ¡Oh, daga bienhechora! ¡Ésta es tu vaina!- Me clavé la daga en el pecho y esta se hundió sobre sí misma tal y cómo tenía que ocurrir. Solté mi última frase convencida de que estaba siendo la vez que menos consciente era de cómo estaba actuando . ¡Enmohécete aquí y dame la muerte!- me dejé caer sobre Ross justo cuando la música terminó. Sentí su pecho subir y bajar.

Los aplausos me hicieron reaccionar de nuevo y me levanté del pecho de Ross que me sujetó por un brazo para ayudarme a estabilizarme. Me sequé las lágrimas mientras la señora Kass gritaba algo sobre lo bien que habíamos transmitido el dolor de la escena y correteaba de un lado para otro. Estaba mareada y traté de centrar la visión en un punto fijo.

- ¿Estás bien?-

Alcé la cabeza bruscamente no contribuyendo nada con mi repentino mareo mirando incrédula a Ross. Yo era la que tenía que preguntar aquello. No él.

El ladrón de mi diario.Where stories live. Discover now