2. La Familia Lightwood.

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Una enorme mansión de fachada antigua relucía en la zona más exclusiva de todo Nueva York, se encontraba encerrada por una barda infranqueable, cámaras de seguridad rodeaban todo el lugar. Dos hombres de negro resguardaban la entrada, pero a pesar de ello, las cámaras tenían un punto ciego donde la barda antigua tenía piedras removibles. Una silueta se encogió y desprendió los trozos, un hueco perfecto se abrió y la silueta atravesó, recolocó los bloques, se puso en pie, corrió rápidamente hasta la puerta de servicio. Abrió lentamente y se deslizo sin zapatos por el piso frío y pulido.

La silueta observo la oscuridad de la cocina, la sala y al llegar al Despacho trago fuertemente, se levantó el cabello de la frente para observar con atención. Dos personas discutían, como ya era costumbre. Un leve resplandor desde las escaleras llamo su atención, así que la silueta se deslizo hasta las escaleras donde una joven de largo cabello negro y castaños ojos parecía taconear el piso. La luz dejo ver a Alec, este volvió a acomodarse el cabello y se acercó a su hermana. Un niño de cabello negro y grandes gafas estaba detrás de la joven, sonriendo conspirativamente.

- ¿Cómo te fue?, ¿te divertiste?.- pregunto emocionado el pequeño Max.

A veces Alec pensaba que Max no comprendía todo lo que implicaba que su hermano mayor fuese gay.

- Muy bien, de hecho...- las palabras de Alec permanecieron en el aire cuando los gritos de los señores Lightwood comenzaron a elevarse, las miradas de Alec e Isabelle se encontraron.- Mejor les digo mañana.- añadió.

Max parecía molesto por quedarse sin información pero aun así camino hacia su dormitorio y cerró las puertas. Isabelle miro a su hermano, sus mejillas llenas de color y su mirada seria que contrastaban una con la otra.

- ¿Conociste a alguien?.- pregunto Isabelle mas el joven de ojos azules se mantuvo serio e inexpresivo, esta bufó y entro en su dormitorio.

Alec apenas podía contener la emoción al recordar las palabras de Magnus, "ojos bonitos", resultaba incluso más dulce si se le recordaba. Alec entro en su habitación, se dio un baño y se recostó pensando en aquel hombre cuya mirada le resultaba fascinante, ojos verde-dorado, hermosos y almendrados.

La mañana llego con una emoción recorriendo el cuerpo de Alec, una sonrisa no dejaba sus labios. Sería un buen día más al anochecer esperaba ya estar cerca de Magnus. Sentía una especie de necesidad mezclada con ilusión que no podía apartar de su mente, una clara invitación que se mantenía fresca en sus recuerdos. De un salto dejo la cama, se miró al espejo, se dio un regaderazo y cepillo sus dientes, se vistió mientras los gritos muy temprano le robaban la paz. Alec sabía lo que estaba sucediendo, sus padres peleaban nuevamente. Un grito de la mucama lo sobresalto, sus padres necesitaban hablar con ellos.

Robert Lightwood era un hombre de fuertes valores morales que no permitía interrupciones de carácter en su vida, lo que él decía era lo correcto. Era la clase de padre que no se preocupaba por que sus palabras pudiesen ofender a sus hijos o herirlos. Maryse, por el contrario, a pesar de poseer un fuerte temperamento, sin duda se preocupaba por sus hijos, de verdad, a veces, no expresaba su afecto pero sin duda siempre pensaba en sus hijos.

Maryse se encontraba perfectamente sentada en una blanca silla de metal traslucido, su cabello negro le caía en risos sobre los hombros, su ceño se mantenía fruncido. Isabelle fue la primera en sentarse junto a su madre, seguida del pequeño Max. Alec viajo la mirada por toda la habitación encontrándose con la severa expresión de su padre, sin duda habría problemas.

- Tenemos que volar a Washingtong, una reunión de emergencia del partido para celebrar la elección del nuevo candidato, la familia completa debe estar.- ordenó Robert, la mueca de Maryse no dejo fuera la renuente expresión de disgusto.

Mi Hermoso AlecOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz